La muerte en Venecia

La muerte en Venecia, de Thomas Mann

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Una pequeña obra maestra que se multiplica en un sutil juego de espejos. 

 

“La muerte en Venecia”, para mí, está íntimamente ligada a la magnífica adaptación cinematográfica realizada por Visconti en 1971, y a la música de Mahler que aparece en su banda sonora.  Por eso, era inevitable que durante la lectura de esta breve novela de Thomas Mann, me acompañase todo el tiempo la imagen de Dirk Bogarde, impecablemente caracterizado, sentado en su tumbona en el Lido.  Así que, si me lo permiten, por esta vez nos saldremos de lo estrictamente literario para que las imágenes de la película y el adagietto de Mahler nos guíen a lo largo de este comentario.

 

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Gustav Mahler – Sinfonía nº 5 – Adagietto (Sehr langsam)

 

Hasta que no he estado cerca de finalizar esta reseña, no he sido consciente de cuántas veces me he visto obligado a corregirla a lo largo de los últimos días, pues a medida que avanzaba en su redacción, se iban desplegando ante mí nuevas interpretaciones, y lo ya escrito perdía su vigencia una y otra vez.  La historia en sí es muy sencilla: breve, lineal, con un solo personaje completamente caracterizado, y, sin embargo, pocas novelas que yo haya leído se prestan a tantas interpretaciones y dejan abiertos tantos caminos a la imaginación del lector.

“La muerte en Venecia” tiene un aire crepuscular: la refinada melancolía de una belle epoque que termina frente a la incertidumbre de unos nuevos tiempos que se presienten inciertos.  Destila esa calma extraña que traen los últimos rayos de sol de una tarde de verano, cuando ya se ven las nubes de tormenta agolpándose en el horizonte.  Mann conserva la elegancia del ciclo cultural que toca a su fin, desplegando una prosa magnífica, elaborada, trabajada palabra a palabra, algo retórica pero fácil de seguir: tiene ritmo y, desde la primera línea, atrapa al lector con sus frases perfectas y su rico vocabulario.  En el contexto de ese mundo cultural en retroceso, Mann se presenta como el último de los grandes novelistas realistas, al mismo tiempo que va incorporando un sutil simbolismo propio de las vanguardias literarias que están a punto de imponerse.

 

 

Mann-Muerte_en_Venecia-01Los primeros capítulos del libro están dedicados a presentar al personaje protagonista de la novela, el aclamado escritor Gustav von Aschenbach, cuya personalidad es expuesta concienzudamente, especialmente en lo que respecta a su faceta de artista, que según se intuye, ocupa todo su tiempo y energía.  Mann, con su descripción detallada del personaje, nos prepara hábilmente para que le acompañemos en cuanto va a acontecerle.

Aschenbach es un escritor de éxito, admirado por el público y respetado por la crítica.  Refinado y maduro, algo decadente, es una persona comprometida con la búsqueda del éxito, a la que ha dedicado su vida y por la que ha renunciado a tantas cosas.  Su vida está por entero programada por un estricto régimen de trabajo en el que su tiempo se reparte entre la escritura y los compromisos sociales, a los que se entrega con el mismo rigor con el que trabaja.  Un escritor serio, digno, que ha renunciado por completo a la bohemia, y que, con el paso de los años, se ha convertido en un símbolo de su generación y de una Europa a punto de desaparecer.

“Alejado por igual de lo trivial y de lo excéntrico, su talento era capaz de atraerse los favores del gran público y el interés admirativo y exigente de los decontentadizos.

 […]

Gustav Aschenbach era el poeta de todos los que trabajan al borde de la extenuación, curvados bajo una excesiva carga, exhaustos, pero aún erguidos; de todos esos moralistas del esfuerzo que, endebles de constitución y escasos de medios, logran, al menos por un tiempo, producir una cierta impresión de grandeza a fuerza de administrarse sabiamente y someter su voluntad a una especie de éxtasis.”

 Mann-Muerte_en_Venecia-02Por los datos que se nos ofrecen, Aschenbach podría tener mucho de Mann, y, al parecer, también de Gustav Mahler.  De todos modos, me parece ingenuo suponer que, porque Mann haya edificado su relato sobre algunos rasgos fácilmente identificables como suyos, o de algún otro personaje real, se trate de un texto puramente (auto)biográfico.  En todo caso, a pesar de que Aschenbach se muestra orgulloso, e incluso envanecido, de sus logros y del estatus que ha adquirido, se diría que se trata de un retrato irónico, una caricatura del personaje público en que se ha convertido el escritor (¿Aschenbach o Mann?).

