Las posesiones, de Llucia Ramis

Las posesionesAllá por 2013 reseñé una obra que me pareció magnífica de una autora que no conocía, Todo lo que una tarde murió con las bicicletas, y hace unas semanas me sorprendí a mí mismo recordando aquella obra y preguntándome si habría publicado la escritora algo más que me hubiese pasado desapercibido en ese anárquico e inabarcable universo de novedades literarias que es el buzón de correo de quienes colaboramos en este blog. Y unos días después llegó el aviso de la publicación de Las posesiones, novela por la que me he sentido tan deslumbrado como en aquella otra ocasión.
No voy a decir que es una novela más madura en primer lugar porque es una obviedad, mal nos iría si la literatura no creciera con sus autores, pero sobre todo porque no quisiera trasladar la impresión de que la anterior no lo era. Para nada. No es probablemente madurez la palabra que busco, sí me ha parecido más caustica cuando se trata de sacar a pasear la mala leche, más divertida cuando se trata de hacer lo propio con el humor. Pero el poso de gran literatura, de estar ante una buena historia bien contada y que hace reflexionar sobre la actualidad y la sociedad en la que vivimos, eso no ha cambiado. Siempre estuvo ahí, en lo limitado de mi experiencia con esta autora a la que no conozco y de la que únicamente he leído estas dos obras. Me faltan las dos primeras y tampoco soy habitual del periódico en el que escribe, así que me encuentro en una situación bastante parecida a la de la independencia de criterio, lo que me permite minusvalorar mi tendencia a meter la pata, algo que sin duda haré de todas formas, cuando me ponga a valorar la obra.
Tiene Llucia Ramis un estilo que probablemente lleve a la confusión a muchos lectores en el sentido de que es muy natural, parece que te estuviera contando su vida, y poco a poco le va a envolviendo a uno en esa sensación de familiaridad que le hace correr el riesgo de olvidar que le están contando una buena historia. Y vaya si se la están contando. Las posesiones, título con el que la autora abarca una gran parte de las acepciones que la RAE le concede al término, nos hace, siempre desde las coordenadas de su universo narrativo (con el choque cultural con los belgas, entre otras cosas, ocupando un lugar destacado) una crónica del paulatino proceso de pérdida de nuestras raíces, que no las perdemos porque se nos caigan de un bolsillo y se nos extravíen sino porque las enterramos bajo toneladas de hormigón, las vendemos o sencillamente dejamos de sentirlas como algo importante o como algo nuestro. Las cosas que poseemos, singularmente los hogares, no se nos presentan como algo importante desde el punto de vista material o financiero, sino como lo que verdaderamente son, el recipiente en el que viven nuestros recuerdos, necesario a menudo para que no se pierdan. Sin ellos se derraman o se convierten en fantasmas.
Las posesiones es una crónica de la corrupción, de cómo afecta a las personas, de la frustración que a menudo implica enfrentarla. También nos narra la precariedad como estilo de vida de su generación, nos asoma a ese cuarto vacío en el que en algún momento los periódicos guardaban su alma, que ahora se ha perdido como tantas otras cosas. No sé si también se habrá transformado en una urbanización o habrán construido a su alrededor un muro desmesurado para ocultarla a la vista de los curiosos. O si simplemente, aburrida, se marchó.
Con su estilo personal, su final sorprendente, sus buenas dosis de intriga y sus no pocas reflexiones, Las posesiones nos cuenta mucho sobre esta sociedad en la que vivimos. No creo que sea necesario que les diga que me ha parecido un libro extraordinario aunque lo deba decir más que nada por gratitud, por el buen rato que hemos pasado juntos. Tampoco me voy a extender mucho en este punto, no vaya a ser que a la autora las reseñas le despierten sensaciones similares a las que los correos electrónicos de los admiradores digamos que especialmente insistentes, le suscitan a la protagonista. Uno es emocionado pero prudente.
Lean Las posesiones, verdaderamente es un gran libro y sin duda, pasado un tiempo, volveré a preguntarme si la autora ha publicado algo nuevo, porque tengo la sensación de que sus obras acompañarán nuestra vida durante mucho tiempo.

Andrés Barrero
contacto@andresbarrero.es
@abarreror

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