El saltamontes verde

El saltamontes verde, de Ana María Matute

el saltamontes verdeHola Ana María Matute,

Escribo esta carta en forma de reseña, o esta reseña en forma de carta, la decisión no la tengo muy bien tomada todavía, porque necesitaba un nuevo formato para decir lo que he venido a decir. Es curioso, los niños como yo, que crecimos hace mucho tiempo contigo, con lo que escribías susurrándonos al oído y haciéndonos crecer, seguimos manteniendo esa mirada inocente que sólo nos dio la literatura cuando todo lo demás caía en picado. Fuiste, por decirlo de una manera, un bote salvavidas con tus cuentos, con las historias que escribías y que nos hacían volar a mundos lejanos, pero a la vez tan cercanos que sólo era cuestión de estirar un poco el brazo, abrir nuestra mano, y poder rozar a los personajes que leíamos al pasar las páginas. Y hablo de niños, porque hablo de cuentos, pero también hablo de adultos, porque aquí estoy yo, años después, hablándote directamente, por carta, por reseña, sin una voz que le ponga el tono adecuado a esta misiva, para contarte que he vuelto a la infancia, que he recuperado esos años que no debieron perderse por el camino nunca. ¿Y por qué?, preguntarás después de este párrafo. Es sencillo. Porque por avatares de la vida ha llegado a mis manos, otra vez, El saltamontes verde y la esperanza ha vuelto a hacer acto de presencia. Pero tengo más que contarte, si sigues leyendo lo entenderás a la perfección…

 

Recuerdo mi infancia como un pequeño callejón en el que el viento entraba y lo refrescaba todo. Las paredes eran altas, no entraba apenas la luz, pero yo me sentía bien, casi diría que cómodo, porque lo que no faltaban nunca eran los libros. Entre ellos, alguno tuyo Ana María Matute y hete aquí que, tiempo después, cuando los requiebros que tiene la edad hacen que el azar ya no sea una cosa a tener en cuenta, después de que me hayan vendido demasiado que el destino lo forjamos nosotros, vuelvo a tener entre mis manos algunos de tus cuentos en un formato renovado. Y podría hablar de muchos de ellos, pero me quedo con El saltamontes verde porque guardo un buen recuerdo de él, porque la historia de Yungo, o de Mudo, o del niño que busca su voz en todos los rincones, me ha hecho remover un pantano que llevaba mucho tiempo en calma. ¿Dónde está la esperanza si no es en nosotros mismos? ¿Y nuestra voz, dónde queda, tapada por los numerosos ruidos que encontramos a lo largo de nuestra vida? Así que yo, tiempo atrás, leí entre líneas todo aquello que tus cuentos me enseñaban, y ahora los veo con esa mezcla de inocencia y alegría que sólo la buena literatura puede proveer al lector que abre un libro y se encuentra con una joya.

Pero me doy cuenta que al leer el anterior párrafo doy a entender que mi infancia fue dura, fue triste, fue una edad desprovista de la luz que los ojos de un niño deberían reflejar. Nada más lejos de la realidad, o al menos yo no tengo ese recuerdo. Lo que pretendo decir al hablarte de mi infancia es que gracias a esos cuentos que leía o me leían por la noche descubrí dónde era posible encontrar algo de luz cuando las cosas se pusieran negras de verdad. Supongo que por eso estoy tan enganchado a El santamontes verde. Por eso hay algo que me engancha a ti a pesar de tanto tiempo transcurrido, tanto tiempo velado por una cortina que impone la realidad y que tú eres capaz de levantar llegues en el momento en el que llegues. Yo no fui nunca Yungo, pero en ocasiones sí me ha faltado la voz. No fui nunca ese niño que vive en silencio, aun más sabiendo mi afición por el grito y la algarabía de pequeño, pero en ocasiones la vida imponía un poco de serenidad y era entonces cuando yo me sentaba en mi sofá de orejas antiguo y leía tus cuentos Ana María Matute porque ellos eran los amigos que podía encontrarme siempre y que jamás me fallaban. Ellos eran, cómo decirlo para que quede claro, el foco de luz que los marineros necesitan para llegar a buen puerto, eran la mano que elimina los escalofríos por cualquier terror nocturno, eran esas canicas que rodaban por el suelo y veías brillar con tus ojos, eran todo cuando una nada pequeñita pretendía hacer acto de presencia para quedarse.

Acabo esta carta. Se hace tarde e incluso los niños pequeños que guardamos dentro deben irse a dormir. Sólo quería darte las gracias porque he vuelto a descubrir, una vez más, gracias a estos cuentos que, después de mucho tiempo, ser niño no es algo que haya perdido su valor, sino que se ha incrementado. Y yo, desde este espacio, te lo debo a ti.

2 comentarios en «El saltamontes verde»

  1. Preciosa tu reseña! Se nota todo lo que este cuento ha significado para ti. Precisamente estoy disfrutando ahora de él junto a mi hija y es una verdadera maravilla. Toda una joya, como todo lo que sale de las manos de esta gran autora.
    Besotes!!!

    Responder

Deja un comentario