Lo mismo podría decirse acerca de la disertación sobre la naturaleza del arte y del artista y su papel en la sociedad, a la que Mann dedica una buena cantidad de páginas con motivo de la presentación de Aschenbach.  El esfuerzo, el sacrificio, el compromiso del artista con su obra, la renuncia a los placeres de la vida y la búsqueda del éxito y la trascendencia (que para Aschenbach vienen a ser una misma cosa) son las señas de identidad de este artista burgués y de la época cultural a la que pertenece. 

Entonces, un incidente sin trascendencia despierta en el protagonista un intenso deseo de salir de su férrea rutina, de emprender un viaje, una pequeña escapada burgesa: lo opuesto a la rigurosa vida de sacrificio que se ha impuesto.  Busca un destino tranquilo y placentero, donde pasar unas semanas contemplando lánguidamente el mar, descubriendo el ocio, el placer de abandonarse.  ¿O se trata sencillamente de una huída? 

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Y de este modo, Aschenbach se decide a pasar unas semanas en un lujoso hotel en Venecia.  Una vez allí, entregado al descanso al sol, sus ojos se fijan en Tadzio, un hermoso adolescente polaco de 14 años.  En primera instancia, el escritor se dedica, de un modo inocente, a contemplar con delectación la belleza plena e inmaculada del chico, pero a medida que pasan los días, comienza a obsesionarse con él y, finalmente, se reconoce enamorado de Tadzio.  Ese amor, desprovisto de toda connotación carnal, se reviste para Aschenbach de admiración de la belleza física como medio de trascendencia, como única forma de percibir lo espiritual.

Mann-Muerte_en_Venecia-04“Sus ojos abarcaron la noble figura que se erguía allá abajo, en los lindes del azul, y en un arrebato de entusiasmo creyó abrazar la belleza misma con esa mirada, la forma como pensamiento divino, la perfección pura y única que vive en el espíritu y de la cual, para ser adorada, se había erigido allí una copia, un símbolo lleno de gracia y ligereza. ¡Era la embriaguez! Y, sin advertirlo, o más bien con fruición, el senescente artista le dio la bienvenida”.

El escritor acepta su estado sin demasiadas reservas: su sensibilidad de artista lo justifica.  Racionaliza sus sentimientos y, como platónico es su amor, Aschenbach recurre a Platón, al diálogo entre Sócrates, el sabio, y Fedro, el bello, el digno de ser amado, en busca de argumentos.

“Porque la Belleza, Fedro, tenlo muy presente, sólo la Belleza es a la vez visible y divina, y por ello también el camino de lo sensible es, mi pequeño Fedro, el camino del artista hacia el espíritu. […] ¿Comprendes ahora por qué nosotros, los poetas, no podemos ser sabios ni dignos? […] De ahí que renunciemos al conocimiento; pues el conocimiento, Fedro, carece de dignidad y de rigor: sabe, comprende, perdona, no tiene forma ni postura algunas, simpatiza con el abismo, es el abismo.”

Mientras, comienzan a oírse rumores de que una epidemia está asolando los barrios más humildes de Venecia.  Los turistas comienzan a marcharse, temerosos de que la ciudad se declare en cuarentena.  Aschenbach ni siquiera se plantea la posibilidad de alejarse del muchacho y se encamina serenamente a su destrucción moral y física: se quedará en una ciudad enferma a sabiendas de que no va a conseguir nada, pues nada es lo que busca.

Prácticamente todo lo que cuenta el libro está en las líneas anteriores:  un acontecimiento sin ninguna importancia activa en la mente del protagonista un resorte oculto y se inicia una reacción en cadena de sucesos y revelaciones que le conduce al abismo.

Con todo lo dicho podemos juzgar que estamos ante una novela que trata sobre la crisis de identidad sexual de un hombre maduro, o sobre la facilidad con la que un individuo cultivado es capaz de justificar cualquier sentimiento o impulso que pueda llegar a albergar: la lucha interna entre lo deseado y lo prohibido.  Pero, para mí, “La muerte en Venecia” nos habla de otras muchas cosas.  Está llena de símbolos que se dan la réplica a lo largo del texto, como en un juego de espejos.  Venecia representa la belleza, pero a la vez también la decadencia y la podredumbre.  Es el decorado perfecto para la puesta en escena crepuscular del final de un ciclo: termina el verano y los turistas se marchan al tiempo que aparecen los primeros casos de cólera; se apaga el genio creador de Aschenbach, que frente a la belleza pura de Tadzio opone su propia decadencia física; declina la Europa que Mann conoce y ama y a la que, en cierto sentido, representa.

Drama sobre una crisis de identidad sexual o sobre la pérdida de la juventud, parábola sobre la historia de Europa, reflexión sobre la figura del artista en la sociedad, novela de revelación sobre el verdadero sentido de la vida, representación de la lucha interior entre lo bueno y lo malo, ensayo sobre el poder de la belleza…  Las ramificaciones de esta breve obra maestra son infinitas, pero espero que, sean cuales sean las conclusiones que saque cada uno, su lectura deje a todos la misma huella que me dejó a mí.  Y que disfruten de Mann, de Visconti y de Mahler.

