Falcó, Arturo Pérez-Reverte

FalcóArturo Pérez-Reverte se ha marcado una novela de espías. Falcó se sitúa en la España de 1936, en los primeros meses de la Guerra Civil y, como ya ha dicho su propio autor, será una saga.

Parece ser que Pérez-Reverte ha encontrado un nuevo personaje con el que se lo pasa tan bien escribiendo que incluso ha interrumpido otra novela –una sobre ajedrez– para dedicarle su plena atención. En una entrevista dijo que el personaje de Lorenzo Falcó surgió de una frase de Gloria Swanson en la película de 1931 Esta noche o nunca. Después de pasar la noche –estamos en el Hollywood anterior a la censura– con Melvyn Douglas, Swanson le dice a una amiga que el señor en cuestión “es un caballero, pero no es un caballero”. Y en la mente del padre de Alatriste prendió la mecha. ¿Por qué no crear a ese personaje?

Lorenzo Falcó es un jerezano de buena familia que se desvió del camino que habían marcado para él y, tras ser expulsado de la Academia Naval, empezó una vida errante que le llevó a convertirse en contrabandista de armas y, finalmente, en espía.

Tengo que adelantaros que Falcó no está hecho para caer bien. Hablando en plata, es un h…. Y, de hecho, eso es algo que le dice un personaje de la novela y a lo que él responde dándole la razón. Al menos en ese sentido es honesto. Falcó es un tipo al que solo le importa él mismo y pasa por encima de quien haga falta para conseguir lo que quiere. Es un oportunista, un torturador, un canalla, un hombre sin escrúpulos. Y, sí, semejante joya es el protagonista de la novela. Me sorprendió que, en un momento en el que lo está pasando bastante mal, llegué a pensar “mira, chaval, te lo mereces y, si la palmas, casi mejor”. Aunque eso dice más de mí que del personaje, por supuesto.

Pero, si Lorenzo Falcó fuera totalmente negativo, no tendría gracia. El mundo está lleno de malas personas sin carisma, solo tenemos que levantar la vista para comprobarlo. Por eso también hay momentos en los que Falcó sabe ser encantador. Consigue que te olvides de que vendería a su madre si se le presentara la oportunidad y que te rías con él, incluso que le desees una muerte rápida. Pero son solo momentos. Lee un par de páginas más y verás que el tipo se encarga de demostrarte que se merece lo que le toque y que, quien las da, las toma.  Esa contradicción es, en gran parte, la gracia de la novela, y del personaje de Falcó.

Falcó me ha recordado a La máscara de Dimitrios de Eric Ambler. En esta novela de 1939, el escritor Charles Latimer conoce en Estambul la historia de Dimitrios Makropoulos, un contrabandista, criminal y espía internacional, cuando encuentran su cadáver flotando en el puerto. Latimer siente una curiosidad, fascinación, diría yo, por Dimitrios que le lleva a investigar su pasado y las causas de su muerte. Así descubre que el personaje es incluso peor de lo que esperaba, pero al mismo tiempo no puede sustraerse de la atracción que le provoca su mundo. La máscara de Dimitrios es una novela que he releído varias veces y en muchas ocasiones me he preguntado, ¿qué pasaría si viéramos la historia desde la perspectiva de Dimitrios? Pues que tendríamos algo similar a Falcó. Y nos libraríamos de Latimer, que a ojos del lector actual es un poco mojigato.

La trama de la primera entrega de esta saga es aparentemente sencilla. Lorenzo Falcó trabaja para el SNIO, el Servicio Nacional de Información y Operaciones, uno de los muchos servicios de inteligencia de la España de la época. Estos se han pasado a los golpistas y el Almirante, su jefe directo, le encarga una misión de suma importancia: liberar a un preso de la cárcel en la que lo tienen retenido, en la parte republicana. Y Falcó, sin despeinarse, se dispone a hacer su trabajo. A partir de ahí, como podéis imaginar, las cosas se tuercen, surgen imprevistos, intereses cruzados, aparecen mujeres con secretos, ejecuciones, asaltos nocturnos, bombardeos, masacres, torturas, persecuciones… Vamos, la cosa se anima.

No quería irme sin deciros que lo que más me ha gustado de esta novela han sido los diálogos. Muchos de ellos son como los de las películas antiguas, esas en las que Orson Welles se marca un discurso sobre los relojes de cuco o Lauren Bacall le pregunta a Humphrey Bogart si sabe silbar. Diálogos que, por supuesto, no suceden en la vida real, y por eso tenemos que recurrir a las novelas y al cine para vivirlos.

En otra entrevista, Pérez-Reverte dijo que ha creado a Falcó con la idea de que los hombres quieran irse de copas con él y las mujeres llevárselo a la cama. Después de ver al tipo en acción, puedo aseguraros que acostarme con Lorenzo Falcó es lo último que se me pasaría por la cabeza. Pero tal vez una copa, apuntándole con una Luger por debajo del abrigo, me la tomaría.

Laura Gomara @lauraromea

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