Pandora

Pandora, de Henry James

pandoraDice la gran traductora de la obra, Lale González – Cotta, en el prólogo de esta exquisitez que se llama Pandora la anécdota que en el mundo literario se recuerda de Camilo José Cela, cuando un joven escritor le preguntó un posible argumento para una novela y aquél le contestó “un hombre y una mujer se enamoran, escriba sobre usted sobre eso”. Y así es como se nos introduce en esta pequeña joya donde Henry James ya, con el simple hecho de leer su nombre en una portada, es un sinónimo de viaje legendario por la vida de unos personajes que, sin la menor discusión, se convierten en parte del imaginario colectivo – o simplemente personal, el de cada lector – y no abandona por mucho que las circunstancias, que otras lecturas, que otros libros aparezcan y ocupen un lugar – sólo físico, nunca mental – en nuestra habitación. Un pequeño movimiento en la vida de un lector que se convierte en otro paso más grande cuando el libro se cierra y la imagen de un hombre reflexionando hace acto de presencia y queda impregnada nuestra realidad con esa pátina de belleza y sutileza que aflora por las calles de Nueva York, por las estancias de una opulenta sociedad o por las conversaciones en las que el amor, la ironía y los medios silencios revolotean como un pequeño pájaro, atravesando el cerebro y convirtiéndolo en algo distinto, no sabría describirlo con exactitud, que nos llevaremos con nosotros por mucho viaje lector que se precie. Esas pequeñas joyas que, por desconocidas, suponen un grato descubrimiento y la satisfacción de leer por el simple placer de seguir en sus páginas.

Otto Vogelstein piensa que es imposible encontrarse de nuevo con la chica que conoció en su viaje en barco. Pandora Day. Una mujer que le cautivó. Lo que no puede imaginar Otto es que volverá a encontrarse con ella, con Pandora, pero ya no será la misma y descubrirá, de una de las formas más crueles, que lo que él pensaba cierto no lo es en absoluto.

 

El tiempo vira demasiado rápido cuando se tiene tantas lecturas pendientes. Pandora llegó como un regalo y se queda como uno de esos brillantes que guardamos en los cajones para que, en ocasiones especiales, salga a relucir ante los ojos de todos los que quieran observarlos. Henry James, que como autor es ya un clásico entre nuestros tiempos, escribió esta historia que ahora es recuperada, y de qué forma. Brillantemente traducida, en una edición en la que sólo la portada ya invita a adentrarse en los ojos de la protagonista, y que contiene en su interior una historia de amor, sí, pero con una forma narrarla que es indudable la magia que la literatura ha dado a los mundos de los lectores que, acercándose a historias que en un principio parecía que no iban a gustarles, acaban siendo esas lecturas imprescindibles que llevarse a cualquier isla desierta para estar acompañado. Pero a pesar de esa historia de amor, que orbita sobre los protagonistas a través del lenguaje, también se encuentra en su interior el retrato de una sociedad, de las apariencias de la clase alta americana, de los dobles sentidos y los juegos en los que los espejos nos devuelven la imagen que quizás no nos guste de nosotros mismos, donde los prejuicios y las ideas preconcebidas convierten una vida en algo tremendamente absurdo y poco conmovedor.

Gusto de lo clásico, de las historias escritas en otro tiempo y de otra forma, y mi gozo es absoluto cuando descubro títulos como Pandora que me hacen caer irremediablemente en la prosa de un autor como Henry James al que tenía abandonado, casi apartado en el más absoluto de los ostracismos, y que ahora vuelve con fuerza gracias a esta narración. Nunca he pensado que tuviéramos que cerrarnos puertas a la hora de caer en la tentación de algunas lecturas. Lo importante aquí, más allá de lo que yo os cuente, es ese poder descubrir una historia que se resume fácil, pero que no se explica tan fácil, porque cuando uno quiere meterse de lleno en el mundo del autor se da cuenta de la lectura entre líneas, de todo lo que detrás de una historia hay y puede investigarse, de la vivencia y la emoción que desborda un vaso que poco a poco se ha ido llenando y que se convierte en esas gotas que mojan la mesa entera y que acaban anegándolo todo. Como si nosotros fuéramos el recipiente que, por mucho que lo intentemos, no puede contener todo lo bueno que lleva a su lado Pandora.

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