Mis primeros primeros besos

Mis primeros primeros besos, de Lyona

mis primeros primeros besosBesar es como la vida. Juntamos los labios, movemos las lenguas, se nos eriza la piel y después, si ha ido todo bien, lo contamos a la gente que nos es más cercana. Y así es como vamos pasando los días, juntando besos, uniendo palabras, traspasando saliva y llenando de aire los pulmones de la otra persona. Nos besamos, nos intuimos y después convertimos en relación o no algo tan pequeño como que dos labios se junten y conviertan un momento que parecía aburrido en otro que, al menos, parece diferente. Me gusta besar, compartir ese instante con la persona que lo merezca, con personas desconocidas que me han sugerido algo, con amantes que llevaba esperando mucho tiempo, o con las personas que nunca volverán a nuestra vida pero que se convierten en importantes en el mismo momento en que nuestras miradas se cruzan. Besar, un beso, un simple roce de labios, o tal vez besos con una fuerza que nos echa por tierra. Mis primeros primeros besos es un regalo en forma de libro, la historia de una mujer que besó a aquellos hombres que significaron algo o no significaron nada, o quizá lo significaron todo, tanto, como para construir un libro que es un paseo por los besos y por las caricias, por la vida que entregamos y la que nos devuelven hecha trizas, por todas y cada una de las personas que conocimos, que desaparecieron y que, como no podía ser de otra forma, se convirtieron en parte nuestra. Esa es la magia de los besos.

 

A Lyona la conocí con otro libro, y desde entonces algo me decía que aquello que volviera a escribir caería en mis manos como si no hubiera otro remedio. Así fue como, al ver que salía a la luz Mis primeros primeros besos el corazón empezó a palpitarme a toda leche y supe que era obligación leerlo. Es así, no puedo decir otra cosa. Y es que si uno intenta hacer memoria de aquellos libros que hablen de besos, de relaciones, de cómo dos bocas se juntan creando una historia, pocas veces aparecerá algo como lo que aquí se cuenta. Porque es verdad, muchas veces nos arrepentimos de los besos que regalamos, pero en el fondo forman parte de nuestra historia, de nuestra vida, de la existencia misma, y en eso radica lo bonito de la historia que encierra este libro, en poder sentirnos identificados mientras los capítulos van pasando y nos damos cuenta de lo idiotas que somos a veces con los besos, con el amor, con las ideas que se cruzan en nuestra mente y se convierten en relaciones fallidas, en relaciones que no van a ninguna parte pero que sin embargo lo implican todo porque las hemos compartido con alguien. Son los besos, además, la parte tangible de algo que se crea y se destruya, que permanece en el tiempo, y se convierten en pequeñas historias que contar, que narrar, que dibujar, con sentido del humor o con simple melancolía pero, al menos, sirven para algo. Hay que hacer más caso a los besos, disfrutarlos, sentirlos, porque aquello que se cuente después de darlos será aquello que podamos recuperar en la memoria una y otra vez, sin miedo a pensar que lo que vivimos fue algo prescindible.

Me gusta los besos, y me gusta Lyona. Quizá por su sencillez a la hora de contar las cosas, quizá porque es una enamorada del amor como yo y lo vive con la misma intensidad con que se viven esos instantes previos a que dos labios se junten, o quizá, simplemente, porque navegar a través de su libro es una de esas experiencias que deberían ser obligatorias para todas aquellas personas que han sentido alguna vez. Vivir, besar, acariciar. Tres verbos, tres instantes, y cuando la vida ya nos demuestra que sigue su curso, leer Mis primeros primeros besos como si fuera un viaje al pasado por el que se cuelan aquellos que fueron parte de nuestra vida, siendo parte de nosotros, y convirtiendo uno mismo de esos verbos, el de besar, en una pasión que se escurre entre los dedos. Los besos tienen vida, se mueven, van de un lado a otro repartiéndose entre las bocas, entre los cuerpos, llegando incluso a desarrollarse convirtiéndose en algo más, en un principio sin final, en una brújula que seguir para que no nos perdamos. Hay que besar, hay que besarse, hay que combatir labio contra labio, y después suspirar, como se hace en este libro. Suspirar por los besos que no damos, por los besos que se han escapado, por aquellas vidas que pasan por nuestra garganta y nos animan a seguir intentándolo. Porque los besos que hay en este libro son de todos los tipos. Y además, ¿quién dijo que besar era fácil? Al fin y al cabo, ¿no son todas las experiencias nuevas difíciles de comprender?

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