Sweeney Todd. El collar de perlas, de James Malcolm Rymer

Sweeney Todd. El collar de perlasParalela al río Támesis, oculta bajo una espesa capa de niebla, se extiende una de las principales arterias de Londres. La calle, en apariencia de ambiente distinguido gracias a los frecuentados cafés y tabernas de la zona, cobija también un lugar de horror y pesadumbre. No extraña que poco después fuera pasto de las brasas; era el funesto final que el mismo diablo tenía preparado para la adoquinada vía donde se situaba la barbería de Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet.

«Un afeitado rápido por un penique. No hallará a nadie que lo replique». Este es el lema que se cita en un cartel colgado en la entrada de la barbería y desde luego no hay que tomarlo a la ligera; la intención sarcástica del pareado no deja lugar a la duda sobre el misterio que se esconde en su interior. ¿Nadie que lo replique? Obvio, pocos pueden salir de ahí para contarlo.

La editorial La biblioteca de Carfax edita en un volumen único la novela completa de Sweeney Todd. El collar de perlas. La historia del barbero asesino del que aún se duda si realmente fueron hechos reales en los que se basa su leyenda, nos ha llegado a la actualidad gracias a la influencia literaria que dejó en el compositor y director Stephen Sondheim, y su adaptación al teatro musical —ESPLÉNDIDO con mayúsculas— en 1979, de cuya versión se valió Tim Burton para su película con un también magnífico Johnny Depp interpretando el papel del psicótico barbero. En aquellas adaptaciones la historia cambia notablemente con la que en estas páginas se cuenta. Su autor, James Malcolm Rymer, también creador de las historias de Varney, el vampiro, publicó por entregas el debut literario de Sweeney Todd entre noviembre de 1846 y marzo de 1847. El escritor escribía principalmente penny dreadfulls, historias de terror escabrosas y sensacionalistas que se vendían por entregas en la Inglaterra de mediados del siglo XIX por un penique.

Londres, escenario de tantísimas grandes obras de horror y sangre que corre por sus calles, se convierte en otro personaje más dentro de la obra, ya que va a representar el frío, lo hostil, lo claustrofóbico dentro de esta historia llena de enigmas, muertes, degradación, locura y, sí, deliciosos pasteles de carne de la señora Lovett. Borremos, eso sí, la imagen de estrella del rock del Romanticismo que tenemos del último Sweeney hasta la fecha, esto es Johnny Depp. Porque Sweeney, el salvaje y despiadado Sweeney Todd, el barbero, «era un tipo larguirucho, mal proporcionado y contrahecho, con una boca inmensa y manos y pies tan descomunales que se podía decir que era un bicho raro». Trabajaba en su pequeño local de la calle Fleet donde por un penique realizaba el afeitado más apurado que podías encontrar en todo Londres. Por su barbería se dejaban caer toda clase de hombres, pero solo aquellos de alto poder adquisitivo le eran realmente interesantes al siniestro barbero. A su cargo tenía un pequeño mancebo que le ayudaba en las tareas, el joven Tobías. Cada vez que entraba algún cliente en la barbería, una gélida mirada de su maestro y mentor le valía al joven para salir por patas de la tienda a hacer compras. Mientras, Sweeney afilaba sus navajas, observaba por la ventana el exterior, se acercaba al sillón donde esperaba el cliente con la espuma extendida por el rostro y se encargaba de ofrecer su mejor apurado.

Un día, entró en la tienda un apuesto hombre, el señor Thornhill, junto a su perro. Mala elección haber elegido ponerse en las manos de aquel barbero y buena suerte para Sweeney, cuyos objetos personales del señor Thornhill le iban a reportar un más que suculento anticipo de su jubilación. Se trataba de un flamante collar de perlas, objeto de deseo que representa la ambición del hombre por aspirar cada vez a más sin ver los riesgos que ello puede conllevar. El joven Tobías entró en el momento crítico en el que algo extraño estaba sucediendo dentro de la barbería; le iba a salir muy caro entrometerse en los asuntos que solo conciben a Sweeney Todd. Este asesinato va a ser el motor de la historia y la trama girará en torno a él. Alguien más está buscando al señor Thornhill, su perro puso sobre la pista a un antiguo amigo y a un imán más atrayente, la bella Johanna.

En la misma calle se sitúa el local regentado por la señora Lovett. El gentío se agolpa frente a la puerta para degustar uno de los deliciosos pasteles de carne que ahí se sirven. La señora Lovett es una hermosa mujer que trabaja muy duro para poder dar de comer a todos los clientes que ansían hincar sus dientes en uno de esos esponjosos y cremosos pasteles. Y la carne, con ese sabor tan especial. Los hornos se encuentran en los sótanos húmedos y abovedados del local. Lo que ahí ocurre es mejor no conocerlo.

Sweeney Todd. El collar de perlas tiene una lectura adictiva, quizá fruto de la naturaleza de su publicación por entregas. El trabajo inmenso de su traductor, Alberto Chessa, merece una mención por la documentación anotada al pie de las páginas para acercarnos a aquel Londres de mediados del siglo XIX, una época que siempre muestra lo oscuro y escabroso de aquella ciudad, y su siempre siniestro historial de muertes y decrepitud. Un modo de conocer la figura de otro de los célebres personajes que asesinó sin piedad en Londres. Oculto tras el cristal de su barbería espera para dar su afeitado más apurado Sweeney Todd, el diabólico barbero de la calle Fleet.

1 comentario en «Sweeney Todd. El collar de perlas, de James Malcolm Rymer»

Deja un comentario