Antigua luz

Antigua luz, de John Banville

Antigua luzUna novela sorprendente que demuestra que la sensualidad y el humor no están reñidos con la lucidez y el talento.

 

Donde antes había habido chicas y madres,
ahora había algo que no era ni una cosa ni otra,
y no sabía cómo tomármelo.

 Dicen que el amor es ciego, y no es necesario indagar mucho para constatar que al menos un poco miope sí que es.  Una de las pruebas más evidentes de la falta de agudeza visual de Cupido es lo poco que se fija en las edades de aquéllos a los que ensarta con sus flechas.  No es nada infrecuente que un adolescente se enamore de un adulto, ¿quién, cuando apenas se le comenzaban a despertar ciertos sentimientos, no ha caído rendido ante los encantos de un profesor o una maestra?  Bueno, en realidad yo mismo: será debido a mi poca imaginación o a mi escasa memoria, pero no recuerdo que me pasara nada parecido.

Sin embargo la literatura y el cine están llenos de casos similares.  Por ejemplo a mí me viene a la mente, aunque en este caso no se trate realmente de un adolescente, la imagen de Dustin Hoffman en El graduado mirando con expresión ausente cómo Anne Bancroft se pone las medias ―”es usted la más atractiva de las amigas de mis padres, señora Robinson”―.  Pero dejando a un lado las miles de comedias más o menos morbosas protagonizadas por chavales sobrehormonados entregados a la persecución de criadas y profesoras, las mejores obras sobre el tema que recuerdo están escritas desde la perspectiva del adulto, como Lolita o La muerte en Venecia.

Antigua luz podría pertenecer a la categoría de historias de amor con salto generacional incluido, pero lo cierto es que se sale un poco de la norma.  El eje central de la narración es la relación amorosa (¿o quizá tan solo sexual?) de un chico de catorce años con la madre de su mejor amigo, rememorada por él cincuenta años más tarde.  Debido a este salto temporal, el narrador se ocupa más de lo que recuerda que pasó que de lo que en realidad pasó, contrastando sus sentimientos de adolescente con lo que ahora sabe por su edad y su experiencia.  Se diría que más que una novela sobre un romance tan tórrido como inapropiado es una reflexión sobre la memoria y ya sólo por la lucidez con la que Banville es capaz de hablar del amor y del deseo y de lo distintos que llegan a ser en la adolescencia y en la edad adulta merecería la pena leer este libro.

Pero es una lectura más que recomendable por muchas otras razones.  Además de sensual, es un libro divertido.  En realidad más que un relato es una confesión, una charla íntima con un buen amigo que nos confía algunos secretos, guardados durante décadas, con toda la naturalidad del mundo combinada con una generosa dosis de socarronería y de humor.

El hecho es que me echó a perder a otras hembras.  Chicas como Hettie Hickey ahora no significaban nada para mí, con sus pechos diminutos y sus caderas de chico, su andar patizambo, sus trenzas y colas de caballo.  Todo aquello quedaba descartado, pues ahora había conocido la opulencia de una mujer adulta, el tacto de la plenitud de su carne tensa dentro de las constricciones de sus ropas, la cálida carnosidad de sus labios cuando se volvían pulposos por la pasión, el tacto húmedo y fresco de sus mejillas un tanto picadas cuando las apoyaba contra mi vientre.

Sin embargo, los indecentes escarceos del joven Alex con la señora Gray (¿será casualidad ese nombre para la protagonista de una novela que por momentos alcanza un elevado nivel de erotismo?), aunque sean el hilo conductor de la narración, no es la única relación que preocupa al protagonista: su hija y una jovencísima compañera de reparto (Alexander Clave es un veterano actor de teatro que debuta en la gran pantalla) también ocupan, por distintos motivos, su pensamiento.  Tres mujeres que, en distintas épocas de la vida de Alex y cada una a su manera se asoman a su abismo particular y se aferran a Alex para no caer.

Al igual que Nabokov o Saramago, cuando Banville retrata con fidelidad pasmosa los detalles más íntimos del alma humana crea una atmósfera casi fantástica gracias a su ácido e inteligente sentido del humor.  Es capaz de describir con el mayor desparpajo los detalles más carnales del acto sexual para evocar en la siguiente frase la caída de las hojas con una delicadeza y un lirismo exacerbados y finalizar el párrafo riéndose de sí mismo por ser tan meloso y tan poco riguroso.

Al principio, sobre el colchón, éramos todo caderas y codos, pero al cabo de unos momentos de desesperada refriega todos nuestros huesos parecían relajarse y doblarse y mezclarse, y ella apretaba su boca contra mi hombro y exhalaba un prolongado y estremecedor suspiro, y empezábamos.

Pero John Banville, además de ser un consumado narrador, es, bajo el nombre de Benjamin Black, un reconocido escritor de novela negra y aunque con los maravillosos personajes creados para Antigua luz y la encantadora y a ratos divertida historia que protagonizan hubiera sido suficiente, su alter ego también tiene algo que decir y la novela concluye con un final sorprendente que, a la luz del pequeño misterio que termina por desvelarse, cambia por completo todo lo leído.

En definitiva, Antigua luz es un libro delicioso que, además, viene a demostrar, en un momento en el que toda la artillería pesada de la mercadotecnia editorial se ha volcado en la banalización del género erótico para hacerlo más comercial, que se pueden escribir novelas muy sensuales sin que dejen de ser inteligentes, divertidas y, sobre todo, de estar muy bien escritas.

Javier BR
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Ficha técnica

Título:  Antigua luz (Anicent Light, 2012)
Autor:  John Banville
Traducción: Damià Alou
Editorial:  Alfaguara, 2012
Páginas:  294
ISBN:  9788420402796

5 comentarios en «Antigua luz»

  1. Suelo seguir tus recomendaciones porque sé que no me equivoco. Con Banville mantengo una relación ambivalente: tiene un gran prestigio y reconozco que no se le puede reprochar nada. Buen estilo, argumentos interesantes, descripciones rigurosas. Sin embargo, siempre le he visto algo encorsetado, tanto en su faceta policiaca (Benjamin Black) como en la (llamémosle) seria. Da la impresión de que cuenta cosas que no le interesan mucho aunque se esfuerce en que lo parezca, o quizá el motivo sea otro. Me explico mejor: todo lo que he leído de él está bien: El otro nombre de Laura (BB), El libro de las pruebas, El mar (JB) pero existe como una fisura, algo que teóricamente sería más fácil de salvar porque lo realmente difícil, el virtuosismo, está hecho. Yo lo denominaría pasión. ¿Alguien ha visto algo de esto en Banville o solo es cosa mía?

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    • Antes que nada, me gustaría agradecerte tu confianza, aunque es toda una responsabilidad, jaja. Esta novela es la primera que leo Banville/Black, así que no sabría decirte si realmente ocurre algo como lo que dices en tu correo. Es posible que en esta novela en concreto encuentres más virtuosismo que pasión, porque en realidad es el relato personal de alguien que se toma muy en broma lo que cuenta y además los cuenta de un modo un tanto histriónico, lo que no está mal, ya que se trata de una actor de teatro. Es decir, si hay algo de eso, está muy bien encajado en la historia, pero tendría que leer más a este autor para ver es es una actitud generalizada. Gracias por tu comentario.

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