Una virgen imprudente, de Ida Simons

Una virgen imprudenteVendida como la Stoner holandesa, esta novela atrajo mi atención desde el primer momento. No sé si conocéis Stoner, de John Williams. Es un libro que leí hace un par de años y que me gustó bastante. En Stoner no ocurre nada y ocurre todo a la vez: el paso del tiempo, el devenir de una vida más o menos simple, el amor, las decepciones. Todo ocurre a un ritmo acompasado con el de la vida del protagonista. Y sin tener nada en especial es una novela que atrapa. Es cierto que Una virgen imprudente tiene muchas similitudes con Stoner: ambas son novelas cuyo equilibro baila al compás de la existencia del protagonista, una existencia que se nos presenta tal cual es, sin grandes ni arriesgados artificios literarios. Sin embargo, en Una virgen imprudente, la protagonista es una niña de once años y dejaremos la novela cuando ésta tan sólo tenga trece años. No la acompañaremos a lo largo de su vida, pero viviremos unos años, quizás cruciales, de su adolescencia.

Gittel es el nombre de esta niña judía a través de cuyos ojos conoceremos la vida, más o menos tranquila, de unos años próximos a la Segunda Guerra Mundial. Antes de adentrarme más en la trama, creo que es muy necesario que os hable de la autora para que entendáis las semejanzas entre realidad y ficción. Ida Simons fue una escritora belga nacida en 1911. Debido a los agitados años que le tocó vivir, no tuvo una residencia fija y anduvo por varios países de Europa aprendiendo a tocar el piano. Tal fue su éxito como pianista, que formó parte de varias orquestas importantes hasta que llegó la invasión nazi. Ida Simons sobrevivió a dos campos de concentración, aunque su salud sí se vio afectada y tuvo que renunciar a su sueño de ser una pianista de fama internacional. Tuvo un relativo éxito literario, pero fue, como muchos otros, injustamente olvidada. Menos mal que el tiempo a veces es justo y podemos disfrutar de esta autora, cuya vida bien podría ser una propia novela.

Para los escritores de hoy en día, que tenemos una vida relativamente cómoda y aun así tenemos la santa manía de quejarnos, debería existir una mano divina que apareciera de la nada  y nos diera una colleja cuando nos atrevemos a lamentarnos de lo más mínimo. Deberíamos aprender de escritoras como Ida Simons, carajo.

Ahora que conocéis a la autora, podréis entender los parecidos razonables entre personaje y autor. Además de la época escogida por Ida Simons para narrar la historia de Gittel, su personaje también es una gran amante del piano y llevará su pasión consigo allá donde viaje. Y es que la vida de esta niña es un tanto agitada. Su padre es un hombre algo desgraciado con poco olfato para los negocios y su madre, una mujer inquieta que en cuanto discute con su marido sale huyendo con su hija a casa de la abuela y su leal criada, a casa de la baronesa o quien sea que les dé cobijo en ese momento en Amberes. Y entre el trajín de ir y venir a La Haya, Berlín y Amberes, Gittel descubre algunos sentimientos que hasta entonces no conocía. Será en Amberes donde conozca a la familia Mardell y sobre todo, a Lucie, una mujer soltera de veintinueve años con la que Gittel descubrirá qué es la amistad (un amistad ciega, casi devota) y la traición.

Los personajes de esta novela están maravillosamente desarrollados. Me recuerdan a aquellos que creaba Dostoievski, como en El jugador. Aparentemente sencillos, pero muy complejos.  He disfrutado mucho con los personajes de Una virgen imprudente: la inocente e irónica Gittel, el genial tío Wally, la sorna de la madre, lo impecable de Lucie y la extravagante abuela. De verdad, una galería de personajes geniales, de los cuales da pena despedirse cuando acaba la novela.

Y aunque, como os decía al principio, este libro no tiene una gran trama, realmente no la necesita. Porque Gittel y el resto de personajes son suficientes. Porque es la vida misma, lectores, lo que transcurre entre sus páginas. ¿Hay algo más sincero?

Deja un comentario