Niños en el tiempo

Niños en el tiempo, de Ricardo Menéndez Salmón

La infancia dura poco, pero dura siempre

Niños en el tiempoAfortunadamente, Niños en el tiempo es una novela de Ricardo Menéndez Salmón porque si hubiese sido escrita con un ápice menos de talento del que rebosa de cada línea que él escribe más allá de ser una obra mejor o peor habría sido una canallada. Porque la situación emocionalmente tan extrema en la que el lector se coloca, en justa correspondencia a la de los personajes, no es justificable si no lo es desde el punto de vista de unos valores literarios tales que mantengan en pie no sólo al libro, sino al lector. Y niños en el tiempo los tiene, en calidad literaria es generoso, tanto como en capacidad de excitar la empatía o mover a la reflexión. Como siempre, la precisión en el uso del lenguaje de la que hace gala Ricardo Menéndez Salmón es admirable en grado de knock out, como siempre, su valentía para afrontar los temas más difíciles es digna de todo elogio, y como siempre, su profundidad psicológica y su capacidad para mover a la reflexión más allá de la historia que cuenta convierte el disfrute de sus libros el algo más que lectura. Pero niños en el tiempo, además, es tan extraordinariamente emocionante que, si me lo permiten, es incluso peligrosa. Obliga a una lectura pausada, cada página requiere de un proceso de maduración o de digestión que convierte esta lectura en una experiencia muy particular.

Escucha la obra, ignora al intérprete

Tres partes de un todo que aunque conectadas son aparentemente independientes (aunque no lo sean en absoluto). La primera, una demoledora reflexión sobre el amor cuando se vuelve autodestructivo, coloca a los personajes y al lector en el centro del drama íntimo más terrible concebible y lo hace de tal forma que sin la paciencia suficiente resultaría imposible que las otras dos no resultaran eclipsadas. Sin embargo el giro argumental de la segunda parte es tan radical por un lado y tan brillante por otro que permite que se obre el milagro de forma tan sorprendente como eficaz. Vista la imposibilidad de recuperar la vida perdida del niño, Menéndez Salmón se enfrenta al reto de recuperar no al niño sino la infancia. Enfrentar la recuperación de una infancia como método de superar una infancia perdida es el reto del personaje y del escritor, ya que a lo largo del relato existe una reflexión de fondo sobre el papel del escritor en relación a la vida muy interesante. Y puestos a recuperar una infancia, ¿qué reto más apasionante, al tiempo que difícil, que recuperar la de quien la perdió porque su vida adulta, su vida adulta como Dios, la eclipsó hasta hacerla desaparecer, hasta hacerla inconcebible? El segundo niño en el tiempo de Ricardo Menéndez Salmón es Jesús, pero un Jesús niño y no un futuro Dios. Y un niño marcado por la desgracia, además.

Nombrar el mundo. Hacerlo con ternura. Ayudar a que un niño descubra los objetos, sus aristas, la plétora de lo vivo.
[…]Hay que hacerlo. Tenemos que regalarle una infancia a este niño. Cómo, si no, alguien podrá un día creer en él. De qué hablan esos amanuenses, qué palabras vacías pronuncian, si ninguno mencionó jamás cómo le dolían los dientes, de qué color eran sus deposiciones, quién le hizo su primer rasguño.

La tercera parte cierra el círculo. Si no trata de conseguir lo imposible, recuperar la vida, sí trata de colocar la vida en su sitio, darle su papel. Una vida ida no se compensa con nada, ni con otra, pero sólo un nueva vida puede abrir unos ojos cerrados por la muerte ajena, la vida del que se fue no vuelve pero la propia que se marchó con ella, o se transformó, o sufrió una muerte más lenta y larga, sí no volver sí puede al menos despertar o recordarse si es sacudida por las fuerzas adecuadas.

Niños en el tiempo es uno de esos libros que no se pueden conocer más que leyéndolos, al igual que hay experiencias que no se pueden conocer sino viviéndolas. Por honesta que trate de ser una reseña no puede cumplir en determinados casos su función principal, que es la de presentarle el libro al hipotético lector, y es así porque esta historia de Ménendez Salmón sólo tiene sentido en las palabras de Menéndez Salmón, y sólo en las escritas y no en otras. Acérquese a una librería, hojeelo, y decida. Créame, no necesitara muchas frases para tenerlo claro.

Andrés Barrero
andres@librosyliteratura.es

 

 

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