Dice en el epílogo del libro Antonio Bertoli, amigo de Jodorowsky y uno de los máximos exponentes del estudio de la psicogenealogía en Italia, que este Viaje esencial es el «canto que nos reconecta con la verdadera salvación, la última liberación, el definitivo rescate: el viaje esencial que todos tenemos que emprender dentro de nosotros mismos para recuperar el sentido original – esencial – que la familia, la sociedad, la cultura y las religiones han oscurecido y ocultado.» Si hace cosa de un año, Siruela nos trajo a Jodorowsky en forma de cuentos con La vida es un cuento, ahora es la poesía – o como a él le gusta llamarla: “poesofía” – la forma a partir de la cual ser enseñados por este artista multidisciplinar sin años, sin patria y sin cadenas.
¿Qué es entonces esta “poesofía”? Como todo lo que envuelve su arte: la indagación en uno mismo del sentido de la vida a través de distintas formas, pero en este caso partiendo de la poesía. Jodorowsky puede llevarnos a la meditación con una película, un libro, una entrevista o un taller de los que suele ofrecer alrededor del mundo. Sabedor de que a partir del arte es posible aprenderse, no hay variedad ni técnica que se le escape a un hombre que ronda los 90 años y que parece no querer morir nunca. Dicen que no te mueres mientras tienes proyectos en mente y Jodorowsky es un continuo maquinar de planes. Si hace unos meses presentaba en el Festival de Cannes su última película – Poesía sin fin – ahora se lanza con este nuevo título que suma a una larga lista de ‘bestsellers’ con su firma. Y no solo eso, porque le podemos ver cada día delante de un lienzo con el pincel en la mano o elaborando cómics o preparando su próxima película o dando conferencias o leyendo el Tarot en una cafetería de París. La hiperactividad de Jodorowsky es la balanza que compensa la profunda meditación a la que llevan sus obras.
En Viaje esencial, nos encontramos con cuatro partes – ‘Piedras’, ‘Entre piedras y nubes’, ‘Nubes’ y ‘A la sombra del I Ching’ – acompañadas por las ilustraciones de su pareja, la francesa Pascale Montadon-Jodorowsky. El libro empieza con 300 poemas breves al estilo de los haikús en los que, como si se tratara de escrituras sagradas, el narrador se convierte en la voz de uno mismo como guía del espíritu hacia una revelación, ese «definitivo rescate» del que habla Bertoli en el epílogo. Tras estos versos, se nos ofrecen 12 poemas narrativos más extensos con la infancia como protagonista. Y es que como se puede ver en su obra – por ejemplo en La danza de la realidad, tanto libro como película – la infancia es un tema de referencia en Jodorowsky, alguien que ve en el niño el cuerpo todavía sin cicatrizar, la persona todavía sin tropezar. Su infancia fue desgarradora y seguramente por ello supo romperse del todo y salir, crecer más fuerte y decidido a hablar siempre de ello. Este es un ejemplo más. Más adelante, en ‘Nubes’, volvemos a la poesía condensada formada por dos o tres versos que recuerdan a las citas que encontramos en los libros de filosofía zen. Fruto de esa influencia tan marcada del orientalismo y de su experiencia a manos del monje Ejo Takata, Jodorowsky hace alarde de su maestría a la hora de escoger las palabras que golpean en el interior más profundo de uno. Leer estos versos de Jodorowsky es como si de repente sienteses la revelación, sintieses que estás salvado, curado, y te dijeras a ti mismo estas palabras para recordarlas en tu nueva caída. Siempre hay caídas, de eso no podemos dudar, pero por suerte también sabemos que hay formas de suavizarlas: una es leer a Jodorowsky. Por último, y tras otros 300 poemas, el libro acaba con un ejercicio basado en la sabiduría milenaria de El libro de las mutaciones. A partir de combinaciones de lo que se conoce como el método de las tres monedas, el autor nacido en Tocopilla (Chile) ofrece una serie de textos donde la combinación numérica de las tiradas de esas monedas – algo que explica el editor antes de esta última parte – sirve como respuesta a las preguntas que plantean los textos. Parece difícil, porque yo lo he hecho así, pero no lo es. Solo hace falta disfrutar leyendo.
El libro se cierra con el ya comentado epílogo del italiano Antonio Bertoli, quien nos habla de qué es para él esta poesía de Jodorowsky. Habla de la cualidad pedagógica que tiene, de lo esotérico de su contenido, del camino hacia adentro que crea, del continuo juego entre dualidades. Intenta dar sentido a una poesía que busca carecer de él para así, en el vacío, ser llenada por el lector. Vas a tener que trabajar cuando leas Viaje esencial, igual que cuando presencies cualquier cosa que tenga la firma de Jodorowsky. Y no dudes en hacerlo, porque te aseguro que el florecimiento de la semilla que consigue dejar dentro de ti es la mejor forma de despertar, de levantarte, de seguir caminando siendo capaz de disfrutar cada paso.