 

Javier BR

 

 

9 comentarios en «La muerte en Venecia»

  1. estoy finalizando la novelita, la leo en traduccion al catalan. Pero tengo ganas ya de releerla, traducida al castellano.
    Lo malo es, trabajo, estudio, y casa no hay tiempo para leer las cosas de verdad importantes.
    hasta pronto!

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  2. Muchas gracias, Nieves. Aunque las palabras sean las mismas, cada lector lee un libro distinto, por eso compartir impresiones sobre los libros leídos multiplica el placer de la lectura.

    Carles, cuando termines de leerla espero que te animes a volver y comentar tus impresiones. Gracias por tu comentario.

    Saludos a ambos,

    Javier

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  3. Venecia resulta ser, por norma general, un escenario idóneo para las almas que, tras haber alcanzado el cénit de sus aspiraciones en la vida, están perdidas en ese limbo de quienes no quedan plenos con la cima alcanzada.

    Puede que sea por el carácter ambiguo de esta ciudad, ya que, como bien dices, se muestra a un tiempo desbordante de belleza pero también derrotada por el envejecimiento de una estructura que intenta sustentarte en un imposible. Lo mismo que ocurre con estas personas. Y según comentas, intuyo que este hecho parece ser lo que el protagonista de “La muerte en Venecia” hace con su viaje, contemplar las dos caras de la moneda en una misma vez, y observar de frente el pasado y el presente, queriendo olvidar el futuro.

    Dices que sería inocente pensar en el libro como una autobiografía de su autor. Estoy segura de que, de una u otra forma, todo escritor deja entre sus líneas buena parte de lo que siente y de lo que es, ya sean éstas parte de un libro, una reseña, o un simple un comentario a esta gran exposición.

    Por lo demás, y aprovechando esa frase que me gusta repetir cuando algo me ha gustado sin más, “me ha parecido una reseña muy bonita…” ;P

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  4. Venecia es, probablemente, el escenario inevitable para esta historia, capaz de cautivar al viajero con su belleza al tiempo que esconde una amenaza mortal. Hasta tal punto resulta Venecia ineludible que Aschenbach escoge otro destino para sus vacaciones y el azar o alguno de esos resortes ocultos de su cerebro le terminan llevando allí.

    Puede que Aschenbach y Venecia sean uno: esplendor que se hunde en el fango, gloria que contiene la destrucción en sus propios cimientos.

    Por otra parte, cuando opino que sería inocente entender la historia como autobiográfica me refiero a que no la veo como una simple confesión de la homosexualidad de Mann, que es la interpretación que se le ha dado en muchas ocasiones. Se ha documentado un viaje de Mann a Venecia poco antes de escribir la novela, e incluso hay quien se ha molestado en identificar al auténtico Tadzio, pero en el texto hay mucho más.

    Muchas gracias por tu comentario, Delia, me alegra que la reseña te haya parecido “mu bonita” 😉

    Javier

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  5. Excelente reseña de una obra maestra absoluta. Como muy bien dices, esta novela se presta a diferentes interpretaciones, o dicho de una manera fisna, “tiene muchos niveles de lectura”, y es difícil decir de qué trata en realidad, (o quizá al contrario, es tan rica que resulta muy sencillo). La adaptación de Visconti me gustó mucho cuando la vi, aunque el momento clave de la historia, cuando Gustav se queda prendado de un Tadzio que le sostiene la mirada, podría haberse resuelto mejor con un zoom.
    Un saludo.

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  6. Es cierto lo de los “niveles de lectura”: te puedes devanar los sesos buscando explicaciones y paralelismos o simplemente disfrutar de lo bien escrito que está. La película la vi hace muchos años y apenas recuerdo la escena final y la brillante interpretación de Bogarde.

    Muchas gracias por tu comentario y saludos.

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  7. Me ha parecido un análisis-resumen excelente, y muy buena idea lo de intercalar pasajes de la novela para apoyar la explicación de la misma. Leí La muerte en Venecia hace un par de meses y el propio libro me profirió la autoridad de una obra maestra, pero sin poder explicar por qué. Tu reseña me ha ayudado a enlazar y comprender la escritura compleja y un poco retorcida de Mann (a mi entender). Los dos últimos párrafos definen especialmente bien algunos aspectos, como el del simbolismo y el doble sentido. También es cierto que tiene muchas posibles ramificaciones y, por supuesto, como toda novela, interpretaciones.

    Me han entrado muchísimas ganas de volver a leerla y de ver la película. Gracias 🙂

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