Gala – Dalí, de Carmen Domingo

 Gala - DalíSiempre había escuchado o me habían hablado de la importancia que tuvo Gala en la vida de Salvador Dalí, pero nunca llegué a imaginar que esa importancia fuera en realidad una total dependencia y necesidad del pintor catalán hacia la rusa. Y es que gracias al trabajo convertido en novela de Carmen Domingo, Gala – Dalí, podemos acompañar a estos dos personajes a lo largo de su vida y conocer de primera mano el poder y la influencia que Gala tuvo sobre el pintor.

Enfocada en la vida de Gala, esta novela muestra el desarrollo y el crecimiento de una niña nacida en el sacudido ambiente de la Rusia de inicios del siglo XX, que ya desde bien pequeña ve que su lugar no está allí. Con un fuerte sentimiento de extranjera en su propio entorno y una enfermedad en los pulmones que le hace irse a un sanatorio suizo sola, Gala se da cuenta de que nunca más volverá a su país y de que su única voluntad en la vida es triunfar, viendo este verbo como un destino adulto repleto de dinero.

Así, y tras conocer en el sanatorio siendo ambos muy jóvenes a quien se conocerá años después como Paul Éluard – uno de los referentes del surrealismo francés –, Gala se marcha nada más salir del sanatorio a París, donde luchará por hacer famoso a Éluard dentro del aclamado entorno capitaneado por André Breton. Gracias al poder que desprende la rusa a través de su seguridad, su fuerte carácter y su decisión ante todo lo planeado, la pareja consigue hacerse un hueco en el grupo de los surrealistas. Estos, intentando evitar siempre el contacto con esa mujer rusa tan varonil, aceptan en sus reuniones a un Éluard cegado por Gala, que hace todo lo que ella manda y que la sigue a cualquier lugar que ella señala. Gala se va separando cada vez más del poeta, disfrutando de su abierta sexualidad con todo hombre que tiene delante, hasta conocer en un viaje a Cadaqués al joven y estrafalario Salvador Dalí.

A partir de ese momento y tras una percepción previa nada halagüeña, Gala va interesándose por ese extraño pintor al que siempre acompañan los rumores de la homosexualidad, hasta acabar dejando a Paul Éluard y quedándose en Cadaqués con Dalí. Gala abandona a Éluard, pero también a su hija, a quien no prestará atención ningún día de su vida, y se centrará única y exclusivamente en hacer triunfar a ese genio que parece en tantas ocasiones un niño y que es Salvador Dalí. Tras muchos años de penurias económicas y grandes esfuerzos por centrar a un Dalí que no entiende la pintura como negocio sino como exorcismo de sus pesadillas, acaban siendo reconocidos mundialmente y formando una inmensa fortuna. Es a partir de entonces cuando explota el derroche en la pareja, cada vez más distanciados el uno del otro, y llega el punto más álgido de locura por parte de los dos, la pena, el sufrimiento y la muerte.

Debo confesar que me he visto obligado a leerme el libro casi del tirón. Carmen Domingo consigue hilvanar de manera perfecta los avances en la larga vida de Gala para que no te sientas cansado en ningún momento por la pesadez de hechos largos y tediosos. Vamos con Gala desde que nace hasta que muere y todo a una velocidad vertiginosa: 87 años en poco más de 350 páginas. Pero como nos sucede cuando subimos a un avión o a un tren de alta velocidad, esta casi no se nota. Es admirable cómo se consigue reflejar de manera viva el carácter de una mujer controladora, decidida y segura de sí misma en todo lo que concierne al exterior, profundizando mucho y muy bien en los trastornos y el sentimiento de falta en su interior. Carmen Domingo nos lleva también por la bohemia francesa del surrealismo, por las playas de Cadaqués o por la Europa de la Segunda Guerra Mundial, siempre con Gala de epicentro. Ella, como si fuera el titiritero de su vida, sabe con quién debe estar en cada momento y qué hacer con cada uno para hacerles triunfar, y con ello, triunfar ella misma. Siempre con la vista puesta en el dinero y el cuerpo sobre cualquier hombre que ella escogiese – pescadores, artistas, profesionales del sexo o incluso mendigos –, Gala es una impactante demostración de la figura de mujer total en unos años donde este género se veía relegado a las labores domésticas y a la aceptación de los affaires de sus maridos. Nada más lejos de la realidad, tal y como buscaba el arte de aquella época.

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