Inshallah de Oriana Fallaci
A veces quiero escapar de ella. Me encanta como escritora y como periodista pero, de verdad, a veces quisiera salir corriendo cuando comienzo a leerla. Siento un dolor porque sé que lo que me está graficando con detalle minucioso es tan real y que, finalmente, el culpable se reduce a la misma raza humana. Entonces sigo leyendo, para que me de puñetazos de realidad, para que me lastime porque debo también saber que hay gente que sufre y ha sufrido. Con esa carga emocional que genera, no le huí a Oriana Fallaci para leer Inshallah.
Un grupo de soldados italianos están en Beirut, combatiendo junto a soldados de otras naciones. De los personajes se puede hacer una larga lista que incluyen personas del pasado, breves protagonistas de historias de amor que se encuentran en una situación particular y se dejan arrastrar por la necesidad de no sentirse tan solo mientras todo alrededor se cae.
Fallaci se tomó el tiempo de elaborar una novela marcada con la biografía de cada uno de los soldados para distinguir los motivos de hallarse en ese momento, de tener un fusil entre sus manos, de socorrer a quienes padecen los enfrentamientos. Si bien por momentos es algo confuso por la cantidad de nombres que aparecen en sus páginas, rápidamente podemos ubicarnos por las particularidades de cada uno.
Porque dicen que en el amor y en la guerra vale todo. ¿Y cuando el amor y la guerra se juntan? Todo se resume a lo qué acontece en ese instante, en el que la muerte sopla el cuello y mantiene a los soldados al filo de las emociones. Los diálogos con quienes conocen allí son un reflejo de la situación extrema en la que se hallan, donde los extremos no existen y todo se reduce a la supervivencia.
Hay escenas desgarradoras (de esas que te revuelven el estómago y te quedan tatuadas en la cabeza), relatadas con tanto detalle que la imaginación percibe con claridad lo que Fallaci dice. Pero también hay mucha palabra suspicaz, una gran carga de críticas, de dolor y de búsqueda intensa de seguir creyendo en la vida en un mundo destrozado.
Busco ejemplos y pocos autores puedo enumerar que calen hondo en mí. Fallaci me hace sentir que estoy ahí, que soy parte, que la bomba puede estallar en cualquier momento y tengo que cubrirme. Que soy parte de ese grupo de soldados italianos, que sufro con ellos, que me pongo contenta cuando expresan su amor y me compadezco cuando su deseo es prohibido.
Me quedo y la leo porque ella era una gran escritora, una de las mejores. El reconocimiento debería ser todavía más amplio por parte del mundo. Por momentos, mientras la leo, me pregunto porqué ella me hace esto, porqué me cuenta las cosas tan minuciosamente y hace que mis ojos lo vean, que se horroricen. En realidad, sé el motivo. Un libro como Inshallah te da una cruel lección.
Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)
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