Génesis, de Sebastião Salgado

Tengo ungénesisa deuda pendiente con este libro. Desde hace un año. Algo más de un año ya desde que me lo regaló mi hermano, y el mismo tiempo sin atreverme a hablar de él. Un libro enorme, tanto por peso (unos 4 kg), como por dimensiones (25 cm. x 36 cm.) y número de páginas (517, algunas de ellas desplegables). Lo que se dice un señor tocho. Y además, en una impresión fotográfica muy cuidada, como todo lo que hace Taschen, (I´m in love with Taschen).

Y no he hablado antes por… ¿respeto? ¿Admiración? ¿Es esa la palabra? Si no lo es, la palabra que busco se le acerca bastante.

Admiración hacia uno de los mejores fotógrafos del planeta. Respeto porque, como fotógrafo aficionado, no sé ni por dónde empezar a hablar de semejante maravilla de libro y me gustaría hacerle justicia.

Génesis es un libro que le costó a Sebastião Salgado nada menos que ocho años y 32 viajes, que se dice pronto, y tuvo que valerse para ello de avionetas, buques, canoas, globos aerostáticos y helicópteros y, además, tuvo que buscar la financiación.

Dice el propio fotógrafo que “alrededor del 46% de La Tierra permanece en el estado en el que se hallaba en la época del Génesis”.

En esos 32 viajes ha visitado lejanos rincones, paisajes terrestres y marinos, animales y comunidades que han escapado del hombre moderno, pero Génesis no es ir donde el hombre nunca antes ha ido, sino, mostrar la naturaleza en todo su esplendor.

De un libro de este tipo en el que se quieren enseñar al lector fotografías espectaculares de nuestro planeta y que ha llevado, repito, ocho años tomarlas, uno esperaría fotos a todo color, con una variedad cromática infinita y un contraste multitonal a cada vuelta de página. Pues nada de eso. Salgado, autodidacta tardío, siempre ha hecho sus fotos en blanco y negro ya que considera que el color “distrae”. Y lo cierto es que muchas veces es cierto. Además, aunque parezca lo contrario, las imágenes de este libro quedan preciosas en los numerosísimos tonos de blancos, negros y grises y ahora no sería capaz de imaginarlas en color e incluso puede que no me gustaran, o no tanto. El blanco y negro siempre, siempre, da una elegancia y una distinción a las fotos que el color no consigue.

Y hablando de distracciones, para que tampoco nos distraigamos con los pies de foto se han eliminado del libro. Tranquilos, hay un cuadernillo aparte con el que podemos situar el lugar en el que la foto fue hecha. Esto es otro punto a favor de Taschen, que no hace sino poner de relieve el tipo de material artístico que tenemos en las manos.

Casi todas las fotos de este impresionante catálogo (y digo casi porque a mí en particular no me gustan las fotos tribales) tranquilamente podrían adornar las paredes de nuestra casa (tanto es así que Taschen ha puesto a la venta un set de 25 postales y otro de 16 pósteres). Podrías empapelar la casa entera con las hojas arrancadas del libro y las visitas se morirían de envidia ante el buen gusto decorativo.

Puercoespines, bueyes, morsas, pingüinos, orcas, elefantes, leones marinos, murciélagos, leopardos, búfalos, hipopótamos, cebras, estampidas, nenets (indígenas del norte de Siberia), antílopes, monos, jaguares, volcanes, icebergs, Parques Naturales, el Gran Cañon, la Antártida, África, Galápagos, el Círculo Polar, desiertos, glaciares, selvas, océanos,…fotos de cerca, cenitales desde globo y helicóptero… todo esto y más repartido en los cinco bloques del libro: Confines del sur, Santuarios, África, La tierra del norte y La Amazonia y el Pantanal.

Un libro que cualquier amante o aficionado a la fotografía debe, sino tener, sí al menos verlo un par de veces. Por algo menos de 50 euros puede conseguirse y lo cierto es que ahora, varias veces ya visionado, no me parece un precio para nada caro.

Un libro que es una oda visual a la majestuosidad y fragilidad de La Tierra y una advertencia de lo que corremos el riesgo de perder.

Grandioso.

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