El libro rojo de Mongolia

El libro rojo de Mongolia, de Varios Autores

el-libro-rojo-de-Mongolia¡¡Mongoles, España ha muerto!! O lo que es lo mismo, han muerto sus fronteras, han muerto los apolíticos, los granos de arena que se te meten hasta el higadillo, han muerto los palillos rebañadores de dientes, han muerto los mascadores de chicle hiperadictos, ha muerto el alienígena que nos puso las pirámides (cómo lo oís), han muerto aquellos que ponen el volumen de su teléfono como si fuera una minicadena, han muerto la corrupción, los sobres con dinero, el plan E, o el Z, o el abecedario entero. Ha muerto aquél que no se puede nombrar nunca, han muerto las cacerías, han muerto la tauromaquia, la sevillana encima de la tele y olé. Y también han muerto los dictadores, los que dicen ser pero no son, la especulación inmobiliaria, la burbuja que explota pero sólo enmierda a la clase trabajadora. Ha muerto la gripe aviar, la ensaladilla y las verduras. ¿Y sabéis por qué? Porque en que realidad España siempre se ha llamado así, porque Mongolia ya estaba cogido antes, sino, otro gallo nos hubiera cantado.

Para todo aquel que no haya entendido ni jota, que no se preocupe, se lo voy a dar mascadito, porque aquí está… tachaaaaaan, tachaaaaaaan, ¡¡El libro rojo de Mongolia!! y además, os doy las carcajadas gratis, para que luego no digáis, leche.

 

¿Qué es una persona en el metro de su ciudad, con la cabeza agachada, y partiéndose de risa? No, no es un adolescente leyendo en whatsapp lo último que le ha dicho su chachi novio. Es un lector con “El libro rojo de Mongolia” entre manos. Y os lo digo como lo siento: no me he descojonado tanto en mi vida. ¿Qué por qué? Muy sencillo, en sus 320 páginas, se da todo aquello que siempre pensaste, pero que jamás viste publicado en ningún sitio. Y es que ante nosotros tenemos un libro de los que tendrían que hacer historia, aunque fuera, simplemente, por el sentido del humor, por la mala leche, por la ironía, por el humor negro, por el humor blanco, o por el humor de sal gorda que nos meten en cada página y que es imposible, repito, IM-PO-SI-BLE, que no despierte alguna carcajada en algunos momentos. ¿Que no habíais oído hablar de este libro? Pues mal, mal hecho. Para estoy yo aquí, alma de cántaros, para enseñaros lo que es bueno, bonito y barato de verdad, y no lo que los chinos tienen en sus almacenes.

Los integrantes de Mongolia saben lo que no puede faltar en un libro. No en vano, todos vienen de algún submundo de esos que te molestan en el pie como una piedrecita que se te clava al andar. Y yo me alegro la verdad, porque hoy en día, no deben faltar voces críticas en este país que utilicen el humor como arma arrojadiza. Y es que precisamente es eso, lectores. Humor, con mayúsculas, con minúsculas, en colores, en blanco y negro, con tinta invisible, o en todas las fuentes tipográficas habidas y por haber. Que miren que yo no he venido aquí a hablar de mi libro, pero del de los demás, todo lo que quieran. Y es que si tuviera que echar la vista atrás y pensar en algún libro que haya sido tal hallazgo, debería remontarme quizá a reseñas mucho más anteriores, y ni siquiera me acercaría a este. Porque en un momento como el que estamos viviendo, lo digo siempre, lo digo tanto a gritos como en susurros (no me preguntéis en qué momentos hablo en susurros, no querréis saberlo): el sentido del humor no se debería perder nunca, ¡nunca!

Corran mongoles, o españoles, o qué sé yo. Corran a tener como si fuera la Biblia (u otro texto sagrado) “El libro rojo de Mongolia” porque una vez leído las gafas de color de rosa que nos quieren poner ciertos individuos como si esto fuera un capítulo de los osos amorosos se os cambiarán, girarán, y después veréis lo que es bueno. Y si os hacéis con él, si lo empezáis a leer y ni siquiera una pequeña sonrisa se dibuja en vuestro rostro, os animo a que vengáis a buscarme (soy fácil de encontrar, nada que ver con un programa de desaparecidos), me aticéis con el libro (sus tapas duras me pueden abrir la crisma, os lo digo yo) y aliviéis vuestra ira de todas las formas que queráis. Es más, casi hasta yo me pegaría (porque si venís a buscarme es que no tenéis sentido del humor alguno y eso no puede ser, no puede ser, ¡¡no puede ser!!)

Pero, ¡¡¿se puede saber qué hacéis todavía ahí leyendo?!!

2 comentarios en «El libro rojo de Mongolia»

  1. Pues no, no había oído hablar de este libro, pero me has dejado con unas ganas… Porque tengo mcho pendiente en la estantería pero en cuantito me quite unos cuantos y me vaya a permitir un capricho, pienso en este libro.
    Besotes!!!

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