La chica de Kyushu, de Seicho Matsumoto

La chica de KyushuVenga, voy a admitirlo: La chica de Kyushu, como casi todos los libros de Asteroide, lucía magnífico en mi Instagram. No le hacían falta ni filtros, con esa portada en rojo y los kanjis asomando debajo del título. Además, quedaba genial decir “es una novela negra japonesa de los años sesenta” cuando alguien aparecía por casa y lo veía sobre alguna mesa, apenas empezado. A su autor lo comparan con Simenon, repetía yo, después de haberlo aprendido en la reseña de El expreso de Tokio que había escrito Diego Palacios en su momento.
Y sin embargo tengo que reconocer que todo era pose. Había comenzado el libro pero no me entusiasmaba, y empezaba a mirar con recelo las doscientas páginas que quedaban.
El planteamiento inicial es un clásico del género negro, equivalente a la entrada de la rubia despampanante en el despacho del investigador privado. En este caso la joven (y bella) Kiriko Yanagida, de la provincia de K, acude a la oficina tokiota del abogado Kinzo Otsuka. Su hermano ha sido acusado de un crimen que, dice ella, no ha cometido, y teme que un inepto abogado de oficio de K no sepa defender su causa. En un principio Kinzo Otsuka rechaza el caso dado que la joven Kiriko no dispone de recursos para pagar a alguien tan afamado como él, pero ella encuentra la comprensión de Keiichi Abe, periodista de la reputada revista Ronso.
En mi cabeza el resto parecía claro, y por eso me daba pereza continuar leyendo: Keiichi se enamora de Kiriko y juntos logran que el abogado Otsuka la represente y descubra los puntos débiles en la acusación que pesa sobre su hermano. Nada más lejos de la realidad. El letrado se mantiene firme y la joven tiene que volver a la lejana K porque sus limitados ahorros no le permiten continuar en la capital, lo que desencadenará que la historia, tan lineal hasta ese momento, descarrile.
Bien por Matsumoto, ahí me volvió a enganchar y ya no pude soltar el libro. Cuanto más se separa de lo que podríamos considerar los clichés del género, más brillante resulta. La chica de Kyushu no sirve tanto como intriga policiaca (no lo es) como de testimonio de la sociedad de su momento y, más concretamente, del sistema judicial nipón de la época. En efecto, tal y como le ocurre a Kiriko, no eran pocos los que se veían indefensos cuando tenían cualquier contencioso con la justicia por la imposibilidad de pagar un abogado. Este punto de crítica y también la que se refiere a las enormes diferencias de desarrollo entre Tokio y las zonas rurales, convierten esta novela en un interesante retrato de un Japón alejado de lo que estamos acostumbrados a ver y a leer.
Una de las decisiones más interesantes de Matsumoto en la novela es la de prescindir de héroe, más allá del papel secundario del periodista Keiichi Abe, que hasta el último momento trata de ayudar a Kiriko sin más interés que hacer el bien. Salvo él, el resto de personajes tienen un reverso tenebroso, una parte oscura que tarde o temprano sale a la luz y representa el mal inherente que todos somos capaces de desarrollar cuando nos sentimos justificados para ello.
Con la mencionada crítica de la justicia y de la desigualdad como trasfondo, la trama evoluciona hacia un sálvese quien pueda en el que serán la venganza y el egoísmo las principales motivaciones de casi todos los protagonistas para pasar a la acción. Una venganza calculada, que se despliega de la mano de la gran evolución que se observa en los dos personajes más fuertes (el abogado y la joven), otro acierto, si bien el autor no logra que los secundarios dejen de estar un poco anclados en los tópicos.
Narrada en un estilo sobrio, directo pero certero, capaz de reflejar perfectamente la vida urbana tokiota sin recrearse en exceso en el atractivo de los bajos fondos, La chica de Kyushu termina siendo una buena lectura, distinta a la que uno espera cuando se encuentra con ella pero muy disfrutable en todo caso.

2 comentarios en «La chica de Kyushu, de Seicho Matsumoto»

  1. Gracias por el comentario sobre la reseña, Ariana. Dale una oportunidad, sí. Los dos personajes principales son muy potentes, y se te quedan en la cabeza tiempo después de haberla leído.

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