Twist, de Harkaitz Cano
Afuera es de noche, la ocasión lo merece.
Y así es como empieza lo que podría describir, sin temor a equivocarme, sin el temor que nos atenaza cuando tenemos que hablar de algo tremendamente bueno, como una de las mejores lecturas en lo que va de año. El mundo es un lugar aterrador, hay lobos ahí fuera compañeros, y este libro nos los muestra, porque no hay peores lobos que los que nos comen por dentro, no hay peores lobos que, con nombre y apellidos, con caras y sombras, nos visiten por las noches y nos atemoricen de por vida. Porque son los remordimientos los que viajan, enfundados en una mochila que nos cargamos a la espalda, son los secretos, los actos que cometemos, los que nos persiguen allá donde vayamos, y que en Twist aparecen como en un cuadro, de un pintor que trazo a trazo nos demuestra que el ser humano es violento, es fruto de las peores decisiones, es un animal que pierde su lugar, que pierde su nombre, siento bautizado de nuevo por los avatares de la vida, por el terrorismo que se inmiscuye en algunas vidas, y que lo hace volar todo por los aires, como una bomba que se pega al cuerpo y explota en los momentos más significativos. Y es que los lobos que nos quieren comer, no se detienen nunca, por mucha carne que hayan comido antes.
Diego Lazkano es un hombre atormentado por la desaparición y muerte de sus dos amigos, Soto y Zeberio. A raíz de ese acontecimiento, su vida girará en torno a los remordimientos, a la culpa de no haber hecho nada por ellos, y a darse de bruces contra la vida que sigue avanzando a su alrededor, y que él ve como si estuviera ciego. Porque hay fantasmas que no deberían salir de los castillos donde están presos, ni nadie debería cortar sus cadenas para que salieran a la luz.
En ocasiones, cuando vamos observando la vida desde las páginas de un libro, nos damos cuenta del poder que pueden tener las palabras en el lector. A veces son como una caricia, otras son como un pequeño río que nos va llevando a un lugar mejor, y otras veces, son como un puñetazo directo a la boca que hace que salten todos los dientes, en muchas direcciones. El principio de Twist es así, y deja marcas en los ojos del lector, pretendiéndolo, haciéndonos sentir lo que se cuenta, un secuestro, un asesinato, que a nada que tengamos memoria nos recuerda a otro secuestro, a otro asesinato, a otro momento de nuestra Historia que alguien batalló por no sacar a la luz y que, una vez conocido por todos, se convirtió en uno de esos pozos negros que, mal que nos pese, nos hizo darnos cuenta de la negrura de algunos corazones de esta, nuestra humanidad. Harkaitz Cano nos cuenta una historia de héroes, de héroes que no lo son porque en realidad la mierda ha llegado a sus vidas para quedarse, para inundarlo todo con alcohol, con remordimientos, con recuerdos de una vida, quizás no mejor, pero sí diferente, y que hacen que sus personajes caven sus propias tumbas con las manos, ensangrentadas las uñas para poder destruir los fantasmas que les han ido persiguiendo desde entonces. Así es la Historia cuando se nos cuentan episodios, contextos como el que nos ocupa, vivencias que, para una persona norteña como yo, tienen un especial calado, por haber vivido aquella época, por tenerla en mente, por haber sufrido o haber comprendido que el mal, en ocasiones, tiene una doble cara que es difícil de ver.
La existencia, la vida, la edad de una persona, se puede contar por las veces que se ha arrepentido de algo. Y aunque entre seres atormentados anda el juego en Twist encontramos un rayo de esperanza cuando no debería haberla, cuando nos encontramos tan inmersos en la historia que vamos comprendiendo cómo la vida de Diego Lazkano no es como debiera ser, como en un cuento oscuro, como aquellos cuentos que se guardaban en el cajón de las miserias, y que pugnaban por salir, que peleaban con nosotros llamándonos desde lejos. Ser no es lo mismo que estar, y como siempre, ser es mucho más importante que estar, que encontrarse en un sitio, en un sitio equivocado, en el momento equivocado, aunque los ideales sean algo legítimo, algo con lo que se vive (y se muere). Y aquí no se vive sin entregar nada a cambio, lectores, aquí todos nos jugamos el tipo, aquí todos tendremos que ser valientes para vivir una vida que más se parece a un estercolero, que huele desde hace kilómetros, porque el ser humano guarda en su interior los secretos que nadie debe saber, pero que al final se acaban sabiendo. En eso nos hemos metido aquí, en un mundo asolado, en un mundo que intenta regenerarse, y en el que Harkaitz Cano nos introduce, de la mejor manera posible, porque lo hace sin anestesias, sin palabras bonitas, porque la vida, como el terrorismo más duro, es un lugar en el que todos, absolutamente todos, tenemos una bomba a punto de estallar en nuestro interior.