La fiesta de Vargas Llosa

La fiesta de Vargas Llosa, nobel de literatura 2010

 

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«Por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, su rebelión y su derrota»
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Fue con estas palabras con las que Peter Englund, secretario de la Academia Sueca, anunciaba ayer el afortunado ganador del Premio Nobel de Literatura 2010. Cuando ya muchos pensaban que este año el galardón se lo llevaría el keniano Ngugi wa Thiong’o, quien destacó en la conocida casa de apuestas británica Ladbrokes, el nombre que finalmente resonó en la sala fue el del hispanoperuano Mario Vargas Llosa (1936), primer nobel hispano desde que lo ganara Octavio Paz en 1990. Y ha sido toda una sorpresa, porque aunque este grande de la literatura ya llevaba muchos años siendo candidato al premio, lo cierto es que de igual modo, por unos u otros motivos, siempre tenía las de perder. Incluso él mismo reconoció creer que “había sido completamente olvidado por la Academia”. Pero ya vemos que no. Y es que, como afirma el actual Rector de la Universidad de Rioja, Vargas Llosa merecía el galardón por “su vasto conocimiento literario, su original técnica narrativa y dominio de los tiempos y los espacios novelísticos, una abundante obra de calidad en lengua castellana, su universalismo cultural y, al mismo tiempo, su identificación con la cultura latinoamericana y española, e, incluso, su compromiso político, más allá de diferencias ideológicas, con la tolerancia, la libertad y los derechos humanos como manifestaciones del espíritu universitario”.
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El primer libro de Mario Vargas Llosa, el compendio de cuentos “Los jefes”, llegó a España en 1959 desde Lima de la mano de su autor, cuando éste, apenas un joven de 23 años, se disponía a hacer un doctorado de literatura en la Universidad Complutense en la capital española. Desde la publicación de esta obra, la producción del escritor (tan variada en temática como en género literario) fue en aumento de tal manera que hoy día su bibliografía supera ya, y con creces, el medio centenar de títulos. Y lo más importante: con una gran calidad literaria, como así garantizan la multitud de premios y reconocimientos recibidos, tales como el Premio Internacional de Literatura Rómulo Gallego (1967), el Premio Cervantes (1994), el Premio Ortega y Gasset de Periodismo (1967) y, desde ayer, el Premio Nobel de Literatura, entre otros.
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De sus numerosas obras, podríamos destacar “La ciudad y los perros” (1962), “La casa verde” (1965), “Conversación en La Catedral” (1969), “Lituma en los Andes” (1993) o “La fiesta del Chivo” (2000), novela esta última de la que les dejamos, a continuación, la reseña que se publicó en el blog hace unos meses, para que vayan abriendo boca mientras esperan la última creación del autor, “El sueño del celta”, que será publicada el próximo 3 de noviembre por Alfaguara.
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La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa

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Título: La fiesta del Chivo (2000)
Autor: Mario Vargas Llosa
Editorial: Alfaguara (2006)
Páginas: 520
ISBN: 9788420470177
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Ya había intentando previamente apreciar a Vargas Llosa: Conversaciones en la catedral, Lituma en los Andes…pero en cuanto me internaba en la historia, sabía que aun no estaba preparada para hacerlo, y lo devolvía, con solemnidad, a su estante.
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Casi estuve a punto de perderme de nuevo La fiesta del Chivo. Fue hace unos cinco años. No me gustaron las primeras cien páginas, así que continué. Hasta que el libro desapareció, y la narración tomó forma y volumen ante mis ojos.
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Para entonces, y de un modo similar al que mi compañero de batallas Iván Adrián describe sobre el estilo de Auster, el relato ya se había transformado en el discurrir prístino de las vidas de unas cuantas personas.
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Debo reconocer, que mi ignorancia con respecto a la realidad de la existencia del asqueroso mequetrefe de Trujillo, no supuso óbice alguno para que esta novela cobrase corporeidad de un modo asombroso, como si abriese de súbito las enormes páginas de un gran libro desplegable infantil, en el que castillos y duendes saltasen de improvisto desde sus pacientes escondrijos.
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Como ya he dicho, hace ya algunos años que disfruté de este novelón, pero aun permanecen en mi memoria intensos recuerdos, como de vívidos sueños que nos asaltaran la noche anterior, del terror, la rabia, la ira, la frustración y la impotencia de a los que les toca soportar los delirios de grandeza de los que sólo saben imponerse sobre los demás, y defender su postura, con ejércitos de descerebrados verdugos que vigilan, persiguen, aterrorizan, torturan y hacen desaparecer el alma de aquellos que deberían vivir sus propias vidas, y la Historia los confina a arrastrase por los ínfimos derroteros que dibuja con un palito en la arena, un señor de ajustado uniforme caqui.
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Y el recuerdo, cómplice, poderoso, del que espera, y espera, sentado en su automóvil, con firme determinación. Toda su existencia reducida a un único objetivo: una bala, quizá varias.
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Eva MMJ

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