Joaquín Sabina: Perdonen la tristeza, de Javier Menéndez Flores

Joaquíin Sabina No soy la fan número Uno de Sabina, ese título creo que lo ostenta una tal María R., pero siempre me han gustado las letras de sus canciones. Al ver este libro pensé que en realidad tampoco sabía demasiado sobre su vida y esta podía ser una buena ocasión para conocerle más allá de ese par de conciertos a los que he acudido o, o las entrevistas que he leído o escuchado en prensa escrita, radio o televisión.

Por otra parte, y antes de decidirme por la lectura del libro también pensé que al ser una biografía autorizada por el cantautor, también sería condescendiente con él, pero aun así ya tenía el gusanillo metido en el cuerpo y quería saber más sobre este hombre, al escritor no lo conocía, se llama Javier Menéndez Flores y es periodista, y al parecer ha escrito ya casi una docena de libros, muchos de ellos son biografías de gente famosa, así que perdonen mi ignorancia.
Este es un libro que amplia o completa otro que fue editado en 2001 y que tenía el mismo título, por lo que estamos hablando de una nueva edición ampliada y, tal como les he comentado antes, autorizada en esta ocasión, por el propio cantautor.

No sabría decirles en qué momento conocí a Sabina, ni que canción es la primera que canté de él, pero sí recuerdo la primera vez que fui a verlo a un concierto, fue en Zaragoza y actuaba con Javier Krae y Alberto Pérez, sería por los primeros años de los 80, y sí, yo era una jovencita muy especial en gustos musicales 😀

Allá donde se cruzan los caminos,
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
pongamos que hablo de Madrid.

Donde el deseo viaja en ascensores,
un agujero queda para mí,
que me dejo la vida en sus rincones,
pongamos que hablo de Madrid.

Las niñas ya no quieren ser princesas,
y a los niños les da por perseguir
el mar dentro de un vaso de ginebra,
pongamos que hablo de Madrid.

Los pájaros visitan al psiquiatra,
las estrellas se olvidan de salir,
la muerte viaja en ambulancias blancas,
pongamos que hablo de Madrid.
El sol es una estufa de butano,
la vida un metro a punto de partir,
hay una jeringuilla en el lavabo,
pongamos que hablo de Madrid.

Cuando la muerte venga a visitarme,
que me lleven al sur donde nací,
aquí no queda sitio para nadie,
pongamos que hablo de Madrid

El libro nos cuenta que esta canción, que aparece en su álbum “Malas compañías” (1980) ha tenido a lo largo de su historia dos finales, es más que probable que muchos de ustedes conozcan los dos, este que es el original de la canción y el que realmente a mí me gusta y le da sentido a la canción, el otro representa la comunión entre el autor y la ciudad en la que quiere vivir por toda la eternidad, renunciando ya a ese sur que siempre habría añorado.

Me gustan esas letras eternas de Sabina que alguien creería casi imposibles de aprender, esa mirada a lo más triste de la vida, parece que todo es juerga y alcohol pero debajo está siempre esa decadencia del paso de la vida. Incluso las celebraciones parecen tristes en su boca y en su pluma.

En otra ocasión fui a verlo debió de ser por Septiembre del año 2000, después tuve ocasión, cuando cantaba con Serrat, pero aun queriendo no fui y es difícil entender porqué ya no podía ir a oír cantar a estos dos grandes poetas… Quizá a un recital poético sí habría ido.

Joaquín Sabina nació en 1949 en Úbeda, es difícil nacer en esas tierras y no ser poeta, y los poetas vuelan tras sus sueños, como lo hizo tras esa primera novia a la que su padre, notario de Úbeda, se lleva hasta Granollers. Nuestro poeta decide acampar junto a la casa durante unos días… Pero como siempre a lo largo de su vida, le toca seguir volando.

Terminados los estudios secundarios, su padre le regala la primera guitarra. Y el poeta se tornará en cantautor.

En 1968 inicia sus estudios de Filología en Granada, y allí iniciará su nueva vida que llega fuertemente politizada. En 1970 se declara en España el estado de excepción y su propio padre lo detiene. No tardaría mucho en tener que salir al exilio a Londres, de donde ya no regresaría hasta la muerte del dictador.

