Buen perro

“Buen perro” de Graham Chaffee

Otro de perros, sí. Y pronto habrá otro más. Por hablar. Pero es que… ¿no os dáis cuenta? ¿Cómo no voy a caer en cómics así, con semejante pedazo de portada y con una sinopsis que pinta tan bien? Imposible resistirse. Hala, pa’dentro.

Iván, curioso nombre para el protagonista de Buen perro, es un can sin dueño, un callejero. Tiene pesadillas recurrentes con conejos y cada día se busca la comida como puede, sin saber a qué va a dedicar el tiempo. “¿Cuál es mi trabajo? Decidme lo que debo hacer y lo haré…” se dice a si mismo. Ansía tener un dueño, a pesar de que nunca lo ha tenido, pero a la vez expresa sus dudas al respecto y no sabe si le gustaría la experiencia.

Poco a poco vamos viendo el transcurrir diario de Iván, los roces con otros perros y con los dueños de estos; con tenderos de carnicerías y con gallinas. También tiene un amigo, Kirby, un bulldog que sí tiene dueño y muchos huesos enterrados que comparte con Iván. Pero en definitiva, este lleva una vida triste y en permanente duda existencial.

Hasta que un buen día, se encuentra con una “manada” de perros callejeros. Delincuentes profesionales que, para sorpresa de Iván, no tienen jefe. Son libres para hacer y deshacer, desafían el dominio del hombre y llevan la vida que les pertenece por derecho a todos los perros. “Ningún perro digno de serlo se ataría a un humano” dice uno de los ellos.

Iván probará el experimento de unirse a esa tribu en donde el valor del grupo es mayor que el de cada individuo y el liderazgo es asumido indiscutiblemente por uno de ellos, Sasha.

Por otra parte, hay que resaltar la importancia concedida a los pasajes oníricos en Buen perro. No es que abunden, pero tanto Iván como Sasha tienen a lo largo del cómic sueños que marcan su conducta y su destino, a veces de forma fatídica.

Esto es el cómic. Así, a grandes rasgos y sin desvelar nada.

Se lee con mucha facilidad y el guión se desarrolla a una velocidad adecuada, sin aburrir en ningún momento. Prácticamente, y sin ser una lectura de alto enganche, puede decirse que no sueltas el libro hasta que lo acabas.

El dibujo es simple, sin ser ello nada malo. Es eficaz y cumplidor en un pulcro blanco y negro. Las fisonomías caninas están bien trabajadas y los diálogos entre perros son exactamente igual que lo serían si los protagonistas fueran humanos.

¿Es una historia tierna o emotiva porque aparezcan perros? No. Para nada. Es en ocasiones triste, -sin provocar sensiblerías-, dura y criminal. Como la vida de muchos de estos perros. Una historia sobre el individuo, el grupo y la soledad. O así lo veo yo.

Como nota curiosa quiero resaltar que el autor, Graham Chaffee, como se indica al final del libro, no tiene perro.

Por último, solo añadiré que me ha gustado el retrato que Chaffee hace de la vida de un perro callejero. Tal vez, ahora, si me hacéis caso y leéis este cómic, cuando os encontréis con uno que se os acerca, no os pongáis instintivamente en alerta. “Cuidado, puede tener malas intenciones, tendrá enfermedades, o pulgas, no lo toques…” Tal vez pensemos que, solo busque un poco de comida, agua, y algo de cariño y calor. Un jefe al que seguir y con el que sentir la pertenencia a un grupo, alguien que le haga abandonar la soledad.

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