Cualquier otro día

Cualquier otro día, de Dennis Lehane

Cualquier otro díaAunque mi relación con Dennis Lehane es reciente –apenas se remonta a la lectura de La entrega y de esta novela–, de él, y de su estilo narrativo, voy aprendiendo algunas cosas. Por ejemplo, que se le da excepcionalmente bien construir algunos diálogos, crear a sus personajes y moverse entre esas calles abandonadas a su propia ley de violencia y corrupción. También sé que se recrea con gusto, y con acierto por qué no, entre los barrios obreros de su Boston natal. Que es capaz de hacerte oler la sangre que se mezcla con sus textos. O que sus novelas tienen cierto acento irlandés.

Dennis Lehane tiene un don, probablemente cultivado, para que su escritura parezca sencilla y natural (no obstante, le llevó cinco años terminar Cualquier otro día). Así, al menos, uno lo lee. Como si la lectura simplemente ocurriera sin esfuerzo alguno y fuera más un placer. Violento e intenso, eso sí. Pero un placer al fin y al cabo. En parte gracias a su lenguaje cinematográfico y a su modo de trabajar los espacios y el contexto, razón por la cual cuatro de sus novelas han sido llevadas a la gran pantalla (la propia La entrega, Shutter Island, Adiós, pequeña, adiós y Mystic River), pero también por ese aire derrotista e irónico, de injusticia social, propio de las mejores novelas negras. Como si, pasara lo que pasara, nadie fuera a vencer realmente. Al menos, claro está, que te llames Babe Ruth y te dediques al béisbol profesional.

Con él robando sombreros en un tren con dirección a Boston comienza precisamente Cualquier otro día. Es septiembre de 1918, la I Guerra Mundial está a punto de llegar a su fin y en la ciudad americana los ánimos empiezan a caldearse. Las luchas sindicales, las amenazas anarco-terroristas, los problemas de inmigración y desigualdad racial y la corrupción política han creado un clima de crispación social tan denso que se palpa con los dedos. Un ambiente tosco y tenso, que se ve agravado por el mal estado de las condiciones laborales del cuerpo policial, en general, y por la amenaza de la gripe española.

Este trasfondo histórico, aparentemente bien documentado, le sirve a Lehane como excusa para situar, junto a Babe Ruth, a sus otros dos protagonistas. Luther Laurence, un negro de Columbus en la América de 1918 que viaja a Tulsa en búsqueda de trabajo, y Danny Coughlin, un policía que aspira a conseguir una placa de oro como inspector y al que las circunstancias le irán arrastrando, como a nosotros su lectura, hasta tener que lidiar con el foco de tensión social que se está desatando a su alrededor. Un personaje, este último, de novela negra de manual. Irónico, derrotado e indolente, pero con un gran, y particular, sentido del honor, cuyo tratamiento de sus relaciones paterno-fraternales, es uno de los grandes aciertos de la novela.

Tiene Cualquier otro día algunos pasajes de innegable contundencia narrativa que destacan por encima del resto y que alcanzan altas cuotas de intensidad. A veces es Luther, especialmente en Tulsa, y otras es Danny. Pocas, aunque lo es también –en parte porque el tratamiento de su historia es el más inferior de todos–, es Babe Ruth. Pero los tres encajan perfectamente bien en esta novela a medio camino entre el relato histórico y el negro, cuya lectura, apuesto, supondrá un buen broche final a la jornada diaria de más de uno.

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