La mujer de la libreta roja, de Antoine Laurain

La mujer de la libreta rojaNo sé cuántos bolsos tengo. Quizá veinte, quizá treinta. No cuento con ningún vicio reseñable, a excepción de los bolsos y alguna que otra colonia. Los tengo de todo tipo, tamaño y color; cada uno para una ocasión. Antes de salir de casa, escojo el que me apetece usar y lo relleno con las cosas que cada día me acompañan. Hablo de mis bolsos porque así empieza la historia de La mujer de la libreta roja. Exactamente comienza cuando Laure es asaltada en la puerta de su casa por un hombre que tiene la intención de robarle el bolso. Y, por lo que Laurent, nuestro otro protagonista, descubre al día siguiente, llevó su empresa con éxito. Digo esto porque Laurent encuentra el bolso de la chica tirado en la calle. Ese bolso, grande, lila y con muchas cremalleras doradas, hará que Laurent no pueda dejar de pensar en su dueña. A través de los objetos que contiene, intentará descifrar quién es esa misteriosa mujer que recoge piedras al azar por la calle, usa una colonia que es casi imposible de encontrar en una perfumería, tiene un libro dedicado por su autor favorito y rellena una libreta roja con frases carentes de sentido tales como “me dan miedo las hormigas rojas” o “me gusta abrir los ojos cuando nado debajo del agua”.

Dicen que a una mujer se la puede llegar a conocer por lo que lleva a diario en su bolso. Yo no suelo llevar siempre lo mismo; depende de adonde vaya y lo que tenga que hacer durante el día. No sé si alguien se podría llegar a enamorar de mí viendo el contenido del mío. Si alguien se lo encontrara por casualidad, sabría que suelo llevar siempre los labios pintados de rojo; por la cantidad industrial de tiritas intuiría que soy muy torpe y que me hago heridas cada dos por tres; gracias al libro que siempre me acompaña, sabría que para mí un libro a veces es la mejor compañía y que no me gusta malgastar el tiempo mientras hago cola en algún lugar. Gracias a los cientos de pinzas y gomas del pelo, sabría que lo tengo largo y que cuando hace calor me lo tengo que recoger porque me agobia. Si rebusca entre las canciones del iPod verá que me gusta el rock; y si encuentra mis llaves, deducirá que me encantan los llaveros gigantes y que los tengo para encontrar las llaves más fácilmente dentro del caos que es el interior de mi bolso. Quizá pensara todo esto o quizá solo viera un puñado de tiritas, demasiadas gomas del pelo y un libro excesivamente grande como para cargar con él todo el día.

Pero Laurent sí que supo entender el significado de todas las cosas que contenía aquel bolso lila. Puede ser que a ratos necesitara la ayuda de su hija, sí, pero poco a poco fue capaz de descifrar quién era esa mujer tan misteriosa.

Antoine Laurain, escritor francés, nos hace cómplices, con su prosa delicada, de una preciosa historia de amor. Pero no se trata de una historia de amor al uso; no puede serlo. Laurent se enamorará de una persona que él mismo formará en su cabeza a través de todos los objetos que contiene el bolso. No ha visto jamás a Laure. No sabe cómo se llama, dónde vive, en qué trabaja. Solo sabe que la tiene que encontrar. Cueste lo que cueste. Aun así se siente un poco violento cada vez que revisa las cosas de esa desconocida. Laurent resume esta situación con una cita de Sacha Guitri: “mirar a alguien que duerme es como leer una carta dirigida a otro”.

En sus pocas páginas se resume la historia de la valentía y de la persistencia de un hombre que es capaz de lo que sea por lograr sus objetivos. Ya lo demostró hace años, cuando dejó su desmesuradamente remunerado trabajo como banquero para trabajar de librero. Él sabe que lo importante de la vida está en las cosas pequeñas. Que si una puerta se cierra, se abre un ventanal; que todo es posible si uno tiene la esperanza suficiente.

No sé si alguien podría llegar a conocerme por el interior de mi bolso. No sé si quiera si me lo devolverían si lo pierdo. Pero sé que si alguien encontrara La mujer de la libreta roja dentro de él, sabría que me encantan las novelas que te roban un trocito de corazón cuando las lees y que de dejan con una sonrisa de oreja a oreja cuando las terminas.

6 comentarios en «La mujer de la libreta roja, de Antoine Laurain»

    • Muchísimas gracias, Gloria, por tu comentario. A mí me gustó tanto esta pequeña novela que la elegí entre mis favoritas para el anuario que hemos hecho con las mejores reseñas del año. Me alegro de que hayas compartido un poquito de tu tiempo con Laurain, de verdad que merecía la pena.

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  1. En realidad, muy buen sentido de la apreciación literaria y cultural. En este blog se aborda a los libros con una solvencia algo inusitada, que es tal por el poder de interiorización de quien escribe cada una de estas críticas condimentadas espléndidamente con experiencias o anécdotas personales. ¡Enhorabuena! “La mujer de la libreta roja” es una maravilla de la nostalgia a las órdenes de las letras. La habitan reminiscencias de Albert Cohen, algo de “El museo de la inocencia”. Recomendadísima. Gracias a la escritora/lectora de este blog.

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    • Muchísimas gracias a ti, Carlos, por tu comentario y por leer nuestras reseñas. Como bien saben los asiduos, nuestras reseñas no son un mero resumen del libro. Eso ya lo tienes en la contraportada. A mí me gusta escribir estos comentarios desde lo más profundo, dejándome llevar por lo que siento, Así que no puedo evitar sonreír cuando alguien lo aprecia. ¡Muchas gracias!

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  2. Me ha dejado… Cómo bien dicen un buen sabor de boca…una sonrisa en los labios y los deseos de fijarme en lo que llevo conmigo en mi bolsa casa día… Al igual que tú un libro siempre me acompaña y en esta ocasión me ha encantado encontrar esa similitud … Gracias x tu reseña. Te invita a leerlo.

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    • ¡Muchísimas gracias por tu comentario! Esta reseña ha sido una de las más sinceras que he escrito. Me gustó tanto el libro que solo tuve que dejarme llevar por mis sentimiento. Me alegro muchísimo de que te gustara el libro, a mí me encantó. Y espero que los libros que llevas en el bolso no sean demasiado gordos, porque sé lo que es cargar con ellos todo el día y pufff…. 🙂

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