Luces en el canal

Luces en el canal, de David Fernández Sifres

Premio El Barco de Vapor 2013

luces en el canalLos ojos miran, pero es el corazón el que siente. En la vida vamos caminando sin, muchas veces, prestar atención a las personas que nos rodean. Pensamos que tal persona no es de fiar, que tal persona se comporta de manera extraña, o que aquella persona que vemos a lo lejos no merece nuestra comprensión por el simple hecho de no vivir como nosotros. Pero las primeras impresiones resultan a veces engañosas. Y lo que a primera vista parece algo indeseable, en su interior resulta una historia extraordinaria, un modo de vida fuera de lo común, que se aleja de lo vivido y se acerca a lo sentido, por derecho propio. Hay historias que te reclaman desde el primer día que las ves. Es algo innato en los lectores. Quizá por eso, cuando descubrí “Luces en el canal” sabía que tarde o temprano mis manos acariciarían sus páginas. No me equivoqué. Porque a veces, cuando los ojos miran algo y el corazón las siente tan apasionadamente, es imprescindible conocerlas, acercarse, leerlas, y como nos sucede con las personas, cambiar nuestra opinión sobre ellas y descubrir que lo que guardan en su interior es una historia digna de ser contada.

Todo el mundo cree que el señor que vive en la barca es un ladrón, un monstruo, o algo peor. Pero Frits no. Este niño descubrirá que lo que esconden el señor de la barca y su mujer es una historia maravillosa de amor, de sueños por cumplir y de deseos de ser libres, aunque todo el mundo esté dispuesto a que no los lleven a cabo.

 

La literatura juvenil es mucho más que lo que nos han enseñado hasta ahora. Hace un tiempo, cuando comenzaba a preparar la sección infantil – juvenil de cada domingo, empecé a descubrir todo un mundo de historias que podían hacer al más adulto sentirse como un niño en un solo segundo. Sucede pocas veces, quizá demasiado pocas veces, pero el caso es que “Luces en el canal” te envuelve y no te suelta. Pero no de una forma dura, sino de una forma cálida, como en un abrazo que se alarga en el tiempo y que te deja un poso en el cuerpo en el momento de poner punto y final. Quizá por eso es el perfecto merecedor del Premio Barco de Vapor, y por eso estoy tremendamente orgulloso de haberlo leído. No sólo por el acompañamiento de las ilustraciones que acompañan, como el perfecto compañero de baile, a la historia, sino porque ésta es un canto a la libertad, un canto a la diferencia, un canto a los sueños que tenemos y que perseguimos, un canto a la necesidad de esta sociedad de mirar con otros ojos lo diferente, lo que no se circunscribe en lo que conocemos. Siempre me han gustado aquellas historias que nos enseñan que lo que se escapa a nuestra comprensión encierra en realidad el miedo a que nuestras vidas cambien. Será por eso que he comprendido al señor Dussel, al señor de la barca que busca su lugar en el mundo, su sitio en una realidad que intenta empujarle fuera a toda costa, consiguiendo al final la libertad y el amor que tanto había querido encontrar. Porque muchas veces, eso es solamente lo que pretendemos: ser felices, de la mejor forma que sabemos.

¿Cómo se llega a una historia así? Por corazonada quizá, o porque SM tuvo a bien hacerme un regalo que jamás podré olvidar. El autor David Fernández Sifres, desconocido para mí, ha conseguido que recupere, por unos momentos, esa sensación que tenía cuando abría un libro por primera vez, allá por los años en los que la literatura empezaba a caminar junto a mí, y descubría historias extraordinarias que me hacían pensar, que me hacían querer ser como los personajes, y que incluso me hacían querer escribir, una y otra vez, mis propias historias, creándolas desde la nada, y convirtiéndolas en aquello que siempre me había gustado: libros con los que soñar, con los que vivir, con los que sentir.

Esta historia no es una más. Al menos, no para mí. Porque gracias a ella comprenderemos lo importante que es ser libre de nuestras propias ataduras, conoceremos los ojos soñadores de un niño que encontrará un amigo para toda la vida, entenderemos que mirar no es lo mismo que ver, y que siempre habrá alguien que nos demuestre, como sucede en “Luces en el canal” que imaginar historias es imaginarse la vida, enmarcada en un libro que se puede convertir en un sueño. Así de mágica es la literatura.

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