A través de mis pequeños ojos, de Emilio Ortiz

 a traves de mis pequeños ojosTodos sabemos que los gatos quieren dominar el mundo, pero son los perros los que tienen el poder. Este no es otro de esos libros de perros que son animales de poder y se enfrentan a fuerzas del mal ni de perros desalmados que juegan con los ahorros de las personas decentes en Wall Street. Ni siquiera es de esos en los que se narra el auge y caída o caída y auge del perro de clase obrera que triunfa en un reality show y hace anuncios de cacahuetes garrapiñados. No. Si buscáis eso en este libro, ya os podéis ir con viento fresco.

“Nada más nacer te marcaron un destino, un destino aún no prefijado del todo, pero marcado: fuiste elegido para ser un perro guía; más tarde te robaron la sexualidad, el derecho a poder disfrutar de tu natural sexualidad; después te clasificaron para mí, para que fueras mío y estuvieras a mi servicio, a mis órdenes. Nadie te preguntó si querías hacerlo, nadie te preguntó nunca nada.
Entrenaste duro, muy duro, cuando todavía no me conocías. No fue nada fácil, tú eras un cachorro y querías jugar. Tú siempre quisiste jugar, pese a todo te obligaron a aprender. Nadie te preguntó nada. Fue duro, muy duro.”

Este es un extracto de una de las cartas que Mario escribe a Cross, su perro guía durante diez o doce años. Y es a la vez un resumen de la vida de tantos y tantos animales puestos a servicio de los seres humanos para fines tanto prácticos como inútiles.

De eso va A través de mis pequeños ojos. De lo que ve, piensa y siente un golden retriever que ha sido elegido para ser los ojos de un invidente. Un perro que, como dice el extracto anterior, solo piensa en jugar. De hecho, es el más revoltoso de los perros guía del grupo en el que Mario, su dueño, y el propio Cross “aprenden” a trabajar juntos.

El libro comienza en EE.UU. en un centro de adiestramiento para humanos invidentes y perros guía. Cross nos hablará de sus impresiones, de lo raras que le parecen algunas costumbres de los “humanoides”, de los olores que le gustan, de la injusticia de comer solo una vez al día mientras los seres de dos patas comen más veces, y de cómo poco a poco va fraguando entre persona y animal el cariño, la amistad y el amor.
A medida que pasa el tiempo Cross aprende cómo guiar a Mario, e incluso sabe sin que él se lo diga, por una especie de “energía telepática” a dónde quiere ir. Se convertirá en un gran perro guía, aunque eso no quiere decir que de vez en cuando no haga alguna trastada.

En el libro también somos testigos de la evolución de Mario. Tras sacarse la carrera su sueño es tener su propio negocio. Sacarlo adelante por sus medios, sin contar con la ayuda económica de sus padres. No lo tendrá fácil al pedir un préstamo. La idea es buena, pero los prejuicios de que al frente de una empresa, y más de la que quiere montar Mario, esté un invidente son un gran obstáculo.

Los días, los meses, los años… se suceden con rapidez y el lazo perro/humano se hace más fuerte, hay más compenetración, lealtad y fidelidad. Llegan a ser un todo en el que no se entiende al uno sin el otro. Si esto les pasa a todos aquellos que quieren a sus mascotas, más fuerte aún es este vínculo cuando la persona es invidente. Porque ellos lo saben. Saben que su dueño es ciego y están pendientes de ellos.

El final es triste pero sin caer en el melodrama, bien armado y bien rematado. Y os voy a hacer un espoiler, ¡qué demonios! Lo típico en esta clase de libros es que el perro muera al final. Podéis estar tranquilos porque en A través de mis pequeños ojos no sucede eso.

Un libro divertido, conmovedor, entrañable, fácil y rápido de leer que gustará a cualquiera con independencia de que tenga o no perros, pero que sobre todo hará las delicias de los amantes de los peludos.

Un libro que homenajea merecidamente el sacrificado trabajo de todos los perros guías del mundo.

2 comentarios en «A través de mis pequeños ojos, de Emilio Ortiz»

  1. Es un libro que motiva y engancha, “sobre todo engancha”
    Es una historia muy bonita de como un perro guía habla desde su punto de vista y que en realidad es él el que ve a través de los ojos de su dueño Mario “nunca mejor dicho”.
    Es verdad, podría haber sido un final mejor, pero no, porque esto no es cuento de princesas, sino, la vida real.

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