JLA Acto divino, de Dough Moench y Dave Ross

Jla Acto divinoNo puedo imaginarlo. No puedo saber qué se siente. Debe de ser una tragedia. Una grandísima tragedia. ¿Qué es un héroe sin sus poderes? ¿Un humano más (o un alienígena más en el caso de Supes)? ¿O el heroísmo es algo más que una suma de habilidades por encima de lo normal, algo más profundo e inherente a la persona? Sea como sea la filosofía al respecto, siempre es una putada tener algo tuyo y perderlo. Ahí, en el recuerdo de lo perdido, es cuando más se valora eso que antes dabas por supuesto que era tuyo para siempre porque siempre había sido así y siempre seguiría siéndolo y que ya casi ni notabas que estaba contigo. Poder volar, ser más rápido que el rayo, materializar a placer tu voluntad, gozar de una fuerza asombrosa, poseer visión calorífica…

¿Y si un buen día estos dioses modernos se quedaran huérfanos de poderes? ¿Qué harían? ¿Cómo lo afrontarían? Está claro que a Batman no le afectaría. Ni a muchos otros como Green Arrow, Nightwing, La Cazadora, Canario Negro… Pero, y los que sí… Superman, Wonder Woman, Flash, Aquaman, Green Lantern, Detective Marciano (este atrapado en su forma alienígena), Shazam,… ¿cómo van a afrontar esta nueva etapa? ¿Seguirán con una vida civil o intentarán seguir realizando gestas con ayuda de una tecnología que supla, sin llegar nunca al nivel anterior, la pérdida de sus habilidades?

Esto es lo que propone JLA Acto divino. Un cómic enmarcado en el sello “Otros mundos”, caracterizado este por hacerse las típicas preguntas “¿Y si…?”, colocar personajes en mundos alternativos o en otras épocas con conocimiento o sin él de la época de la que proceden.

Publicado en 2001, este cómic arrastra ese clima sombrío que inauguró Frank Miller por el 86 en donde afirmaba que “los guionistas les hacen la vida demasiado fácil a sus personajes; les resulta muy fácil ser virtuosos”. Y no le faltaba razón. Desde entonces pudimos mejores historias: la muerte de Superman, a Bane rompiendo la espalda de Batman, a Aquaman sufriendo la amputación de su mano, a Daredevil pasándolas muy pero que muy putas gracias a Kingpin en el IM-PRES-CIN-DI-BLE Born Again (en el mismo 86 y de la mano del propio Miller),…

Así que cómo no probar una putadita a escala global deceíta. Los resultados son muy gratificantes (no es que sea masoquista y me guste ver a los buenos pasarlo (tan) mal) como lectura. Unos se refugiarán en la bebida, otros en la religión y algunos en la compasión más lastimera. Ver a Superman (con lo poco fan que soy del boy scout) en el estado en el que queda, da pena, penita, pena.

Otros intentarán surgir de sus cenizas y dejarse adoctrinar por alguien, Batman, que ha sido un héroe por sí mismo desde siempre. Y habrá también quienes lo acepten e incluso sientan que se han quitado un peso de encima.

Al mismo tiempo se lleva a cabo una investigación para descubrir por qué motivo ha sucedido todo esto. ¿Es algo que han tramado los villanos o por el contrario es eso que dice el título, un acto de Dios?

Globalmente el cómic es bueno. El dibujo cumple con creces y la historia gusta y convence. Está bien elaborada y cuenta lo justo. Sin embargo, no acaba de ser esa obra brillante por culpa del papel que juegan los villanos. No el líder de estos, ese sí, sino los villanos (particularmente uno que siempre tiene un papel estelar y es de los de primera fila) que actúan como subcontratados de ese líder.

En fin. Un mundo alternativo que se lee con placer y que lanza el interrogante de qué es lo que realmente hace falta para ser un héroe. Una lectura muy reveladora de superación personal y de aprendizaje que nos descubre el carácter oculto de algunos de los personajes más conocidos de DC en sus horas más oscuras. Una sorprendente revelación con momentos agridulces. Una excelente lectura.

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