Seis años que cambiaron el mundo

Seis años que cambiaron el mundoLos Seis años que cambiaron el mundo, según Hélène Carrèrre D´Encausse y diría que según cualquiera a quien se le preguntase al respecto, son los comprendidos entre 1985 y 1991 y si en este momento no termina de caer en la cuenta de los motivos de ese cambio gustosamente les indico el subtitulo del libro: la caída del imperio soviético. Mal que bien muchos de los hechos que recoge este magnífico libro son conocidos, otros muchos no o al menos no para el gran público, pero el mérito de Hélène Carrère está no tanto en descubrir secretos (que también porque algunas de las cosas que cuenta las supo por conversaciones directas con los protagonistas o sus colaboradores más cercanos) como en ser capaz de mostrarlos ordenadamente y de forma tal que se obtenga una visión de conjunto al tiempo que se entra en el detalle. Y dirán ustedes que es lógico, que ambas cosas las pretende cualquier ensayo que se precie, pero es que se trata de una cantidad de actores y de hechos relevantes que probablemente sea uno de los mayores retos de la divulgación histórica. Por decirlo de forma gráfica, imaginen que compran un puzle y cuando les llega a casa tiene tres camiones de piezas. Pues la autora lo completa y parece una fotografía. Este libro hace a la vez dos cosas aparentemente contrarias, a saber, lograr transmitir la inabarcabilidad del escenario y abarcarlo, comprenderlo y explicarlo con claridad.

Aunque el objeto del libro es la desintegración de la URSS, narrativamente funciona muy bien como biografía de Gorbachov y Yeltsin, personajes ambos de un gran peso histórico, pero de un peso literario aun mayor. Y Seis años que cambiaron el mundo permite ese ejercicio de empatia inseparable de la literatura que es tratar de comprender a los protagonistas, ponerse en su lugar. Hay en el libre suficientes pinceladas biográficas como para que el lector sea incapaz de meterse en su piel. Y no es una piel cómoda, dudo que haya habido en la historia dirigentes, especialmente Gorbachov, que hayan tenido que hacer frente a más cosas a la vez y de mayor calado que ellos. Además de ilustrar la inusitada relevancia que pueden llegar a tener las relaciones personales no ya en la política sino en la historia. Diría que es algo de lo que deberíamos aprender una o dos cosas en nuestro país.

El inicio del declive (otra cosa de la que sacar alguna lección que otra) de la URSS es probablemente menos complicado de interiorizar que el proceso en sí mismo, las consecuencias de la gerontocracia y, sobre todo, el triunfo de la mediocridad deberían ser bien conocidos, aunque ni lo eran entonces ni están cerca de serlo ahora por lo que se ve. Sin embargo el relato a partir de Gorbachov es apasionante, trepidante porque lo sería incluso si se narrase en tiempo real, y la combinación del interés histórico con la el fluido ritmo narrativo se traducen en una obra de una relevancia más allá de lo habitual.

Si hablo de un plus de relevancia lo digo por su vigencia. Todo el libro pero especialmente la parte centrada en Borís Yeltsin explica la Rusia actual, desde las privatizaciones (y el surgimiento de las oligarquías y las mafias) al Chechenia, desde Afganistán a Crimea. Temas abiertos que no se cierran una vez lo hace el libro y que puede uno seguir con sólo abrir un periódico. También es un buen recordatorio de los peligros de los nacionalismos, y lo es en el que probablemente fuera el escenario con más diversidad étnica de la historia.

Finalmente da pie a ese ejercicio tan entretenido que es la ucronía, porque Hélène Carrère no lo hace pero al lector le resultará imposible preguntarse qué habría pasado si las cosas hubiesen sucedido de otra manera, cómo sería nuestro mundo si los seis años que lo cambiaron lo hubiesen hecho por otro camino o no lo hubieran hecho en absoluto. Les dejo con el entretenimiento, eso sí, les recomiendo que si se ponen a ello lo hagan después de haber leído Seis años que cambiaron el mundo. Lo harán con mucho mayor conocimiento de causa.

Andrés Barrero
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