Una verdad delicada

Una verdad delicada, de John le Carré

una verdad delicadaLa imagen que viene a la mente cuando oímos hablar de espías al servicio de la Reina de Inglaterra es la de un James Bond, agente 007, trajeado y elegante, que siempre sale airoso de las peores situaciones. Es lo que se llama la elegancia británica. Pero el mundo de los espías es mucho más, y meterse en el fango, a veces, nos hace acabar con el agua al cuello, con la soga apretando y teniendo que mirar a todos lados creyendo que vienen a por nosotros. John le Carré firma una historia de espías, sí, pero no sólo se habla de espías en esta novela. De lo que nos habla es de las dos caras, del ying-yang que toda persona guarda en su interior, de los secretos gubernamentales, de los tratos de favor, del dinero, vil metal, del lodazal de la política y de la historia de unos pobres hombres que creyeron saberlo todo, y que en realidad no eran ni sabían nada. Porque cuando se juega al temible juego del equilibrismo, es muy posible que nos caigamos y no haya ninguna red que nos sostenga y muramos en el último salto, cuando pensábamos que lo íbamos a lograr. Ser un héroe anónimo, pero un héroe al fin y al cabo. Al servicio de su majestad sí, pero también al servicio de lacayos que muerden la mano que les dio de comer. Una vida de mierda, al servicio de alguien al que no le importas en absoluto. Esa es la verdadera vida del espía, y lo demás sólo son películas para alegrarnos la vista.

Una operación secreta en Gibraltar acaba mal. Será entonces cuando Toby Bell se encuentra intentando descifrar qué fue exactamente lo que pasó y teniendo que decidir entre destapar o guardar ese secreto. Porque como bien se dice, si lo que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada, ¿cómo puede uno quedarse en silencio?

 

Cuando se establece, en el momento de empezar una lectura, ese momento de hermanamiento entre el libro y el lector, ya nada vuelve a ser lo mismo. Se presupone, pues, que cuando un libro gusta demasiado es como si el autor, y la historia que guarda en su interior, se convirtieran en parte de tu familia. Lo cuidas, hablas de él, y piensas que haberlo conocido es de las mejores cosas que te podía haber pasado. Una verdad delicada supone una especie de descubrimiento. Yo, que después de muchos años de leer aún no he tocado a ciertos autores, resulta que me encuentro con una especie de hermano perdido, ese hermano que es John le Carré y que comienza a disputarse los primeros puestos de lectura obligatoria en cualquier estantería. ¿Es su historia un punto y aparte? Pues para aquellos que no habíamos leído nada del autor, como es el que suscribe, desde luego que sí. ¿Por qué nos dices esto?, me preguntaréis ansiosos. Y yo os lo diré con mucho gusto: porque pocas veces me he encontrado a un autor que sepa describir con tal precisión un mundo que conoce de primera mano, ese mundo sucio y grasiento donde los intereses personales se mueven entre papeles secretos, entre misiones que acaban en forma de desastre e indaga en la mente de los protagonistas, llevándonos por sus conexiones neuronales con un ritmo que produce vértigo y desconcierto. Tendría que ser, pues, gusto de propios y extraños en este género, la necesidad de hincarle el diente a una historia que nos traslada a esos despachos donde se dirige nuestra vida y donde mueren nuestros destinos.

Dicen que Inglaterra, ciudad de niebla y lluvia que cala en los huesos, guarda en su interior la basura que no puede expulsarse al mar, que se clava en la tierra y que, en forma de personas con poder, exprimen lo que la burocracia ha venido a llamar, nuestra sociedad. John le Carré no es que nos exprima, eso sería demasiado fácil, lo que nos hace es observarnos a nosotros mismos mientras con una historia que parece ficción, nos damos cuenta de todo lo cierto que puede guardar en su interior una novela como Una verdad delicada. Sepan que yo, aficionado desde niño al mundo de los espías, veo exorcizados ciertos demonios que venía acarreando desde que cualquier historia, película, u obra de teatro, me había hecho desistir de su adecuada contextualización. ¿Lo sublime que encuentro aquí?, podrías pensar en un momento. Lo sublime, en realidad, es pasar las páginas y darnos cuenta de que en los despachos es donde se libran las guerras, que las palabras hacen cien veces más daño que una bala que traspasa un cráneo humano, y que la voz, con sus cambios de tono, es el arma perfecta para desestabilizar las vidas de todos y cada uno de los hombres que aparecen reflejados en este relato. Por ello, sean bienvenidos todos al lodazal, a las altas esferas que parecen el infierno, y a la visión terrible de un mundo que empieza a resquebrajarse si nadie está dispuesto a impedirlo. Porque todos, en nuestro interior, guardamos una bomba a punto de estallar. John le Carré sólo nos ha encendido la mecha, explotar, depende de nosotros.

2 comentarios en «Una verdad delicada»

  1. La lealtad, al espía se le supone, y su persona es solo un instrumento cuya avería o rotura no llega a alterar el sonido de toda una sinfónica…
    A mi también me gustó la novela, creo que mi post lo demuestra, y yo si tuve la suerte de haberlo leído en plenitud. No tardes a hacerlo y verás como el mundo, en estos temas, no ha cambiado tanto.
    Saludos!

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