Microterrores, de Diego Palacios Marxuach

MicroterroresEscribir un microrrelato es muy difícil. Siempre se lo digo a mis alumnos de cuento, que me miran ojipláticos y me dicen “¡pero si es corto!”. Ya, por eso. Justamente por eso, porque la literatura no va a peso ni a número de palabras, por eso es difícil escribir un micro. Aquí la máxima de “menos es más” funciona y debes resolver toda una historia en el mínimo espacio posible. Los microrrelatos, además, son muy peligrosos porque, como se han puesto de moda y la gente los escribe como churros, nos pueden hacer quedar como paletos. “Oh, ¿tú también escribes microcuento?” puede decirnos ese señor raro de Twitter que cree que escribe micros pero que en realidad inventa chistes (malos) y frases medio ingeniosas.

Por eso cuando hace unos meses Diego Palacios me dijo que estaba trabajando en un libro de microcuentos me puse en guardia. ¿Sería otro libro de microcuentos? ¿Una recopilación de pseudotuits-chistes-malos? ¿O sería de verdad un libro de micros? Pues, amigos, mis reticencias eran injustificadas. Microterrores es un buen libro de microrrelatos, que destaca sobre el ruido que nos rodea. Y os contaré porqué.

Para empezar, el título: Microterrores. Es un título transparente porque Palacios ha venido a jugar con nuestro inconsciente colectivo y nuestras referencias culturales para crear un libro inquietante, con un regusto a las películas de terror que veíamos cuando éramos adolescentes (y no tan adolescentes). El proyecto de la bruja de Blair, La matanza de Texas, La noche de los muertos vivientes, pero también Entrevista con el vampiro o El resplandor… Hay relatos en Microterrores que te llevan a todas esas referencias y muchas, muchísimas más que seguro que se me han pasado por alto.

En ese sentido, Palacios tiene un universo propio en la cabeza y nos sumerge de lleno en él, relato a relato, línea a línea. Psiquiátricos, bosques, brujas, vampiros, innombrables criaturas de ojos rojos, psicópatas que te susurran al oído, zombis, gánsteres dignos de Sin City o simplemente el silencio antes del golpe. Todo eso está en el libro, en relatos de menos de media página construidos entorno a lo no dicho, como todo buen micro, y que nos hacen mirar por encima del hombro o ponernos tensos cuando oímos un ruido en la escalera.

Por otro lado, Microterrores es un libro que se lee en apenas una tarde, pero que lees varias veces, marcando los cuentos que más te gustan. También, por supuesto, puedes leer un cuento por aquí y otro por allá, en el metro o antes de dormir. Aunque esta última no es una opción muy recomendable, porque os puedo asegurar que, una vez lees un cuento, se produce el efecto Pringles y vas enlazando con el siguiente hasta que te das cuenta de que te has leído la mitad del libro y te has pasado de parada. Y eso, señores y señoras, también es muy difícil de hacer.

Antes de cerrar esta reseña que ha acabado siendo más larga que la mayoría de los relatos del libro, quería hacer dos últimos comentarios.

El primero es que lo único que puedo echarle en cara al autor es que veo un potencial no aprovechado en muchos de los cuentos, que podrían haberse limado hasta convertirlos en auténticas joyas. Una frase menos por aquí, un adjetivo que sobra por allá, un orden más meditado… Pero he de confesar que aquí es la profesora quien habla. Leyendo Microterrores, mi yo-profe se ha frotado las manos pensando en lo que podría haber sacado de ese material.

El segundo es sobre la edición. Quiero felicitar al editor por la cubierta, que plasma muy bien la sensación que dejan los relatos del libro. También por el libro en sí, trabajado y profesional. Estoy segura de que 2018 será un buen año para todos nosotros, en Libros y Literatura.

Así que nada más. Leed Microterrores y veréis que Palacios tiene algo más difícil de encontrar de lo que se cree: un estilo propio y buenas historias que contar. Espero poder leer muchas más.

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