Drama en el portal

Drama en el portal, de El Hematocrítico

Ilustrado por Mauro Entrialgo

drama en el portalCuenta la leyenda que, en una ciudad sin nombre, en un edificio de pocas plantas pero muchas vidas, una vez, allá alejado de los andurriales de la vida, existía un vecino, pero no un vecino cualquiera: uno amable. Él abría la puerta cuando la gente quería entrar, él tiraba la basura escrupulosamente, él respetaba los espacios comunes del edificio, él decía “gracias”, decía “buenas tardes” o “buenos días” según la hora. En definitiva, era ese vecino que todos querríamos tener. Pero también cuenta la leyenda que, ese vecino, un buen día, recibió en su casa un libro, titulado “Drama en el portal”, que al principio pensó que era un cómic, con sus colores molones, pero que después, cuando lo abrió, se dio cuenta de la verdad más absoluta en la historia de las verdades absolutas: que las comunidades son un mundo sin ley, que en las comunidades de vecinos reina el caos más absoluto, que en las comunidades si te pueden pisar te pisan, en definitiva señores, que en las comunidades hay más idiota por metro cuadrado de lo que nos pensamos. La leyenda termina con ese mismo vecino, apostado frente a su puerta, con una recortada en mano, y esperando a que alguno de sus vecinos poco molones aparezca. Y es que, la vida, te hace darte cuenta de muchas cosas, pero ¿los libros? Los libros son una religión.

 

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El típico deseo de buen paseante

Sigo al Hematocrítico desde que mi cuenta de Twitter se abrió. Sigo al autor por varias razones: es mordaz, es puñetero, no tiene pelos en la lengua, y por qué no decirlo, me hace gracia. El humor, como todo, en las dosis adecuadas es un bálsamo para hemorroides mentales de alucinar. Por eso, cuando vi que había publicado un nuevo libro, y yo que pienso que en todos los metros cuadrados que ocupa mi edificio no hay nadie a quien salvar ni con un exorcismo de esos que te hacen dar vuelta la cabeza a lo niña del exorcista, pues me hice con él. ¿Qué descubrí? Que no estoy solo en el mundo señores, que aquel vecino que se pone a tocar el piano a las tres de la madrugada porque sí, porque le relaja, aunque lo que haga sea aporrearlo, es un espécimen más de aquellos que pueblan las casas. ¡Qué cierto es aquello de “de puertas para adentro” es otra cosa! ¿Y qué decir de esos vecinos que no limpian caca alguna, ni la de sus animales, y ya puestos ni las suyas propias? (doy fe, me ha pasado, fue desagradable sí, qué os voy a contar). Pero el caso es que este libro, “Drama en el portal” es una recopilación de perlas de los mejores carteles colgados a la puerta, en la pared, allá donde sea posible, donde los vecinos se quejan de lo que sucede allá, en los edificios que se reúnen a lo largo de toda la geografía. Y eso da para mucho señores, para muuuuucho.

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Un poquito de por favor

El caso es que yo nunca he tenido instintos asesinos. Me considero una persona racional, una persona cabal, una persona que piensa antes de actuar, que es serena… ¡espera un momento! Dime que lo que estoy oliendo no es basura amontonada en la puerta, dímelo, dímelo por favor… ¿Veis? No suelo tener instintos asesinos, pero tranquilamente ahora me pondría a introducir por cualquier orificio la mierda que están intentando colar en el portal. Voy a poner un cartelito de esos que me ha dado inspiración el Hematocrítico, que otra cosa no sé, pero la gente tiene imaginación, a la gente le das un papel y ya puedes echarte a temblar de las barbaridades que pueden salir del puño y letra de una persona ¿normal? Aunque bueno, de cerca nadie somos normales, así que no sé de qué me extraño. Pero lo que sí puedo decir, con extrañezas de por medio incluso, es que “Drama en el portal” es uno de los libros más divertidos que me he echado a la cara, es violento porque la realidad es violenta lectores, que no se os escape ninguna letra, pero divertido también, porque quien no se sienta identificado con alguno de los carteles que ponga aquí, es que no vive en una comunidad y lo hace en el monte con las cabras, que no seré yo quien diga que no tiene mérito, que lo tiene y mucho viendo el percal que tenemos, pero que también pienso que los libros están para disfrutarlos, y éste lo logra, con creces además, que es abrirlo y descojonarte vivo, que es abrirlo y darte cuenta que la gente está muy mal de lo suyo, de lo que sea vamos, porque anda que no hay que tener bemoles para escribir algunos de los textos que, no ganarán el Cervantes a la dedicación por la literatura, pero que oye, tienen un aire rumboso de los de cagarse. Y si no me creéis, os he dejado de regalito algunos de los que aparecen aquí.

Recordad, si sois vecinos, no sois personas. O quizá sí, pero unas muy raras. Palabrita del vecino de la leyenda.

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