No habrá más penas ni olvido

No habrá más penas ni olvido, de Osvaldo Soriano

no habra mas penas ni olvido
Recuerdo haber leído a Osvaldo Soriano de chica. Había escrito un libro para niños –tapa con bordes azules, un gato negro ilustrado en la portada y la torre Eiffel de fondo-y supongo que el nombre del autor terminó de conducir a mi mamá a la compra del libro. Yo tendría unos 8 años, quizás uno o dos más. No recuerdo bien la historia, sólo recuerdo sentirme  “adulta” –o a la altura de las lecturas de mi mamá o mi abuela- por leer a Osvaldo Soriano, un autor que mi abuela decía que era muy conocido. Pasó mucho tiempo desde que leí “El negro de París” hasta toparme de nuevo con Soriano.  Buscando qué leer, lo encontré y asumí que era hora de probar al Osvaldo Soriano de los adultos, a través de No habrá más penas ni olvido.

Colonia Vela, es el sitio donde se suceden los hechos. Cerca de Tandil, este pequeño poblado es testigo de una lucha entre los peronistas de izquierda y peronistas de derecha. Primero, acusan a un empleado de ser infiltrado comunista y desde ese momento, buscan echar a Ignacio Fuentes, el delegado municipal. Indignado, toma la comisaría para enfrentarse al comisario Llanos y a quien lo apoye.

No hay pausas que aburran al lector mientras se relata la sublevación del delegado que enfrenta al poder policial y luego, al propio intendente de Tandil.  Durante la toma,  se ven involucrados el placero, el cabo García –personaje manipulable, que peca de ser demasiado inocente y el que mejor refleja ese debate interno de pertenecer por pertenecer pero sin entender a ciencia cierta el porqué- y Mateo.

No es ajena la violencia a una novela que Soriano construyó con mucha ironía, con ese toque de ebullición política que arrasa a un pequeño lugar y fomenta una situación  de batalla histérica, de -inclusive- diversión para muchos de los personajes. No pasa desapercibido el ritmo que no da tregua al lector ni, parece, a los protagonistas que arremeten entre sí con ferocidad carente de táctica alguna que no asegura ningún resultado positivo. Es matar por haber sido desafiados, de un bando y del otro.

Llegué a creerme  que esto había sucedido así. En mi cabeza, aún sin mucho detalle para caracterizar al lugar, veía el terreno de combate. Mérito de Soriano, el construir una historia que no necesita de abundantes párrafos plagados de elementos para que el lector coloque cada cosa en su lugar. Basta con interpretar sus diálogos cargados de frenesí otorgados por el momento de júbilo propio del creerse partícipe de algo histórico. Conversaciones que por momentos dejan escapar una risita frente a las ocurrencias de estos hombres devenidos –para ellos mismos, claro-en héroes.

Además de tener una escritura sarcástica, utilizando herramientas que caracterizan a ese “paisano” de pueblo del interior argentino (lo digo, porque de allí vengo),  potencia a esta historia de esta pequeña revolución ficticia plagada de dichos y hechos tan reales como si Soriano sólo les hubiese puesto nombre y ya.

Sin duda, una gran novela que demuestra una triste realidad ante al fanatismo extremo, de ese amor inmenso por una figura que esperan, los ayude. Y Soriano, los arroja al lector, quien quizás sienta algo de piedad en descubrir  como terminan siendo la comidilla de un sistema.

Cuando lea el nombre de Osvaldo Soriano ya no voy a dividirme entre lectura adulta o no.  Voy a saber que tuve el placer de leerlo en dos etapas distintas de mi vida y en ambas supe que Osvaldo Soriano era un gran autor. Sólo que ahora puedo justificar la afirmación por mí misma, gracias a No habrá más penas ni olvido.

Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)

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