Blancanieves debe morir

Blancanieves debe morir, de Nele Neuhaus

Blancanieves debe morir
En Altenhain, ese pueblecito idílico que ella creía aburrido y monótono, vivían monstruos despiadados, brutales, disfrazados de inocentes burgueses. ¿Les suena esa frase de Blancanieves debe morir? Desde la señorita Marple y su diminuto pueblo de Saint Mary Mead, uno de los grandes aciertos de la novela de misterio de las últimas décadas ha sido explotar el filón de los ambientes opresivos y engañosos de las comunidades pequeñas, los pueblos aparentemente idílicos donde todos-se-conocen-y-nunca-pasa-nada, pero que son en realidad bombas de relojería creadas a fuerza de muchos años, a menudo generaciones de odios enconados y encubiertos bajo la apariencia de la confianza y la buena vecindad. En este subgénero, el arte imita la vida tanto como en el subgénero más urbano, hard boiled y abiertamente violento, brutal, de la novela negra. Es un subgénero éste mucho menos cruento y mucho más suave, aunque esa suavidad suele ser la de la mano enguantada en terciopelo que vierte una dosis de cianuro en la copa de la víctima.

Blancanieves debe morir se inscribe en esa vertiente, y es la cuarta entrega –pero primera publicada en España– de la serie creada por la autora alemana Nele Neuhaus y protagonizada por los policías Pia Kirchhoff y Oliver von Bodenstein. El pueblecito en cuestión, en Blancanieves debe morir, es Altenhain, y las dramatis personae, además de los policías que investigan el caso, son los vecinos del pueblo, entre los que destaca Tobias Sartorius, quien ha pasado los últimos diez de sus 30 años de vida en la cárcel, condenado por matar a dos muchachas de su localidad, aunque él siempre ha mantenido su inocencia. Su regreso a Altenhain actúa de catalizador de las fuerzas malignas que allí existen, porque, en última instancia, existen en los corazones de hombres y mujeres aparentemente respetables y afables. La policía Pia Kirchhoff comienza a sospechar que Tobias no es el culpable de aquellos crímenes, y parece que la investigación irá corroborándolo.En Blancanieves debe morir, comparecen varios tipos de personajes, todos ellos, sin embargo, bastante representativos de la comunidad de un pueblo de ese tipo, de los que hay infinidad en todo el mundo. Así, todos podremos reconocer sin dificultad a los comerciantes y a la parroquia habitual de las tiendas y restaurantes de toda la vida, muchas veces semillero de chismorreos y maledicencias; a los vecinos celosos de su honra y la de su familia y dispuestos a todo por salvaguardarla; a los médicos, casi venerados como seres superiores y a los que no se les discute nada; a los treintañeros que han seguido distintos caminos en la vida pero que recuerdan sin dificultad sus andanzas de adolescentes; a los profesores venidos a más; a los empresarios locales, tenidos por grandes benefactores por dar trabajo a varias generaciones de vecinos y traer la riqueza a la localidad; a los tontos o locos del pueblo, a los que nadie se acerca y nadie se molesta en intentar conocer; a los forasteros, peor aún si son de ciudad, con sus usos y maneras extravagantes… Todo ello configura un fresco humano muy real y que me ha parecido muy interesante, porque yo misma soy de pueblo.

Pero Blancanieves debe morir es una novela de misterio. Por eso, la descripción psicológica y sociológica no es el motivo principal, y se hace de forma pasajera y como soporte a la trama principal. Esto me parece un acierto: lo que aquí buscamos es una historia de esclarecimiento de crímenes, no otra cosa. Nele Neuhaus escribe con economía de medios: describe personajes, ambientes y situaciones sin detenerse en ellos más de lo esencial para el avance de la trama. Y, personalmente, agradezco que no caiga en largos episodios costumbristas o familiares que realmente no vienen a cuento, como sí dan en hacer otros autores muy celebrados de este género, que nos cuentan con pelos y señales cómo y de quién se enamoran los protagonistas, cómo preparan su boda, cómo llevan su embarazo, qué hacen sus hijos, quién prepara la cena y cómo lo hace…

Blancanieves debe morir es una eficaz y grata novela de misterio que, si bien no depara enormes sorpresas, se lee con interés de principio a fin, y además, en mi caso, me ha servido para conocer a unos protagonistas, Pia Kirchhoff y Oliver von Bodenstein, que de entrada me han caído simpáticos: no leen alta literatura ni son especialmente adictos a la música clásica, sus vidas no son un cuento de hadas, no van rompiendo corazones a medida que andan, no toman drogas ni tienen traumas inconfesables, no tienen un carisma que amenace con dejar en éxtasis al respetable lector, y hablan como personas normales.

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