Me enfrento a Iván Repila por primera vez con este Prólogo para una guerra, recién publicado por Seix Barral. Me cuenta todo el mundo lo maravillosa que era su novela anterior, y la propia editorial está tan ansiosa de comunicármelo que me lo dicen en la faja, en las dos solapas, en la cuarta de cubierta de este volumen en rojo y blanco. Mal empezamos. Bastantes más palabras para definir lo bueno que ha sido Repila que lo bueno que es Prólogo para una guerra.
Y sin embargo es buenísimo, o al menos es lo que pienso cuando voy tragándome las primeras páginas a buen ritmo. Se lo digo a mis amigos, se lo cuento a mi novia, estoy a punto incluso de comprar otro par de ejemplares de la novela para irlos regalando por la calle.
Una de las cosas que más destacan de Iván Repila (aquí, al menos) es que hace que lo más difícil parezca facilísimo. Porque mantiene un discurso de alta calidad literaria sin perder la legibilidad; llena el texto de frases decisivas sin vaciarlo de sentido, todo resulta coherente en una puesta en escena que dispone sobre el tablero las piezas justas. Por un lado esboza un decorado casi de ciencia ficción: un futuro próximo en el que las ciudades han ganado la batalla del espacio, en las que la arquitectura alcanza su esplendor como vertebradora del desarrollo del Hombre y no solamente del que corresponde a los espacios que habita. Algo que provoca tensiones, fricciones con sus pobladores, represión y enfrentamientos, aunque se cuida Repila de convertir el texto en un desfile de clichés sobre el asunto.
Por otro lado, en medio, sitúa a los protagonistas. Los dos principales: Emil y el Mudo, un arquitecto de éxito embarcado en su gran proyecto, la construcción de un barrio entero, frente a un desplazado de la sociedad que se propone vivir ensimismado y sin pronunciar palabra después de haber experimentado un dolor extremo en su vida cuyas circunstancias concretas nunca termina de explicar Repila; Prólogo para una guerra es una novela de sobreentendidos, metafórica, alegórica, en la que se sugiere más que se dice y se intuye más que se aprehende. Entre ellos, Oona, tangible pero a la vez inasible, mítica para el Mudo, arena que se escapa por la palma de la mano abierta de Emil. También están Hache, la prosaica compañera del Mudo, y el perro de este, uno de los mejores personajes animales que he encontrado nunca en un puñado de páginas. El resto no dejan de ser anónimos sin nombre.
Conforme pasan las páginas me entra un ligero cansancio. Nunca me parece que la novela termine de aterrizar, una parte de mi yo lector desea, exige, algunas explicaciones. Y no las encuentra. Hay un desarrollo narrativo, los personajes evolucionan, y de qué manera, los hechos se suceden de tal forma que no podría decir que Repila pasa el rato comiéndonos la cabeza. Simplemente no se puede dejar la cafetera puesta mientras se lee Prólogo para una guerra, ni hay que cogerlo un día en el metro, otro en la consulta del dentista y el último en la más recóndita soledad. Es un libro que exige, de un autor que propone, y me temo que necesita un lector que ponga bastante de su parte.
Pierdo un tanto el entusiasmo inicial, pospongo la compra de los ejemplares extra y llego a las últimas páginas más tarde de lo que había previsto. Y aunque el cierre es deslumbrante, no termino de encajar bien el conjunto.
Aun así, me parece que Prólogo para una guerra es un texto excelente. Aborda con hondura temas capitales en la actualidad: la desobediencia civil, la intimidad en un mundo conectado, los límites al desarrollo y la consciencia individual de las decisiones colectivas. Me parece también que Iván Repila es magnífico escena a escena, algunas de ellas se me han quedado grabadas y permanecerán tiempo en mi disco duro.
Pero resulta necesario advertir de la difícil digestión de esta novela. Permanece siempre un paso por delante del lector, no baja del plano metafórico general más que en un par de escenas concretas, no da nunca tregua en la impresión de que Repila quiere conjugar el verbo insinuar por encima de cualquier otro.
Como la cuerda sobre la que hace sus equilibrios el funambulista, Prólogo para una guerra necesita esa tensión, pero también puede romperse por ella.
Prólogo para una guerra, de Iván Repila
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Pues habrá que tenerlo en cuenta, a ver como se van dando las próximas semanas y si adelanto en lecturas pendientes, me pongo a buscarlo.
Un beso
Gracias por el comentario, Yolanda. Sí, Repila está en el “top” de los escritores españoles de su generación, seguro. Merece la pena.