Curso urgente de política para gente decente

Curso urgente de política para gente decente, de Juan Carlos Monedero

curso urgente de politicaLa gente, a veces, me pregunta cuál es mi opinión sobre lo que está sucediendo en este país. Y yo, que otras tantas veces no sé muy bien qué contestar, intento resumirlo todo en una frase que se ha convertido ya en una muletilla: nos vamos a la mierda. Esa frase, rayando un poco el mal gusto, resume demasiadas cosas que yo no sé, o no me sale, profundizar. Y podría, porque todos los días nos vemos bombardeados por innumerables despropósitos. Sólo hace falta pasar una página de los periódicos o encender el televisor para darnos cuenta que vamos cuesta abajo. Y también, a veces, cuando parece que ya nada puede cambiar, que todo está siendo lo mismo, aparece una voz discordante, un tono de voz que llena la estancia donde estemos situados, y que convierte todo lo que pensamos nosotros en un discurso tan bien elaborado que sólo nos quedaría arrodillarnos, de una manera metafórica, y aplaudir aquello que estamos escuchando. Esa persona, de un tiempo a esta parte, ha sido Juan Carlos Monedero. A Juan, si se me permite el tuteo, le conocí por una compañera igual de combativa que yo, y fue por ella por la que este libro cayó en mis manos, al principio con miedo, después con la rabia de los que queremos cambiar las cosas, y después con esa sensación de ver que las cosas cambian, que todavía hay voces críticas que convierten un simple libro en algo más, en algo que trasciende más allá de la simple lectura, disponiendo al lector en una posición activa, haciendo que reflexione, que piense, que saque sus conclusiones. Eso, que tan lógico parece, no lo es tanto cuando observamos aquello que rodea este mundo.

 

Vivir en este país se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en una especie de polvorín que está a punto de estallar. Mía ha sido, y lo es hoy, la frase todos llevamos dentro una bomba a punto de estallar. Lo que no se ha planteado nunca es que esa bomba no es nada negativo, sino algo positivo, porque eso nos lleva a pensar que en el momento en que la chispa salte es posible que las cosas cambien. Curso urgente de política para gente decente resulta una especie de trinchera entre tanta guerra, mediática o política, lo mismo da, cuando la inquietud absorbe a una sociedad que tiembla con el miedo de “no poder hacer nada” cuando en realidad lo “puede hacer todo”. Juan Carlos Monedero, tanto en su faceta escrita como en su faceta hablada (no serán los mismos después de escuchar una conferencia suya, se lo prometo), convierte en experiencia vital un libro que es necesario, que lo es por la situación actual, pero también por la futura, por lo que nos espera al final de un camino que se ve lleno de agujeros que no permiten que avancemos. La democracia, de nuevo en este país, parece haber salido muy barata, rayando casi la gratuidad para todos aquellos que, sin haber tenido que luchar por sus derechos – o, al menos, no haberlo tenido que hacer hasta este momento -, ven como el retroceso se convierte en realidad y volvemos a épocas que ya fueron, y que no debieran volver a ser. Por eso este libro sirve de acicate, de instrumento de acción y emoción como bien se describe en la contraportada del mismo, en un momento vital en el que se debe ser crítico y no ciego, con una ceguera selectiva, con ese perfecto dicho de no hay ciego que el que no quiere ver y que supone una apertura de todos los sentidos para aquellos que seguimos pensando que las cosas tienen que cambiar, que deben cambiar.

Curso urgente de política para gente decente es un libro complejo, no hay que obviarlo, siendo este adjetivo no un impedimento sino un reto, una especie de meta para que todos aprendamos. Hace mucho tiempo, en una conversación más profunda de lo habitual, llegamos a la conclusión de que el pensamiento y la emoción deben ir separados, por canales distintos, y nunca, bajo ninguna circunstancia, permitir que se mezclen. Lo único que saldrá de esa unión será desastroso. Juan Carlos Monedero le pone pasión, que es emoción en estado puro, pero también pensamiento, para que esos dos canales, aunque paralelos para no tocarse, se vean influidos el uno por el otro, y contengan la suficiente fuera para que, una vez cerrado el libro, o quizás durante su lectura, sintamos que algo cambia, que algo ya es distinto, que se puede ver lo que habitualmente se llama la luz al final del túnel, de un túnel lo suficientemente oscuro en el que, no hay que olvidarlo, nos han metido como si fuéramos un colador, mientras ellos, los sin nombre, o los que tienen nombre pero no quieren ser nombrados, disfrutan de las rentas que le dan pretenderse intocables. Yo no creo que lo sean, menos todavía después de leer este libro, que demuestra que hay algo más, que somos algo más, aunque nos hayan dicho lo contrario.

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