Los huevos fatídicos, de Mijaíl Bulgákov

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La labor de una editorial, yendo más allá de sobrevivir en un mundo donde las ventas de libros siempre parecen estar rozando el lodazal, es proporcionar a los lectores obras que, bien en su vertiente más clásica o más moderna, supongan algo distinto. Ediciones Nevsky, especializada en una de sus colecciones en literatura rusa, nos trajo hace ya un tiempo una nueva edición – revisada en su traducción – de El maestro y Margarita donde pudimos darnos cuenta que poco importa lo mucho que pase el tiempo, la profesionalidad sigue estando al alza en cuanto a editar libros se refiere. De ese éxito, vuelve Mijaíl Bulgákov a aparecer en nuestras vidas en una novela de dimensiones mucho más cortas, pero con elementos que harán que descubramos, de nuevo, por qué este autor fue tan importante en una época y en las que la siguieron. No deja de ser curioso, además, que de estas ediciones podamos descubrir muchos conceptos que creíamos olvidados y que, desgraciadamente, vuelven a la palestra con todas sus fuerzas. Al fin y al cabo, siempre se ha dicho que el ser humano tropieza más veces que nadie en la misma piedra y comete los mismos errores, una y otra vez. La labor editorial, o al menos una de ellas, es que nos demos cuenta de esos detalles. Y después, comprendamos que rescatar ciertas obras, es una obligación capital que muchos hoy en día han olvidado. Otros, afortunadamente, no.

El científico Pérsikov hace un descubrimiento que puede cambiar el rumbo de la sociedad. Pero no serán pocos los que lo vean como una amenaza o quieran apropiarse de él. Y es que en una época en la que la política deja exhaustos a los cuerpos y almas, la ciencia puede convertirse en un arma.

Hay reseñas complicadas. Esta es una de ellas. Los huevos fatídicos, a pesar de ser una novela corta, lleva dentro muchos conceptos que pueden observarse en pequeños detalles y para aquellos que gusten de este tipo de literatura. ¿Es un libro, por tanto, complicado? Puede serlo desde el punto de vista de contextualizar la obra. La literatura rusa, para aquellos que no sean conocedores de la Historia, puede hacer que la experiencia de la obra no sea la misma. Pero con todo eso, leer a Mijaíl Bulgákov es leer a un autor que siempre tiene algo interesante que proporcionarnos. En este caso, una ácida crítica a la ciencia, pero también a la política, llenando las páginas con secuencias dignas del mejor surrealismo, mientras vemos todo lo que en la época en la que fue escrito podría perpetrarse. Contemplamos muchas veces las lecturas como un simple elemento que nos evada de la realidad, pero en ocasiones, y esta lo es, nos permite encadenar nuestra realidad con la de aquellos que crearon pequeñas obras maestras que llegan hasta nuestros días, en una especie de viaje en el tiempo tan real como sorprendente.

Los huevos fatídicos no pretende ponernos las cosas fáciles. Y eso es algo bastante agradecido para un lector como yo. Leemos muchas veces sin percatarnos de las verdaderas dimensiones de una novela. Ni siquiera de las dimensiones de un autor. Mijaíl Bulgákov construyó un mundo propio y nos lo dejó como legado para que, hoy en día, pudiéramos disfrutarlo. Pero como bien hablaba al principio de esta reseña, lo más importante es que haya editoriales que, más allá de los criterios puramente comerciales, estén dispuestas a editar aquellas historias que creen que guardan la calidad suficiente para los lectores que les seguimos de cerca. Puede que esta no sea una novela al uso, que muchos conceptos nos parezcan anticuados, pero no hay que olvidar que, en otro tiempo, cuando la libertad de expresión no significaba nada. Leer debe convertirse en un placer y un aprendizaje. Y, con esta historia, se consigue todo eso, y mucho más.

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