El viaje de los sueños, de Ariel Lawhon

el viaje de los sueñosEl 6 de mayo de 1937, el dirigible Hinderburg explotó, en mitad de la maniobra de aterrizaje, ante centenares de espectadores: familiares que esperaban la llegada de sus seres queridos y curiosos que querían ver de cerca aquel prodigio de la ingeniería. En medio minuto, pasó de ser un hotel de lujo flotante a un amasijo de hierros calcinados sobre el campo de New Jersey, y todo quedó grabado, convirtiéndose en el primer accidente retransmitido por televisión. La conmoción mundial fue de tal magnitud que aquel episodio supuso el fin de los dirigibles. Nunca más volvieron a alzar el vuelo.

Han pasado ochenta años desde la tragedia y aún se desconoce qué originó el fuego. Durante la comisión de investigación, los expertos en aviación alemanes y estadounidenses solo trataron de autoexculparse. Evaluaron los aspectos técnicos y cuantificaron las pérdidas económicas, pero nadie se interesó por quiénes eran los treinta y seis fallecidos ni se plantearon que la catástrofe hubiera tenido un detonante humano. Noventa y siete personas encerradas durante cuatro días en un espacio reducido y nadie indagó en las tensiones que pudieron surgir durante el vuelo. Pero ¿y si ahí estuviera la clave del enigma? Eso es lo que piensa Ariel Lawhon y en El viaje de los sueños nos cuenta su teoría sobre qué provocó la explosión del Hinderburg.

El viaje de los sueños se divide en cuatro partes, una por cada día que duró el vuelo, y la narración de Ariel Lawhon es tan cinematográfica que parece que una cámara siga a cada uno de los personajes protagonistas: la camarera, el tercer oficial, el americano, la periodista y el grumete. Es inevitable acordarse de la película Titanic porque tienen puntos en común: tanto el barco como el dirigible eran lujosos y se consideraban indestructibles y desde el primer momento sabemos que ambos viajes acabaron en tragedia. Eso basta para que conectemos con la tripulación y los pasajeros, con sus esperanzas de futuro, sus miedos y sus amores, deseando que todos ellos sean supervivientes. Pero no solo surgen acercamientos amorosos y amistades, el ambiente se va enrareciendo a lo largo de los cuatro días: cada vez hay menos cosas que hacer, la sensación de claustrofobia aumenta y se rumorea que hay amenazas de bomba, aunque no les dan demasiada credibilidad. Únicamente algunos pasajeros se inquietan, porque son conscientes de que viajan en uno de los mayores símbolos de orgullo nazi y que Hitler no está haciendo muchos amigos por el mundo, precisamente. El convulso clima social que han dejado en tierra se suma a los secretos que ellos esconden, dando lugar a numerosas broncas, intrigas y traiciones. Con todos estos elementos, Ariel Lawhon consigue atraparnos y a partir del segundo día (al menos, eso me pasó a mí) la novela se devora.

Ariel Lawhon ha ahondado en quiénes fueron los pasajeros de aquel majestuoso dirigible alemán, esos a los que los titulares de los periódicos no prestaron especial atención, y a través de anécdotas y detalles reales ha reconstruido cómo pudieron vivir aquel último vuelo del Hinderburg. Tal vez las cosas no sucedieron del modo que ella relata, o quizá sí, nunca lo sabremos, pero con El viaje de los sueños ha conseguido que no acordemos de aquellos hombres y mujeres que murieron aquel funesto día de hace ochenta años o que lograron sobrevivir milagrosamente. De esta forma, la ficción de nuevo pone en valor lo que la Historia dejó en segundo plano. Porque aquel 6 de mayo no solo se acabó el futuro de los dirigibles, sino el de decenas de personas.

3 comentarios en «El viaje de los sueños, de Ariel Lawhon»

  1. De primeras no es que me interesara demasiado este libro, pero después de leer la reseña, me veo leyéndolo, así que si llega a mis manos, lo leeré. Gracias

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    • Hola, Marta:
      A mí me pasó algo parecido. Si hubiera sido por el título o la portada, no lo hubiera leído, pero el acontecimiento histórico que relata despertó mi interés y me animé a leerlo. ¡Y no me ha defraudado nada! Así que espero que, si cae en tus manos, a ti también te guste.
      Gracias por comentar.

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