La princesa prometida

La princesa prometida, de William Goldman

La-princesa-prometida¡Hola! Me llamo Iñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Disponte a morir. Y es curioso, porque Iñigo Montoya no es el protagonista principal de esta historia de princesas y caballeros, pero se te queda metido en los huesos como si hubiera formado parte de ti desde siempre. Y es que, poco habituado a los relatos de aventuras, no podía haber empezado mi andadura con mejor clásico que éste que me ocupa. Porque las vidas de Buttercup y Westley ya forman parte de las parejas del momento, de esas parejas de personajes que quieres por todos los medios que acaben su camino juntos, y como reza el dicho de los cuentos de hadas, y que coman perdices y sean felices para siempre. Pero ay, que esta vida no es justa, se me olvidaba. O a lo mejor sí lo es en demasía, y produce historias como esta que hace que nunca te arrepientas de haber cogido un libro entre las manos, y acabes de leerlo con la satisfacción de haberte reído y comido las uñas a partes iguales. ¿Queréis vivir aventuras? Pues pasad por esta entrada. No os destriparé nada, lo prometo, pero desde luego viviréis batallas que a lo mejor no queréis llevar a cabo.

Buttercup ama a Westley. ¿Quién lo iba a decir?. Mucho peor es cuando Westley también ama a Buttercup, pero tiene que irse al extranjero y en el camino muere. Es entonces cuando nuestra protagonista se compromete con un pérfido príncipe, que lo único que quiere es hacer la guerra, y no el amor. Y es que la conspiración que quiere llevar a cabo es tan certera que solamente un gigante, un español diestro en la espada, y un hombre de negro, serán capaces de desbaratar todos los planes.

 

Sé que muchos de vosotros me dilapidaréis en el mismo momento en el que reconozca lo siguiente: no había leído nunca esta historia. Lo sé, lo sé, es un clásico del género. Pero aun así siempre encontraba otras lecturas por medio que me alejaban de ésta. El caso es que cuando Martínez Roca editó esta obra en un nuevo formato, decidí que ya estaba bien, que debía ser mío, y que tenía que leer las aventuras de las que tantas veces me habían hablado. Y puede ser porque el tiempo te da sabiduría (¿será por eso que mi pelo empieza a escasear?) y la experiencia de otras lecturas te aporta otra visión, pero desde luego puedo decir, y no suelo hacerlo de todo lo que leo, es que no cambiaría ninguna de las letras que forman esta novela. ¿Por qué? Porque siempre he agradecido las historias que se leen prácticamente solas, que se leen con verdadera devoción, con verdadero regocijo por tener ante tus ojos unas aventuras repletas de risas, momentos de intriga, y por supuesto, muy mala leche. Porque dentro de esta, en apariencia simple, novela de aventuras, se encuentra una ironía tan jugosa que es imposible no reírse de las parodias más absolutas a aquellos diálogos grandilocuentes y faltos de sentido de algunas de las novelas de la última década que todos hemos leído.

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Así es como “La princesa prometida” te deja con una sensación de haber compartido muchas otras veces la historia de los protagonistas, incluso de los secundarios que son los que al final emergen como la lava de un volcán, inundando toda la historia, y necesitando que aparezcan una y otra vez en sus páginas. ¿Veis?, ya lo estoy haciendo otra vez, ya estoy describiendo y describiendo, y no diciendo apenas nada. Pero es que permitidme la licencia, permitidme que todo lo que escriba aquí sean sólo alabanzas, porque hacía tiempo que no me reía tanto con una historia de villanos y princesas, de vasallos y amazonas, de españoles y gigantes, que da un nuevo, pero que en realidad es viejo, enfoque a aquello que conocíamos en las historias de aventuras y fantasía. Puede que no una fantasía propia de las novelas que conocemos los seguidores del género, pero desde luego sí una historia completamente inventada, con las dosis necesarias de realidad que hacen que te plantees que lo que has leído es todo cierto, es todo parte de una verdad que desconocías.

William Goldman es usted un maestro. Un maestro de las letras. Y sí, yo también necesito esa parte de la historia que no nos cuenta, así que le escribiré, aunque no obtenga respuesta, o aunque la obtenga pero no me guste, porque esta vida no es justa, eso lo sé, pero lo que nadie dijo es que no pudiéramos intentar hacerla de esa manera para acabar lo que empezamos, como le sucede a Buttercup y Westley, cuando su beso les lleva hasta el final de sus días.

2 comentarios en «La princesa prometida»

    • Pues si mis palabras, Cova, te han animado a hacerlo, adelante, no te defraudará. Es una historia de aventuras, pero completamente diferente. Un imprescindible para mí, desde ya

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