Al otro lado de la pantalla

Al otro lado de la pantalla, de Alba Quintas Garciandia

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El acoso puede vestir mil disfraces. Se esconde de palabras, de silencios, de golpes, de amenazas, consiguiendo que la víctima que lo sufre se vuelva una persona aislada, casi invisible para el resto del mundo porque, paradojas de la vida, donde más segura se siente es en su propia cárcel. Sólo los que hayan sentido alguna vez el acoso pueden entenderlo, pueden saber lo que se siente, o al menos, imaginarlo hasta acercarse aunque sea un solo milímetro. Porque aquellos que lo han padecido (como si de una enfermedad interna se tratara) siempre lo llevarán a sus espaldas, recordando desde la lejanía que hubo una época, hubo un tiempo, en el que lo único que deseaba era desaparecer del mundo para que nadie, absolutamente nadie, pudiera encontrarlos y hacerle la vida imposible. Ese es el drama que se vive, y más si, en los tiempos que corren, ocurre “Al otro lado de la pantalla”.

Luis es un chico normal. Va a clase, se relaciona con sus amigos, está a punto de presentarse a la selectividad. Pero justo cuando creía que ya tenía su futuro al alcance, empieza a ser acosado por un compañero de instituto que, por pura venganza, decide que su único motivo es hundir la vida de Luis y apartarlo del resto de sus compañeros.

Lo que parecía una historia adolescente al principio, resulta una historia madura, al final,  sobre algo tan, desgraciadamente, común en nuestro tiempo: el bullying. Si hay algunas historias con las que puedes sentirte identificado, sea cual sea tu edad, es esta. Todos hemos sido adolescentes, y todos, en mayor o menor medida, hemos observado las burlas al chico gordo, a la chica con gafas, o simplemente a aquel que destaca por algo que a alguien no le haga gracia. Alba Quintana Garciandia me ha hecho rememorar esa época en la yo, que comparto parte de mis secretos con las lecturas y con vosotros lectores, viví en carne propia esas burlas, esas amenazas, por el simple hecho de que yo era como era. Por ello, mientras leía las palabras que forman “Al otro lado de la pantalla” sentía un nudo en el estómago, que pasaba lentamente por mi garganta y que se alojaba después en las cuencas de mis ojos, mientras las lágrimas golpeaban por salir. Hace tiempo que no me sucedía, pero es lo que tienen las historias que hablan de uno, con las que conectas de antemano, sin saber que lo que allí te vas a encontrar narra espacios de tu vida privada, de tu vida más escondida, y de la que irremediablemente quieres no volver a vivir. Pero la literatura puede ser un mazazo en el cerebro, en una mente dormida que espera salir a la luz para gritar a los cuatro vientos que ya basta, que ya está bien de tantas injusticias. Y este libro, lo es, y con creces.

¿Qué más os puedo decir sobre “Al otro lado de la pantalla”? Que dentro del coro de voces que lo forman, la culpabilidad y la inocencia se mueve en líneas muy difusas, que se entrecruzan y que te hacen darte cuenta de que puede no haber un solo culpable, sino muchos más. Que la realidad puede ser ese gran enemigo al que no entiendes, del que pretendes mantenerte alejado, pero que sin embargo, es imposible. Porque este libro es un examen interno, una obligación, una lectura que todo adolescente (y no tan adolescente) debería leer para darse cuenta que cada acto tiene su consecuencia y que todos, y repito, todos, tenemos derecho a vivir tranquilos, allá donde estemos.

Hoy ya no tengo más palabras, sólo recuerdos. Pero de lo que sí estoy seguro es que debo agradecer a Alba Quintas Garciandia por sus palabras, por hacerme regresar, y por hacerme ver lo valiente que fui y de lo que nunca me tengo que arrepentir.

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