Casi un objeto, de José Saramago

Casi un objetoEncontrar una voz propia, más que un estilo, debe ser una de las cosas más difíciles para un escritor. Por suerte (o, mejor dicho, por trabajo) muchos de ellos lo consiguen y por eso, a quienes leemos cotidianamente, no nos resulta difícil identificar a ciertos autores con solo leer sus libros, sin necesidad de nombres. Recuerdo que hace un tiempo, con el auge de Internet y las redes sociales, circuló un poema atribuido a Gabriel García Márquez, llamado “La marioneta” que gustó y mucho a los coleccionistas de frases de Paulo Cohelo; me recuerdo, en relación a ese texto, gritando de rabia y negando con la cabeza y aún recuerdo más la sorpresa de mi madre al verme tan enfadado en medio del patio trasero de casa, gritando a viva voz. Es que quienes leíamos al genio colombiano supimos al instante que aquél texto sobre una marioneta que se despedía de la vida JAMÁS lo hubiera escrito Gabo, no solo porque no era su estilo, ni las frases estaban compuestas con sus palabras, sino sobre todo porque al leerlo, la voz interna que nos llegaba al cerebro y al corazón no se parecía en nada a la del Nobel de Literatura. García Márquez, genio y figura, quien justo estaba en Estados Unidos bajo tratamiento por cáncer linfático, respondió con una de sus clásicas salidas: dijo que no se iba a morir de la enfermedad, sino porque le estaban adjudicando un poema tan cursi.

Saramago es otro de los grandes que tuvo, tiene y tendrá voz propia. Es leer cualquiera de sus novelas-ensayo y reconocer su estilo y su voz al instante. Ante esto, acercarse a Casi un objeto, un libro compuesto exclusivamente por cuentos, significaba un riesgo que, no obstante, asumí. Cinco minutos después, ese miedo se me había pasado y Saramago y su voz estaban allí, más presentes que nunca. A veces pienso que, si encontrara la lista de la compra que Pilar del Río y él hicieran en alguna tarde de Lanzarote, en ese papel también se vería su estilo y se escucharía su voz.

Pero vayamos al tema en cuestión: como dije anteriormente, Saramago también nos dejó cuentos y como la calidad supera las formas, éstos no tienen nada que envidiarles a sus magníficas novelas. Publicado en 1983, Casi un objeto está compuesto por seis cuentos de excelente calidad que dejarán ver el estilo Saramago a todos aquellos que se acerquen a un aspecto no tan conocido del genio portugués.

Si bien los seis cuentos (Silla, Embargo, Reflujo, Cosas, Centauro y Desquite) me gustaron mucho, particularmente quedé maravillado con Silla, Reflujo y Desquite, dignos ejemplos que vienen a demostrar que no es necesario escribir tanto como para hacerlo bien y que siempre será más válido un cuento que no lo diga todo, sino que deje al lector pensado o sacando sus propias conclusiones.

Silla, leído superficialmente (y Saramago nunca fue superficial) nos cuenta la historia de una carcoma que va royendo el interior de un asiento, que finalmente termina cayendo por la imposibilidad misma de mantenerse en pie, ante tanta presión interior; la cosa se pone interesante cuando comprendemos que quien se sienta en la silla es Salazar, dictador portugués, y que la silla que finalmente cae es ni más ni menos que su larga y horrible dictadura. El Saramago comprometido con el mundo que lo rodeaba se hace presente.

En Reflujo, un único cementerio va absorbiendo a todos los demás. Son tantas las muertes que se van acumulando que lo que se creía un cementerio central y controlado por un rey dictatorial, termina descontrolándose… es lo que pasa cuando desde un gobierno central y autoritario se intenta controlar todo, hasta la muerte, esa inevitable situación de la que nadie, ni el Rey, escapa y que nos iguala a todos.

Apenas dos páginas componen Desquite, uno de los cuentos más hermosos que leí en mi vida y que resume todo lo que tiene que tener un cuento; un chico se lanza a un río sabiendo que en la otra orilla lo espera una chica desnuda. ¿Eso es todo? Sí, pero no. Porque ese chico no solo busca llegar a la chica, sino, sobre todo, alcanzar el otro lado, cruzar ese río que separa literalmente su vida de este lado (dura, anclada en el tiempo) con el incierto pero atractivo porvenir que le ofrece una chica desnuda que, tal vez ni siquiera exista. Es ese arriesgarse al cambio que a veces tanto cuesta. Fabuloso.

Casi un objeto nos permite, bendito placer, sentarse a escuchar, una vez más, la siempre lúcida y filosófica voz de Saramago. Viva la buena literatura, en todas sus formas.

1 comentario en «Casi un objeto, de José Saramago»

  1. Hola, Roberto:
    Este es otro de mis libros pendientes de Saramago, que tarde o temprano caerá. La anécdota que cuentas de Gabo me recuerda a otra con Saramago, precisamente. Sigue circulando por ahí un poema sobre la paternidad que se le adjudica, cuando bastan unas líneas para saber que él jamás hubiera escrito eso. No solo porque no se reconozca esa voz propia que él tenía, y que tan bien describes, sino porque en el poema ¡daba gracias a Dios! Reconozco que yo también me enervé al verlo y a todo el que lo colgaba le comentaba que no era de Saramago. Seguramente, ellos se preguntarían por qué me lo tomaba como algo personal. Pero es que Saramago es Saramago.

    Saludos.

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