Justo, de Carlos Bassas del Rey

justo“Siempre he sido discreto.
Siempre he sido más de saber hacer que de hacer saber.”

Creo que fue Chaplin el que dijo aquello de que el mundo pertenece a los que se atreven. Y si no era así, era al menos algo parecido. Y hoy vengo a hablaros de un atrevido. ¿Su nombre? Carlos Bassas. ¿Su atrevimiento? Crear a Justo. Estábamos muy a gusto con su personaje de Herodoto Corominas, un inspector de policía culto como pocos. Pero no, el señor Bassas no ha querido darnos otra ración de Corominas y nos ha descolocado a todos con este personajillo del que hoy os vengo a hablar. Ya te vale, Carlos…

Os hablaré de Justo Ledesma. Estamos ante un abuelete tranquilo, un barcelonés de casta que vive por la zona del Born, disfrutando de los paseos entre sus callejuelas llenas de historia, que pasa el día en el Damián, su bar de cabecera, y que de vez en cuando se ve con la Remedios para dar rienda suelta a la aún vigorosa capacidad sexual que le queda. Como todos los barceloneses de pro que quedan por su barrio, está hasta los cojones del circo turístico en el que se ha convertido Barcelona. Hartos de los putos guiris que vienen a emborracharse y a ensuciar la ciudad, y que están acabando con todos los negocios que durante años se asentaron por los alrededores. Menos mal que todavía le queda Damián…

El problema de leer esta novela es que le coges cariño a Justo. Y Justo parece un buen tío, una persona decidida con un plan de vida trazado de forma milimétrico. Pero para otros, Justo puede ser un hijo de puta más grande que la basílica de Santa María del Mar. Porque este viejecillo irascible y gruñón tiene una misión. Es un tzadik, uno de los treinta y seis justos de la tradición judía. De ahí su nombre. Y este justiciero de la tercera edad tiene que mantener a raya el equilibrio entre el Bien y el Mal, por eso no duda en limpiar de escoria su barrio, cueste lo que cueste. El problema es que con su última víctima ha abierto la caja de Pandora y ya no hay marcha atrás. Vamos, que la ha liao parda, como decía aquella chiquilla del famoso video de Youtube.

“Cualquiera puede matar a un hombre, pero convertirlo en un arte discreto lleva su tiempo.”

Contado en primera persona, y con continuos guiños al lector, Justo es un libro que impresiona. Su protagonista sabe que está en la última etapa de su vida, y que no tiene tiempo que perder, de ahí que la novela tenga algo menos de 200 páginas. El lenguaje, despojado de todo lo accesorio, es rápido, claro y conciso. Y con una narración así, la novela se lee de un tirón, casi sin tiempo para coger aliento.

Mira que yo esperaba como el comer otra historia de Herodoto Corominas, pero he de reconocer que quedo satisfecho con Justo, una novela con unos personajes que se alejan de lo que uno espera de ellos y que no paran de sorprender. Esta es una historia de venganza, sangre y acción, pero a la vez un homenaje a una ciudad y unas calles, las del barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, que desaparecieron hace años. Y es una muestra más de la calidad literaria de Carlos Bassas, cuyo atrevimiento del que os hablaba al principio se ha saldado de forma sobresaliente.

César Malagón @malagonc

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