No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas

No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, de Laura Norton

no culpes al karmaLa Ley de Murphy dice que si hay probabilidades de que algo salga mal, saldrá mal y así es como vamos encadenando nuestra vida lectores. Que si un error por aquí, que si un acierto por allá, que si ya después se vuelve a fastidiar todo y tienes que aprender, porque si no aprendes, estás más en el hoyo que antes, y que después de todo hay que ver la vida con una sonrisa, con una amplia no os creáis, porque sino no vale de nada. Y luego, como por arte de birlibirloque, aparece otra teoría, la del karma, la de ese puñetero fantasma al que yo todavía no he visto, pero que te dice que si haces las cosas bien, que si ayudas a los demás, lo que se te devolverá serán cosas buenas, bonitas, casi es hasta posible ver a un unicornio volando y pedirle algún que otro deseo. Y nos agarramos a un clavo ardiendo oye, y le echamos la culpa de todo al karma, que él en su casa debe estar bien calentito y riéndose de nosotros, por pardillos. Y sabemos además que lo que nos pasa es porque nosotros nos lo buscamos, pero qué más da, si es mejor echarle tierra a otro, total, no se va a quejar porque él no habla, sólo actúa, te devuelve las cosas buenas o malas. Si no, que se lo pregunten a la protagonista de No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas que no sé si alguien le habrá echado un mal de ojo, pero oye, que le pasa de todo, pero se te pone una sonrisa tonta en la boca cuando lo lees, porque eso mismo te ha pasado a ti, bueno, vale, quizá no igual, pero algo parecido sí. Y tú vas leyendo y vas diciendo que sí que sí, que esto que estoy leyendo yo lo he vivido, que esto me ha pasado a mí y que… Un momento, ya me estoy adelantando y esto sólo es la introducción. Tendréis que esperar al siguiente párrafo, que me estoy viniendo arriba…

No conozco a Laura Norton, o al menos no físicamente, ni me he tomado nunca un café con ella, pero de alguna forma es como si me hubiera escuchado alguna de esas tardes en las que me da por llorarme a mí mismo y decirme todo lo infame que ha habido en mi vida. Ya sabéis, esas tardes – de domingo casi siempre – en las que uno piensa mucho, pero actúa poco o nada y se queda lloriqueando en algún rincón. ¿Por qué digo esto? Porque según iba leyendo No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas iba dándome cuenta, tras la risa más contagiosa o el suspiro por un amor que no llega nunca, o que llega pero tarda, como casi todas las cosas buenas, que estaba ante algo tremendamente divertido, honesto, que transpiraba placer lector por los cuatro costados de la página y que me dejaba esa sensación de estar viviendo la vida de la protagonista, de una Sara que intenta cambiar su vida y que se le vuelve todo del revés, desde su novio de toda la vida hasta el más mínimo detalle, sin haberlo pretendido. Supongo que así es como debe sentirse alguien que lee algo con gusto, con ese sentimiento de no tener que dar explicaciones a nadie y que devora la lectura haciendo que una historia, una novela, le dure un solo día.

¿Qué necesita un lector a cada momento? Pues ni yo mismo lo sé, y sería absurdo intentar responderla de una forma inteligente. En estos momentos, yo, necesitaba una lectura como No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas porque necesitaba evadirme, porque necesitaba encontrar un pequeño sueño atrapado entre las páginas de un libro, porque necesitaba entretenerme, reírme, soltar esa lagrimita al final de un libro, y cerrarlo pensando que ojalá haya una historia de amor así en algún punto del planeta – y que me toque a mí, aquí cerquita, al lado de mi puerta vaya, ya que estamos pidiendo, pero nunca al karma -. Se escucha mucho por ahí que lecturas como la de Laura Norton son coto privado para mujeres, que los hombres no acaban de disfrutar de este tipo de lecturas porque… porque… en realidad son razones absurdas que nada tienen que ver con lo que pasa en realidad. Yo no me avergüenzo de nada, de ninguna de mis lecturas, y menos de esta que ha conseguido que sonría, que en mis tardes de fiebre y en mis noches de no poder dormir, me ha abrazado de alguna manera para que no me sintiera tan poca cosa.

Hay una máxima que siempre me ha gustado subrayar cuando se trata de hablar de un escritor que me hace sentir lo que ha escrito: se nota que lo ha escrito con la pasión, con ese sentimiento que se impone cuando alguien crea algo, cuando da a luz a su criatura y la enseña al mundo con orgullo. Y eso se nota aquí, en cada palabra, en ese movimiento y velocidad en la lectura, en ese pasárselo bien mientras vas pasando las páginas. Puede que eso sea lo más importante de esta novela para mí: consigue que nos olvidemos que estamos en un libro porque, no seamos ingenuos, lo que aquí se cuenta nos puede pasar a todos, aunque a veces el karma sea tan puñetero que no nos lo deje ver.

1 comentario en «No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas»

  1. Me disponía a escribir una reseña sobre el libro que me acababa de leer, pero antes,como siempre hago me he puesto a indagar por internet para ver las opiniones del resto de lectores y así he dado con tu blog y con tu reseña.
    No puedo estar más de acuerdo con lo que dices. Yo también necesitaba un libro como éste para reír, emocionarme y devorar una página tras otra mientras me transportaba al mundo de Sara.
    Llaman a esto “literatura ligera” por lo rápido que se lee y lo poco intrincado de su trama, pero ¿qué quieres que te diga? Yo creo que este tipo de libros también son imprescindibles en nuestra vida de lectores/as, y sí, también digo lectores, porque como tú, pienso que este libro también puede disfrutarlo un hombre. Lo de “lectura para mujeres” me parece un término absurdo y creo que deberíamos dejar estas discriminaciones y tonterías a un lado, sobretodo cuando se trata de leer un libro.

    Muy buena reseña.
    Saludos.

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