Un lugar pagano, de Edna O´Brien

Un lugar paganoDebo reconocer que siempre he sentido una cierta debilidad por la literatura y el cine irlandeses, y no especialmente por las historias en sí mismas sino por el ambiente que suelen retratar, por esa concepción sencilla de la vida, por el respeto a la tradición, y por esa mirada capaz de relativizar las cosas que permite afrontarlas con una apacibilidad que es uno de los bienes más difíciles de encontrar en la vida real. Sin embargo últimamente comienzo a dudar de mi propia idea, tal vez ese ambiente bucólico no sea más que una cortina de humo para sobrellevar una realidad más bien sórdida. Edna O´Brien logra algo en apariencia contradictorio, que es reforzar ambas teorías contrapuestas. El tono de Un lugar pagano, una de las pocas, si no la única, novela narrada en segunda persona que recuerdo haber leído, refuerza esa idea de existencia apacible gracias a la sistemática relativización de los hechos. La narradora le va contando a la protagonista su vida (la de la niña protagonista, que probablemente sea la misma persona) entre otras tantas anécdotas, sucesos y vidas, pasando de un tema a otro con una naturalidad que parece transmitir que se encuentran todas en un mismo plano, todas igual de importantes. Pero desde luego no lo son, porque en ese tono casi displicente se tratan temas ciertamente dramáticos. Pero el tema central es el fin de la infancia y cómo se produce, el paso de niña a mujer como algo casi furtivo, la sexualidad como un misterio.
Desconozco si es un truco estilístico de la escritora o es un truco psicológico extendido entre la población irlandesa de la época, pero en todo caso es uno muy efectivo que consigue sobrellevar la narración (o la propia existencia) con una sensación de levedad que logra que uno racionalice lo leído con cierta serenidad. Y lo leído es atroz, tan fantásticamente bien escrito como terrible en la realidad. Se puede disfrutar de lo que lees al tiempo que sufres por lo que te cuentan, es una de las grandezas de la literatura.
La existencia que se retrata en Un lugar pagano es dura. Lo es en general y como suele suceder en estos casos lo es más para las mujeres. Lo es para las mujeres y como sucede siempre lo es en estos casos lo es infinitamente más para las niñas, para las jóvenes. Narrar con una voz hermosa una historia que transcurre entre railes construidos a base de fanatismo religioso, incultura, violencia, machismo, alcoholismo y abuso es un raro mérito de Edna O´Brien. Sería interesante conocer cuánto pesa en el ánimo de un padre que le da una paliza terrible a su hija a causa de un rumor que dice que la han visto flirtear con un cura, la convicción religiosa, el concepto de pecado, y cuánto pesa algo tan mundano como el whisky. Paliza, por cierto y puede que esto sea lo más impactante, alentada por la madre.
Pues en este panorama nada bucólico, la voz de Edna O´Brien consigue elevarse sobre la brutalidad y defender un papel diferente para la mujer. Más libre. Y no es que lo consiga ahora, es que lo hizo en su época y en su espacio. Tengo para mí que si el mérito literario de Un lugar pagano es incomparable, aún lo es más desde un punto de vista social. Una obra indispensable capaz de poner las cosas en su sitio sin sacrificar lo positivo, porque por dolorosas que sean muchas de las cosas que cuenta, el atractivo del lugar no se resiente, al contrario, ayuda a ponerlo en valor a través de las vidas de quienes las padecieron sin perder su espíritu.

Andrés Barrero
@abarreror
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