Los Buenos Soldados

Los Buenos Soldados, de David Finkel

los buenos soldados - david finkel

Durante mucho tiempo seguí con interés la invasión de Irak. Recuerdo especialmente aquellas imágenes en las que una grúa derribaba la estatua de Sadam y a la muchedumbre enloquecida que pataleaba y escupía sobre un Sadam icónico que se resistía a caer al suelo. Corría el año 2003, y todos echábamos el aliento contenido al ver que aquello había sido rápido y sencillo.
Hasta que llegó el día después. Todas las cabezas se giraban sonrientes buscando a alguien que respondiese a la pregunta de qué hacemos ahora. Pero la sonrisa se fue borrando cuando pareció que nadie había preparado una respuesta a esa pregunta. El escenario para la anarquía ya estaba dispuesto.

Los años sucesivos me hicieron adicto de Aparisim Ghosh y sus magníficos artículos para la revista Time. Cualquiera que quisiese saber qué estaba ocurriendo en la sociedad iraquí de la postguerra tenía que hacer dos cosas: olvidar el telediario -cualquiera de ellos, y leer las crónicas de Ghosh, que llegaron en 2006 a su máxima expresión en Baghdag Diary.
Como quiera que sea, terminé dejando a un lado problemas que ocurrían a miles de kilómetros de mi hogar y centrándome en lo más cercano. Es decir. Llegar a fin de mes.

Hasta que hace algunas semanas, este libro llegó a mis manos. Lo cogí como lectura secundaria; lectura de mesita de noche hasta percibí la joya que tenía entre mis manos. Así que aparqué toda lectura foránea hasta no terminar sus 296 páginas.

Los Buenos Soldados nos introduce en el Batallón 2-16, uno más de las decenas de batallones destinados a la Irak de la postguerra. Solo que éste fue a parar a mal lugar y en mal momento.
Este libro nos hace dormir en sus barracones y aspirar la arena que corre por doquier. Nos introduce sutilmente en la mente de reclutas de apenas 20 años y con ellos aprendemos a vivir en una guerra sin enemigos. Una guerra en la que no hay un frente definido. En la que te esperan tras cada esquina sin una bandera o uniforme que los identifique como los malos. Una guerra imposible de ganar.

David Finkel es redactor del Washington Post. Con un premio Pulitzer a sus espaldas y avalada experiencia como periodista en situaciones de conflicto, David decide mimetizarse con el Batallón 2-16. El periodista se convierte en una sombra del batallón. Un bulto más en la mochila de los soldados desde su formación en Fuerte Riley (Kansas), pasando por sus días en Ciudad Sadr, hasta su vuelta a casa. Quien vuelve.

Lo que más destacaría de este libro es su impecable estilo periodístico. Los capítulos se distribuyen cronológicamente a modo de diario y vienen encabezados por un breve recorte de declaraciones de George Bush en esas mismas fechas. Así sitúa al lector en la visión que en ese momento se transmitía desde Washington y es el contraste ideal para lo que nos espera en los párrafos que siguen el capítulo.

Además, en este libro no hay opiniones. No sé si lo recordáis de los viejos tiempos. Pero hace años, los periodistas no opinaban, informaban (lo sé, lo sé, hace tanto de eso que es normal que lo hayas olvidado). Así que por una de esas suertes raras y confabuladas con los astros, en este libro sólo hay una voz en off narrando los hechos y los sentimientos que fluyen alrededor de ellos. No es que no haya buenos y malos. Es que eres tú el que debe buscar a los personajes y formar tu opinión. Ya sabes, esa madurez crítica que todos poseemos y que a veces nos dejan usar.

Todo esto hace de este libro un libro excepcional. Un libro duro, con nombres y apellidos y hasta con las caras de los protagonistas. Se acabó la historia del soldado que vive y muere. Bienvenido a la historia de los soldados que salen de patrulla con el Humvee, se encuentran con una bolsa de basura a un lado de la carretera, y bajo ella un EPF (del inglés –Penetrador Formado Explosivamente) que explota atravesando la base del vehículo, llena de metralla a 5 soldados, arranca el pie y la mandíbula a uno de ellos y deja sin mano a otro.

Este libro nos presenta el día a día de chavales que se juegan la vida por pacificar un barrio (ojo, no un país) en el que muchas personas decentes tratan de salir adelante, y donde unos pocos se encargan de que eso no pueda suceder. Un barrio en el que mientras soldados abren caminos, gasolineras y canalizaciones de agua, otros pocos se encargan de volar en pedazos lo que hacen y a los que lo hacen. Un barrio en el que perseguir al enemigo supone meterte en casas de gente humilde, con niños inocentes y mujeres asustadas, que se exponen a recibir un balazo de un soldado medio loco de la rabia o de otro con mala puntería.

Si el Baghdad Diary era el diario de la gente humilde, este libro es el diario de los Buenos Soldados.

Francisco Sánchez Cid (francisco@librosyliteratura.es)

 

3 comentarios en «Los Buenos Soldados»

  1. Saludos amigos.
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  2. Francisco, leer esos dos últimos párrafos ya han hecho imaginarme la escena. No sé cómo estará todo eso retratado en el libro, pero si como dices es realmente una joya, debe ser muy duro, más aún viniendo de un periodista que sabe de lo que habla. Por lo demás, también me ha gustado ese tono objetivo que no te dice quienes son los buenos y quienes los malos, sino que debes ser tú, con tus propios criterios, quien comprenda todo lo que acontece, más allá de ambos bandos. En definitiva, tiene buena pinta. Pero me pica la curiosidad: ¿dónde está el límite entre realidad y ficción? ¿Es realidad novelada o una novela basada en hechos reales?

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  3. ¡Hola Judit!
    Sí que es un libro duro, si. Y lo es porque se trata de una novela hecha a retazos de situaciones reales.
    Para los chavales que hay en ese ejército resulta muy chocante. Les llevan allí con historias de héroes y con la cabeza llena de películas. Les ponen a echar una mano a los civiles y al nuevo ejército y policía Iraquí, y claro, no entienden porqué demonios alguien les dispara por hacer eso.
    Y la cosa se complica cuando no sólo te disparan, sino que te dan. Ves que ahí no hay valor ni coraje, solo mala suerte, sorpresa y dolor de la herida. Eso un día detrás de otro hace muy difícil levantarte cada mañana y salir a patrullar a “gente desagradecida y que no te quiere allí”.
    Realmente los soldados no lo entienden. Primero se sorprenden, luego se cabrean, y luego se deprimen. Y este libro describe a la perfección ese proceso de transformación.

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