Vamos a partir de la base de que no tengo hijos. Ni siquiera hermanos. Pero he sido adolescente y es una época que recuerdo muy bien. Yo nunca fui una chica conflictiva. En mi Madrid natal, solo salía por el barrio los fines de semana y como mucho iba a alguna discoteca con horario light. Nunca he tonteado con las drogas y los estudios siempre han sido mi prioridad. Mi madre era como mi mejor amiga y siempre le contaba todo lo que hacía o las dudas que tenía sobre algo. Así que ella podía dormir relativamente tranquila, sabiendo que podía confiar en mí. Por suerte mis amigas eran más o menos como yo, todas con sus más y sus menos, aunque ninguna tenía esa relación tan especial que tengo yo con mi madre. Pero al fin y al cabo todas iban a clase, hacían los deberes, iban pasando de curso y tenían metas en la vida.
Pero también hay adolescentes que no son así. Que son caprichosos, cabezotas, demasiado inquietos y desobedientes. Javier Urra, psicólogo navarro harto conocido —y también profesor de mi mejor amiga Lucía, que tuvo la suerte de tenerle como docente— lleva muchos años escribiendo tratados sobre cómo educar a los niños y a los adolescentes o, más bien, como sobrellevarlos. En Primeros auxilios emocionales para niños y adolescentes, nos enseña una serie de recursos y herramientas que los padres deberían usar si quieren que sus hijos no se conviertan en pequeños dictadores. Pero también les enseña a cómo lidiar con un chico que sufre acoso escolar, que tiene problemas alimenticios, que tontea con las drogas o que está enganchado a las nuevas tecnologías.
Ser padre debe ser muy difícil, pero ser adolescente lo es todavía más. Cuando tienes dieciséis o diecisiete años, todavía no has encontrado tu lugar en el mundo (no lo he encontrado yo que voy camino de los veinticinco… como para encontrarlo siendo un teenager). Los caminos fáciles parecen una buena opción y las metas a largo plazo parecen inalcanzables y costosas. ¿Para qué estudiar una carrera si fulanito no estudió y gana un sueldazo? ¿por qué no tomar cocaína o marihuana, si soy capaz de dejarlo cuando quiera? ¿por qué no vomitar después de comer si la sociedad no va a aceptar mi cuerpo? ¿por qué no acosar a ese chico diferente del instituto, si a nadie le importa? Ser adolescente es muy difícil. Hay tentaciones en cada esquina y las hormonas no ayudan precisamente a escoger los caminos adecuados.
Este libro lo conocí por mi tía. Ahora mismo tiene dos niños, de tres y cinco años, pero sabe que tiene que estar preparada para lo que venga. Sabe que no puede cerrar los ojos o mirar hacia otro lado mientras sus hijos se destrozan la vida. Sabe la realidad que hay en la calle. Sabe que la mayoría de niños empieza a beber a una edad que suena hasta ridícula. Sabe que hay un porcentaje demasiado alto de chavales que dejan los estudios. Y sabe que hay otros que acaban por pegar a sus propios padres. Por eso ella se está preparando y cuando vi en su casa Primeros auxilios emocionales para niños y adolescentes no pude evitar leerlo, por la curiosidad que me generaba.
Yo no sé si tendré hijos algún día, aunque sí es una cosa que entra en mis planes. Y no sé si seré capaz de lidiar con un adolescente que no encuentra su lugar en el mundo y que me verá como su mayor enemigo. Pero lo que sí haré será mirar al problema a los ojos y decirle: “a ver, que yo también fue adolescente una vez. ¿Qué tienes preparado para mí?”.