El Secreto de las Fiestas, de Francisco Casavella

El secreto de las fiestasHará cosa de un par de años vi que en una de mis librerías favoritas de Barcelona, la Calders, Anagrama organizaba una especie de fiesta/homenaje/presentación de El día del Watusi, del malogrado a la vez que admirado por tantos Francisco Casavella. Presentaban El día del Watusi recogido en un solo tomo y hacían de maestros de ceremonias de esa tarde/noche figuras de la talla del gran y sempiterno Jorge Herralde – ¡cómo no! -, Miqui Otero – que por entonces creo que acababa de publicar o estaba a punto esa recomendabilísima novela que es Rayos – Kiko Amat – uno de los escritores (y artistas) fetiche de Anagrama – o Carlos Zanón – reconocido autor de novela negra, entre muchas otras cosas -. Recuerdo ver por allí también a Eugènia Broggi – directora y fundadora de l’Altra Editorial y pareja de Kiko Amat – o Silvia Sesé – actual directora de Anagrama -, entre otros. Una W roja – que todavía hoy se puede ver – a modo de grafiti en la pared de la librería en honor al Watusi, mucha cerveza, mucha gente y mucha alegría para recordar a alguien que supo ver Barcelona – y a través de ella el mundo – desde un prisma roto que por el hecho mismo de estar roto daba una visión única, irrepetible e incomparable: Francisco Casavella, autor también, entre otros, del libro del que hablo hoy, El Secreto de las Fiestas

Es importante que quien lea esta reseña, si por algún casual le suena el título de este libro, sepa que ya lo publicó en 1997 Anaya dentro de su colección juvenil. Pero, aquí viene la pregunta: ¿Es el mismo libro? Pues no, primero, porque ningún libro es nunca el mismo y, segundo, porque, tal y como explica el propio Casavella en el epílogo, este es una evolución, es el crecimiento de una novela juvenil que ha pasado a ser adulta. Casavella vio en ella, aparte de las más altas y profundas gotas de su autobiografía, la capacidad como historia de evolucionar a algo más profundo, que es lo que ha acabado siendo este El Secreto de las Fiestas de Anagrama.

Daniel Basanta, también llamado Danielucho o Lucho, es un niño barcelonés sin madre que ve como a los pocos años su padre, músico de orquesta – es decir, ambulante -, decide que su hijo se irá a pasar un verano con sus tías y su abuelo al pueblo – en Galicia -. Ese verano se acaba convirtiendo en años y Daniel crece con la única compañía de un extraño, divertido, raro y entrañable abuelo que le habla por primera vez del Secreto de las Fiestas, de unas tías incapaces de transmitir el amor paternal y de un perro que parece no tener ganas ni de vivir. Aparte de eso, montañas, prados, lluvias y verdes.

Unos años más tarde, cuando parece que la burbuja infantil de un niño que no cabe en el campo va a explotar, aparece su padre y se lo lleva a la ciudad, a Barcelona. Allí será donde Daniel descubrirá realmente quién es Daniel Basanta. Al estilo de un Holden Caulfield barcelonés y ochentero, soltando tacos pero hablándote – a ti, lector – de usted, Daniel se irá amoldando a una ciudad que va mucho más deprisa que él, que le echa por encima el amor, las amistades rotas y falsas, el colegio de verdad – que es una gran mentira – y la vida en general – que no es más que algo así como soportar a un padre bebedor que sabe manejar mejor un instrumento que un hijo -. Todo este huracán de vida que se le vendrá encima a Daniel solo tendrá un amarre: las máquinas de millón. Serán estas las únicas que harán conectar a Daniel con una infancia feliz y real que nunca ha tenido, que le harán ver que existe algo que muchos por los bares y futbolines llaman diversión. Porque Daniel Basanta, aunque en los libros la única película que puedes ver es la que proyectas en tu propia cabeza, nunca aparece en su historia ni riendo ni sonriendo. Daniel Basanta es un niño sin risa.

En cierto momento y gracias, como siempre, a una máquina de millón, conocerá a Chenta, ese primer amor que siempre acaba y nunca termina, que siempre acaba antes, que nunca dura lo suficiente. Cometerá locuras por ella, huirá en busca de lo que tuvieron juntos sin saber que lo que se tiene a esa edad siempre está acabado al despertar. También conocerá a Laura pero, ¿será lo mismo?

Siempre con el Secreto de las Fiestas que le confesó su abuelo por bandera, Daniel Basanta irá desgranando el significado de cada uno de los siete puntos que su abuelo le confió. Los compartirá con otra gente a los que no podrá llamar amigos, los intentará descifrar mientras baila con mucha gente a la conga, los verá realizados en discotecas tras tres o cuatro copas, creerá seguir la estela de su abuelo; y todo volverá a comenzar. Porque el Secreto de las Fiestas, al igual que aquella que se alargó hasta las tantas en la Calders y a la que no me pude quedar, es irresoluble. Si no, ¿qué hacemos volviendo cada fin de semana a buscarlo en alguna de ellas?

El Secreto de las Fiestas quedará oculto para siempre, por muchos Daniel Basantas o Francisco Casavellas que aparezcan. Porque la gracia del Secreto, como la gracia de todo, está en la búsqueda de él, no en el encuentro. Piensa ahora, ¿qué pasaría contigo, qué pasaría con nosotros, si descubriéramos el Secreto de las Fiestas?

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