La verdad es que todo esto está muy bien narrado por el autor, se hace entretenida la lectura y a través de ella podemos ir viendo los hechos que hacen ir madurando al Sabina y como se va consolidando su compromiso político, pero también veremos de donde nacen su forma de hacer poesía a través de las canciones y reportajes periodísticos. Del compromiso político, de sus amores y sobre todo de sus desamores, las mujeres y Sabina… Todo un mundo.

Por “Perdonen la tristeza” van pasando sus letras, imágenes, y nombres muy vinculados a su vida ya plenamente asentada en España. Y va pasando su discografía, toda, y acompañada de imágenes exclusivas cedidas, por lo visto por el propio autor, también sus ídolos de los que están impregnadas sus composiciones: J.J. Cale, Tom Waitts y Bo Dylan entre otros pero principalmente.

19 y 500 noches parece que es el GRAN Álbum del autor, pero sobre todo es una de las canciones que pasará a la historia de la música de este país, y aunque ustedes no se lo crean, muchos de los que dicen que no son capaces de aprenderse la tabla de valencias han podido aprenderse su letra:

Lo nuestro duró
lo que duran dos peces de hielo
en un güisqui on the rocks,
en vez de fingir
o estrellarme una copa de celos
le dio por reír.
De pronto me vi
como un perro de nadie
ladrando a las puertas del cielo.
Me dejó un neceser con agravios,
la miel en los labios
y escarcha en el pelo.
Tenían razón
mis amantes en eso de que antes
el malo era yo,
con una excepción:
esta vez, yo quería querer quererla
y ella no.
Así que se fue,
me dejó el corazón en los huesos
y yo de rodillas
desde el taxi
y haciendo un exceso
me tiró dos besos,
uno por mejilla.
Y regresé
a la maldición del cajón sin su ropa,
a la perdición de los bares de copas,
a las cenicientas de saldo y esquina,
y por esas ventas del fino Laína,
pagando las cuentas de gente sin alma
que pierde la calma con la cocaína,
volviéndome loco,
derrochando la bolsa y la vida
la fui, poco a poco,
dando por perdida.
Y eso que yo,
para no agobiar con flores a María,
para no asediarla con mi antología
de sábanas frías y alcobas vacías,
para no comprarla con bisutería
ni ser el fantoche que va en romería
con la cofradía del Santo Reproche,
tanto la quería
que tardé en aprender a olvidarla
diecinueve días
y quinientas noches.
Dijo hola y adiós,
y el portazo sonó
como un signo de interrogación,
sospecho que así
se vengaba, a través del olvido,
Cupido de mí.
No pido perdón,
¿para qué? si me va a perdonar
porque ya no le importa…
siempre tuvo la frente muy alta
la lengua muy larga
y la falda muy corta.
Me abandonó
como se abandonan
los zapatos viejos,
destrozó el cristal
de mis gafas de lejos,
sacó el espejo
su vivo retrato,
y fui tan torero
por los callejones del juego y el vino
que ayer el portero me echó del casino
de Torrelodones.
Que pena tan grande,
negaría el Santo Sacramento
en el mismo momento
que ella me lo mande.
Y eso que yo…
Y regresé…

Y ya ven que como les decía las letras de Sabina son las más largas del mundo, y tan “extrañas como un pato en el Manzanares…”, No es de extrañar que al final del libro nos encontremos con “Cien perlas para la posteridad”, Sabinismos y sabinadas, le llaman, frases de Sabina que seguramente no les dejarán indiferentes, algunas divertidas, otras estrafalarias pero otras también necesarias.

 

El libro se cierra con algunas reseñas cobre el autor de gentes del mundo de la literatura en particular y de las artes en general: Serrat, Muñoz Molina, Juan Echanove… Ya ven gentes que en general le quieren y también sienten por él cierta admiración. Si les gusta Sabina y quieren saberlo todo de él, seguramente este es el libro que andaban buscando.

Y si he de quedarme con unos versos …

“…Se escapo de una cárcel de amor,
de un delirio de alcohol,
de mil noches en vela
Se dejo el corazón en Madrid
quien supiera reí­r
Como llora Chavela!”

 

3 comentarios en «Joaquín Sabina: Perdonen la tristeza, de Javier Menéndez Flores»

  1. Todo un personaje sin duda, aunque tampoco sea una fiel seguidora, le reconozco su arte, y por qué no decirlo, también sus cigarrillos, el güisquito y el desenfado de Sabina, ¡ojalá me sentaran también! Jajaja.
    Tentadora reseña.

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