Canadá

Canadá, de Richard Ford

canadáUna historia que nos descubre que Canadá es una delgada línea que separa

la inocencia de la culpabilidad, la infancia de la madurez, la salvación

del fondo más oscuro.

Hay quien dice que las obras maestras están perdidas en algún rincón, en la mente de algún escritor que todavía no ha conseguido poner en palabras todo aquello que quiere decir. Hay, también, quien dice que de no aparecer una historia que merezca realmente la pena ser leída por un gran número de público, el mercado editorial sufrirá una debacle como no se ha visto en años. Hay quien, en un arranque de osadía, dice que esas mismas obras maestras jamás verán la luz, teniéndonos que conformar con los clásicos de siempre. Y hay quien dice, por último, que las historias que no permanezcan, como mínimo, diez años en las librerías y en las mentes de los lectores, no podrá ser denominada una gran historia. Todo el mundo está dispuesto a decir algo al respecto de sus lecturas y, suele pasar, que al final nos llenamos de demasiadas palabras y de poco contenido real. Canadá da una patada a todos aquellos que se llenan la boca hablando de obras maestras que perdurarán en el tiempo. Una patada lanzada a traición a las mentes de aquellos que luchan contra ellos mismos porque la lectura no se convierta en uno de los bienes más preciados que tenemos. Una patada que, si se me permite la expresión, hará mearse encima a los que se encuentren con ella por primera vez y descubran que la mente de un escritor puede guardar en su interior una historia destinada a perdurar, por mucho que haya críticos que no lo entiendan. Esta es la historia de Canadá, de un terreno, de un lugar, que convierte en sombra aquello que jamás debió contaminarse: la infancia.

Dell tiene quince años y a esa edad, sus padres son encarcelados por el robo a un banco. Desde ese momento, la vida de Dell y de su hermana se verá abocada a una huida de ellos mismos. Dell es llevado a Canadá, donde descubrirá que hacerse adulto contiene las dosis necesarias de escozor y desesperación que le permitirán o salvarse o caer en el más absoluto de los infiernos.

 

Lo primero que se me viene a la mente cuando tengo que hablar de este libro es que, Canadá no es un lugar, es un estado mental. No estamos ante una historia de buenos y malos, de héroes y villanos, porque en realidad la vida nos pone tantas barreras, que a veces es imposible distinguir a aquellos que nos han machacado la vida. Richard Ford es un escritor que pocas veces he encontrado. No sólo porque gracias a su forma de escribir tengamos la sensación de estar viviendo aquello que le sucede al personaje, sino porque además, nos convierte en espectadores de las desgracias, de los cambios que se experimentan cuando la decepción, cuando la tristeza, cuando la huida, hacen acto de presencia y ya nada es posible, salvo mirar hacia delante e intentar salvar el culo a cualquier precio. Se trata de contribuir a labrarnos una personalidad fuerte, que nos permite mantenernos en pie mientras los puñetazos llueven y se convierten en esos pequeños cuchillos que se clavan en el cuerpo pero que no producen heridas mortales. Quizá esa sea la mejor de las analogías para describir esta novela: un cuchillo que se adentra en nuestro cuerpo, en nuestra mente, pero que no nos hiere de forma mortal, sino que nos deja ese aturdimiento que la herida provoca. Y es que bienvenidas sean las historias que transforman tanto al lector, que lo ponen en una situación de riesgo y que mancillan de alguna manera su cuerpo, convirtiéndolo en alguien completamente diferente.

La evidencia, como en cualquier crimen que se precie, construirá un argumento que diga si el presunto culpable lo es o no lo es. Richard Ford lo es, por varias razones. La primera, por haber construido una historia que se erige en ganadora de las demás historias que provienen de los dedos de cualquier escritor. La segunda, que resulta inquietante, a la par que puro placer, observar cómo se es capaz de describir con tanto detalle la vida, los sentimientos, la visión de un adolescente que se pierde a sí mismo para después encontrarse. La tercera, que Canadá recupera ese sabor a historias antiguas que tanto se echaban de menos. Y la cuarta y última, pero no por ello menos importante, que contribuir a que las sombras de cada uno de nosotros puedan verse reflejadas en esa pantalla, en ese cristal, en ese prisma con mil caras que es un libro, es algo que no se paga con dinero. No es simplemente un bien de consumo, es esta una inversión a largo plazo.

3 comentarios en «Canadá»

  1. Me llama la atencion el comentario que haces de CANADA, siempre leo tus comentarios, pero veo que este libro te ha impresionado bastante, pues la forma y palabras que utilizas, me hizo intesarme en el libro, te aseguro que lo buscare en la libreria y lo leeré, luego te cuento.

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  2. Leo con gran entusiamos todas tus reseñas porque ya en si mismas son una maravillosa recreación del libro en cuestión. Como tú , amo “las palabras” y no podría vivir sin un libro en las manos. “Canadá “me pareció una joya , sobre todo en el modo en que el autor consigue que vivas con el personajey sientas con él a pesar de ser un adolescente que nada tenga que ver contigo. La recomiendo tanto como tu.

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