La habitación, de Jonas Karlsson

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Trabajamos y no nos damos cuenta del tiempo que pasamos en nuestra empresa. Si contabilizáramos las horas que transcurren desde que entramos por la puerta hasta que salimos, es muy posible que nos diéramos cuenta de varias cosas: que parte de nuestra vida se nos va en resolver errores que otros cometen y que, para bien o para mal, el dinero que ganamos a fin de mes poco importa cuando se trata de llegar a fin de mes. La habitación es un libro que, probablemente, será más efectivo para aquellos que trabajen en una oficina, que entiendan de los mecanismos que se rigen en un habitáculo como el que espera amenazante cada mañana. Pero eso no quiere decir que cualquier lector pueda disfrutar de él, no hay que llevarse engaño. Porque al fin y al cabo, todos hemos pensado alguna vez lo mismo en nuestro trabajo: ¿y si hubiera una zona en la que pudiéramos evadirnos y dejar a un lado, por unos momentos, todo lo que estamos haciendo? Porque de la misma forma que el trabajo nos ayuda a llegar a fin de mes, también es probable que nos ayude a estar a un paso de la enfermedad mental.

Björn es un trabajador modelo. Nunca ha dado ningún problema. Un buen día descubre una habitación que no había visto nunca en su oficina. La sensación en su interior es de paz completa. Desde ese día su obsesión por ese habitáculo hará que todo su entorno laboral cambie radicalmente y lo que parecía un puesto modélico, termine por dejar de serlo.

Comencemos por una advertencia: comparar la escritura de Jonas Karlsson con la de Franz Kafka me parece exagerado. No dudo de las intenciones comerciales que una comparación así pueda dar en las ventas del libro, pero más allá de algunos detalles opresivos, los que se acerquen al libro por este motivo se sentirán decepcionados. Sin embargo, todo aquel que busque algo de humor surrealista, verán sus ansias cubiertas con La habitación. Suele decirse que, en una empresa, no hay nada mejor – y peor al mismo tiempo – que el trabajo en equipo. Y trabajar en una empresa donde cada cual tiene sus puñales bien a mano para soltarlos cuando haga falta, más. Esta obra habla del mundo empresarial como lo que precisamente es, pero a veces se nos olvida: una jaula de grillos que tiene su propio timbre de voz y quiere hacerse escuchar. Lectura entretenida que, a través de capítulos de corta extensión, van incrementando la tensión entre sus protagonistas y que determinarán las acciones de un personaje que, a través de lo que todos podríamos interpretar como un claro delirio, consigue sus objetivos. No hay que despreciar nunca la locura. Al fin y al cabo, ¿quién está más loco de todos nosotros?

¿Qué es lo que nos atrae de un libro para elegirlo? Esta pregunta puede ser demasiado general, pero animo a todo el que quiera a contestarla. Creo necesaria la lectura de La habitación por una simple cuestión: acercar el surrealismo a un contexto como el del mundo empresarial es un acierto. Puede que no estemos ante una historia de carcajada amplia, pero al menos sí ante una obra que dibuja una sonrisa de aceptación y reconocimiento ante lo que leemos. Jonas Karlsson sabe mezclar los elementos para conseguir una descripción de todo lo que la oficina puede provocar en aquellos que viven – porque ese es el término que se sobreentiende en esta novela – en una, mientras el tiempo va pasando, nuestros traumas afloran y nuestros compañeros son como una especie de pesadilla a los que quisiéramos eliminar como si de un juego apocalíptico se tratase. Interpretemos, entonces, ese habitáculo como una metáfora sobre nuestra libertad y después pensemos en esa frase tan cierta que se atribuye a Jean Paul-Sartre: el ser humano está condenado a ser libre. Sacad ahora vuestras propias conclusiones.

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