Semblanza 10: Gonzalo Suárez

Semblanza 10: Gonzalo Suárez

Sucede en ocasiones que el número de veces que uno es alabado por sus compañeros de trabajo es inversamente proporcional a la repercusión que ese trabajo tiene, cuando, por lógica, debería de ocurrir todo lo contrario. El tema se complica si ese trabajo es considerado artístico y además te dedicas a más de una actividad al mismo tiempo, ya que suele toparse uno con la Iglesia, que en este caso es la envidia, siempre generalizada. Es lo que le ocurre a Gonzalo Suárez (1934), periodista, escritor y director de cine al que tantos colegas (escritores) citan como una irrupción que vitalizó el naturalismo y el realismo que adormecían la gran mayoría de la narrativa española de posguerra. Son muchos los que le dedican buenas palabras, desde Cortázar y Max Aub hasta Eduardo Mendoza y Javier Cercas. Sin embargo, la obra literaria de Gonzalo Suárez es (aún) menos conocida que la cinematográfica.

gonzalo-suarezNació en Oviedo un 30 de julio pero el inicio de la guerra civil le sorprende en Madrid con tan sólo dos años. No fue al colegio hasta que cumplió los diez. Fue su padre, catedrático de francés, quien se encargó de la educación del niño que tiempo después, convertido en un pequeño intelectual, comenzaría a estudiar Filosofía y Letras a la vez que escribía y protagonizaba distintas obras de teatro. Pero le asaltó otra pasión mayor a la dramaturgia, provocada por la contemplación de los maestros impresionistas: la pintura. Y por aquel entonces, si uno quería ser artista, ya fuera pintor o escritor, tenía que vivir en París. En 1958 regresa a España con su mujer. En Barcelona comienza su labor periodística con el seudónimo de Martin Girard. A pesar del notable éxito de las crónicas (deportivas y sociales), los reportajes y las entrevistas de su alter-ego, Suárez abandona el periodismo y comienza a publicar libros de ficción: las novelas De cuerpo presente (1963), El roedor de Fontinbrás (1965), una sátira del militarismo, Rocabruno bate a Ditirambo, o el libro de cuentos Trece veces Trece (1964), del que Vicente Aleixandre dijo: Todo es no siendo. ¡Qué vértigo al terminar! Una magnífica y certera manera de describirlo. En 1966, Suárez comienza su carrera como director de cine, labor que compaginará a partir de entonces con la literatura. Sobre esta dualidad, tantas veces convertida en pregunta, el autor prefiere valerse del humor: ese tema requiere un simposio de quince días al borde del mar. Ya en los años ochenta y noventa publica Gorila en Hollywood (1980), que toma como punto de partida real la experiencia que vivió el autor escribiendo un guión a cuatro manos con Sam Peckinpah, La reina roja (1981), El asesino triste (1994) o Ciudadano Sade (1999). Recientemente ha publicado dos nuevos libros: la novela El síndrome de Albatros, en Seix Barral), y una recopilación de todos sus cuentos, Las fuentes del Nilo en Alfaguara.

Gonzalo Suárez puede presumir y presume de haber creado un género: la Acción-Ficción. Él mismo lo describe: A mí no sólo me pasan las cosas que me pasan sino que también me ocurren las cosas que se me ocurren. A veces basta dejarse llevar por las palabras sin que la idea interrumpa el pensamiento. Es un género degenerado que permite ejercitar la imaginación y escribir con impúdica espontaneidad. Eduardo Mendoza sintetiza hablando de una realidad que él mismo iba creando a medida que la describía. En cualquier caso, la escritura de Gonzalo Suárez desvela su gusto por la sonoridad del lenguaje, y está impregnada de imágenes, igual que sus películas están en buena medida hechas de palabras. Leerlo es meterse en un mundo peculiar donde lo cotidiano se ignora y donde lo fantástico se mezcla con lo real. Leerlo es sentir el vértigo de lo inesperado, de lo que no es habitual. En una de las presentaciones de sus dos últimos libros, Juan José Millás, buen amigo del implicado, realizó una de las mejores preguntas que se le pueden hacer a un tipo como Suárez: Gonzalo, ¿te hubiera gustado ser normal? Por suerte para los lectores, nunca lo fue.

Leo Mares

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