Helen no puede dormir

Helen no puede dormir, de Marian Keyes

Helen no puede dormir– Oye, ¿qué lees? – acerca su cara al título y se me queda mirando extrañado -, ¿“Helen no puede dormir”? ¿Eso no es una novela para mujeres?

– ¿Una novela para mujeres? ¿Qué narices es eso?

– Pues… no sé, una novela protagonizada por una mujer, a la que le pasan cosas de mujeres, ¿no?

– Bueno, por esa regla de tres, hoy en día, casi todo sería una novela para mujeres

Transcribo esta conversación que me sucedió hace poco para ilustrar esa especie de explicación que tenemos que dar los hombres cuando una novela, principalmente dirigida a un público femenino, cae en nuestras manos. Es algo inevitable. Pero he transcrito esta conversación, también, porque reivindico y, por ende, animo a todo aquel que quiera a pasar un rato agradable, a dejarse de prejuicios y a meterse de lleno, de vez en cuando, en el mundo de las novelas mal llamadas “para mujeres” porque algunas encierran grandes dosis de humor, grandes historias dentro de las letras y porque, desde hace un tiempo, como sucede en este caso, Marian Keyes supone un punto diferente a este género y es lo siguiente: su mala leche irlandesa hace posible que, lo políticamente incorrecto, desfile por el argumento de una novela que sí, habla de mujeres, está protagonizada por mujeres, pero que puede divertir a hombres más o menos prejuiciosos en el maravilloso mundo de la literatura. ¿Que no os lo creéis? Aquí va un adelanto…

 

Helen está en horas bajas: no tiene trabajo como investigadora privada, ha perdido su piso por las deudas, y para colmo la ex novia de su pareja se pasa el día en su casa. Todo cambia cuando Wayne Diffney, antiguo componente de un grupo de música, desaparece. Será entonces cuando la mente caótica de Helen se ponga a trabajar, intentando encontrar la solución al problema, y a su propia vida. Este es el resumen que podría hacerse de esta novela. Hasta aquí, podría parecer que yo me he vuelto loco, que donde está el chico que leía ensayos, que que le ha pasado a aquel que miraba la literatura y a los clásicos. Pamplinas. Lo importante de este mundo que es el de los libros es poder ampliar el foco y encontrar historias que te hacen divertirte cuando se presupone (tópicos de la vida diaria) que no debía gustarte porque eres hombre y todas esas chorradas. “Helen no puede dormir” me ha gustado, sí, casi diría que es lo mejorcito que ha escrito esta autora en mucho tiempo. Su anterior novela fue un acercamiento a un estilo mucho más serio, pero a mí lo que me gusta es esa mala leche, esa ironía que dispara dardos a todo bicho viviente y que derrumba de un plumazo algunos tópicos que en el mundo de la literatura se establecen para describir a las mujeres: personajes débiles, que buscan el amor a toda costa, y que se sientan en el sofá a comer helado y esperar que el amor llame a su puerta como el cartero que trae el correo todos los días.

Marian Keyes, ya lo he dicho antes, es políticamente incorrecta. Pasamos por aquí por dardos envenenados contra la industria musical, contra la fama, contra las enfermedades mentales, y contra las relaciones sentimentales mismas. Uno pasa las páginas y se encuentra con un personaje excéntrico, casi diría que rozando el histrionismo, y que hace todo lo posible por ser feliz, a su manera. ¿No es eso lo que buscamos todos? Ser felices y que nos dejen en paz, leches, que no es tan difícil. Y si a eso sumamos una pizca de momentos de thriller con sarcasmo incluido, una familia disfuncional que sufre de incontinencia verbal, un novio con tres hijos que está como un queso pero al que no puedes ver habitualmente, y un grupo de secundarios que ríete tú de cualquier manicomio en jornada de puertas abiertas, pues tienes lo que nos ofrece “Helen no puede dormir”: un cóctel de insomnio y pastillas muy muy divertido. Me encanta que alguien pueda hacer reírnos con algunos temas que parecen destinados a aparecer solamente en historias dramáticas. La vida es lo suficientemente dura como para que no podamos sacarle humor a las cosas más desagradables. Y es agradable ir en el metro, estar en la cama, o fumando un cigarrillo, cuando empiezas a reírte tú solo, a carcajadas, por algún diálogo, por alguna escena, o por cualquier detalle que nos recuerda que en esta vida, lo importante, lo que no deberíamos perder nunca es la sonrisa. Y es que en esto del humor no importa si eres hombre o mujer, lo que importa es que sepas pasártelo bien. Lo demás, está de más.

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