¿Has tenido familia alguna vez?, de Bill Clegg

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¿Estarías preparado para que todo tu mundo se desmoronara? En nuestra sociedad, arrimados siempre a conceptos como “felicidad” o “tranquilidad”, parece como si nos hubiéramos deshecho de todos esos contrarios que también existen, y forman la personalidad de cada uno. Si nos sobreviniera un drama en estos momentos, en estos mismos instantes, ¿seríamos capaces de sobrellevarlo? ¿Tendríamos la capacidad para seguir adelante? No hablo de esto porque vaya a contar las últimas bondades de un libro de autoayuda, sino que voy a intentar desentrañar lo que me ha surgido al leer ¿Has tenido familia alguna vez?, que ya desde su título nos plantea una pregunta para que reflexionemos y nuestras ideas se dirijan a uno de los epicentros de los argumentos literarios: la familia. ¿Quién es nuestra familia? ¿Cómo sobrevivimos a ella? ¿Qué nos queda cuando no nos queda familia que esté a nuestro lado? ¿Si estuviéramos solos, terriblemente solos, qué nos sucedería? Bill Clegg no ha creado esta novela para que nos sintamos mejores, pero al menos ha creado una obra para que entendamos que en el dolor, en ese agujero en el que en ocasiones nos encontramos metidos, es posible ver una especie de luz que no nos haga olvidarnos de quiénes somos.

June se ha quedado sin familia. En uno de sus mejores momentos, un accidente provoca la muerte de todo el mundo que ella conoce. Devastada por el dolor, decide conducir a través del país, mientras todos aquellos que la conocieron y la conocen contarán su historia. Y es que a veces las huidas nos permiten reencontrarnos con aquellos que fuimos y ya no volveremos a ser jamás.

La primera impresión que tuve al empezar este libro es que no iba a gustarme. Lo digo así, tan a las claras, porque cuando leí su resumen pensé que estaba ante otra historia coral donde al final el mensaje era que todos podemos ser felices incluso en el desastre más absoluto. ¿Has tenido familia alguna vez?, nos propone un esquema de sobra conocido, a saber: varias voces que nos cuentan la vida de una persona en concreto. Pero a pesar de que su estructura no sea novedosa, sí que hay algo que la hace diferente, por pequeño que esto sea: no intenta moralizar. Bill Clegg nos ofrece un viaje al centro del dolor, pero para que lo abracemos y nos fijemos en él el tiempo necesario hasta que terminemos la novela. Puede que en algunas partes no sea una lectura fácil – hay capítulos que a mí me dejaron exhausto y con la necesidad de hacer un pequeño examen de conciencia – pero las lecturas, las que tratan temas dramáticos, tienden a suscitar en el lector una tensión que pocas novelas consiguen. Lectura reposada, voces cambiantes que nos llevan a llenar los huecos en una historia que parecía sencilla, y la conclusión a la que cada lector pueda llegar para que entendamos que en el dolor nadie es sólo víctima o verdugo, que cada instante cuenta para que seamos un tipo de personaje u otro.

Bill Clegg debe saber a la perfección lo que vende en un sector editorial del que él es agente literario. No todos los que participan del negocio saben escribir, eso es cierto, pero ¿Has tenido familia alguna vez?, te mete de lleno en la historia y nos proporciona esa sensación de querer saber más, de indagar en el trauma, de conocer a la familia de June y quererla u odiarla, de ver cómo lo que nos rodea puede convertir una vida en un infierno, o simplemente observar cómo en el dolor nosotros somos los peores enemigos que tenemos. Creo que se ejemplifica a la perfección en esta frase:

Algunos árboles aman un hacha (pag. 74)

Somos animales que sufren, que viven y sienten con todas las consecuencias. No vivimos sólo de historias con final feliz, porque en ocasiones, la vida, como la mejor de las ficciones, te demuestra que la felicidad no deja de ser un sueño que intentamos alcanzar sin conseguirlo del todo. Vivir debiera ser lo mismo que leer: una experiencia tan brutal como necesaria. Casi como lo que pudiera ser esta novela: que a pesar de todos los inconvenientes, seguimos leyéndola para conocernos a nosotros mismos.

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