Oogiri, de NisiOisin

 

OogiriLlevo un tiempo llamando narrador a cualquiera que me cuente una buena historia. Ésta no tiene que cumplir muchos requisitos. Ni siquiera tiene que ser original. Siempre elijo aquellas que me llevan a un lugar en el que nunca he estado. O si resulta que ya conocía dicho lugar, espero una reconfiguración que le otorgue una nueva interpretación a lo que yo creía válido o bueno. No importa el medio. Sinceramente. Da igual que los herederos de McLuhan interpongan una querella contra mí. El medio no es el mensaje. La ortodoxia en la que vivo en términos de ficción, autoficción y nuevas narrativas me ratifica en mi planteamiento. Con toda esta perorata sobre mí vengo sólo a decir que he vivido historias procedentes de un videojuego con la misma intensidad con la que un libro me ha expuesto su verdad última. Cine o televisión. Cómic o slam de poesía. No soy capaz de distinguir qué está sucediendo a la hora de entender aquella narrativa que avanza hacia mí de forma imparable. Justo así lo entiendo yo. Justo así me metí a leer las historias cortas de Oogiri, una selección de ficciones breves guionizadas por el último de los narradores que he sumado a mi lista de indispensables. Y es que NisiOisin es un tipo con el que nunca sabes por dónde te va a salir. Y porque aquello que te está contando nunca sucede en la dirección en la que estás mirando. Creador de una saga de novelas ligeras que ha obligado a todos los japoneses a memorizar su extraño nombre, lo que nos ha llegado por estos lares es su aportación en cuanto a manga se refiere. La traducción por parte de Norma de esta recopilación de historias cortas es todo un milagro de logística e inspiración. Si después de todo este párrafo no te ha quedado claro que estamos ante un tipo realmente bueno en lo suyo, debería colgar el hábito y marcharme de aquí.

De qué van estas historias. ¿Por qué estoy trayendo colegialas medio locas y con ojos grandes a un sitio serio como éste? La respuesta es cuanto menos intrigante: la moral. ¿Cuánto hace que no te paras a pensar en este término por un momento? ¿Cuánto hace que olvidaste la diferencia entre ética y moral? Lo que está bien para uno mismo. Lo que es humanamente válido. Todo ese mejunje que te retrotrae a los años de catequesis, vuelve aquí, a estas historias, con un aire potente, renovado y totalmente inapropiado. Y es que si pudiese meter todo lo que aquí se cuenta en un mismo cajón, la etiqueta que le estamparía para identificarlo sería “Maniqueísmo en entredicho”. En la primera incursión, La chica de la caja, el protagonista debe poner a prueba su autocontrol a la hora de utilizar una misteriosa caja que puede darle todo lo que quiera. El conflicto surge cuando lo único que quiere es proteger a la propietaria de dicha caja, cosa para la que el enigmático objeto no tiene respuesta. La posibilidad de saltarse todos las buenas acciones con un medicamento que te permite la entrada en el Cielo de manera automática pone a los personajes de RKD-EK9 contra las cuerdas porque ¿merece la pena morir por un supuesto mundo mejor cuando no hay constatación de ello? Conflictos morales que te hacen cuestionarte como lector qué harías tú en su lugar. ¿Utilizarías un mecanismo para que alguien se enamorase de ti si supieses a ciencia cierta que eres el mejor candidato? ¿Renunciarías a un deseo concedido si tienes la capacidad de ver el lado contraproducente de cualquier uso de dicho deseo? ¿Formarías parte de una alianza basada en una amistad fingida con el fin de poder hacer lo que te plazca sin que nadie te juzgue por ello? La lista suma y sigue durante las nuevas narraciones que contiene la obra. Mención especial a mi historia favorita, ¿Hasta qué nivel eres capaz de matar? cuyo planteamiento dejará con la boca abierta al más escéptico de la sala. No diré más para no desvelar ninguna de las sorpresas. Pero sin duda, es la que deja más claro el hecho irrefutable de que NisiOisin pone patas arribas los preceptos básicos de la bondad humana.

En cuanto al apartado gráfico de la obra, debo hacer una concisión. Y es que el autor guioniza, pero no dibuja sus historias. Para dicho propósito se ha aliado con nueve dibujantes de distinto recorrido, capaces de sorprender y poner en imágenes las ideas asalvajadas del autor que nos ocupa. Desde el realismo de Aiji Yamakawa, pasando por el desenfado de Teppei Fukushima o el preciosismo hipnótico de Akihisa Ikeda. Todos hacen un trabajo digno de admiración aunque cada uno tenga una vertiente radicalmente diferente a la del resto. Sin embargo, sirve como repaso para ver cómo la temática puede vehicular un conjunto de historias incluso cuando el apartado visual juega en direcciones totalmente antagónicas. Divertido, irreverente y con la capacidad de hacerte cuestionar planteamientos que dabas ya por sabidos. Una auténtica bomba de relojería con la capacidad de hacer saltar por los aires tu sistema de valores, algo que puede ser necesario después de todo.

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